Votar contra la corrupci¨®n
Los ciudadadanos tienen en sus manos el poder de enviar al ostracismo a quienes han sido corruptos o merecen confianza
La sociedad de este pa¨ªs vive momentos de una preocupaci¨®n imposible soslayar. Una buena parte de las elites dirigentes han perdido los papeles y no act¨²an, ni de lejos, a la altura de sus responsabilidades. Carecen de norte y est¨¢n enfangadas en la corrupci¨®n y en la falta de ¨¦tica, cuando no fuera de la ley. D¨ªa tras d¨ªa, hora tras hora, los ciudadanos se enteran de hechos que merman la credibilidad de las instituciones y de las personas que te¨®ricamente las sirven.
Muchos ciudadanos tienen la sensaci¨®n de que los dirigentes pol¨ªticos van exclusivamente a la suya, que los intereses p¨²blicos les importan una higa. Existen, afortunadamente, muchos empleados y empresarios excelentes, que mantienen el tipo a pesar de estar en inferioridad de condiciones y sometidos a una competencia desleal; y tambi¨¦n pol¨ªticos que, pese a la que est¨¢ cayendo, no han incurrido en pr¨¢cticas corruptas. Pero la ciudadan¨ªa asiste perpleja a un espect¨¢culo bochornoso de corrupci¨®n que no hace sino aumentar su natural escepticismo y falta de confianza.
Hace poco hemos sabido que dos personajes del partido gubernamental, siendo diputados, cobraban simult¨¢neamente sustanciosas cantidades de dinero por trabajos verbales de asesoramiento, de los que no dejan huella, de una empresa constructora dedicada a la obra p¨²blica. En uno de los casos, esos trabajos consist¨ªan en unos pocos encuentros para tomar caf¨¦. En el otro no consta la clase de actividad mantenida, aunque todo parece indicar que era tambi¨¦n de car¨¢cter vaporoso. En rom¨¢n paladino, cobraban por trabajos inexistentes (presuntamente, por supuesto). ?Hay alguien en su sano juicio que no piense que se trata, simple y llanamente, del pago de tr¨¢fico de influencias? Lo contrario es suponer que las tragaderas de los ciudadanos son inmensas.
?C¨®mo se reaccionar¨¢ ante estos hechos que afectan a pol¨ªticos importantes, uno de ellos nada menos que embajador de Espa?a ante el Reino Unido? La confianza en una reacci¨®n adecuada a la gravedad del asunto es m¨ªnima, dados los precedentes. La compatibilidad parlamentaria se estableci¨®, en todo caso, para trabajar y no para traficar.
Pero es que llueve sobre mojado. La corrupci¨®n de la clase pol¨ªtica abarca toda la geograf¨ªa nacional: Baleares, Catalu?a, Andaluc¨ªa, Castilla-Le¨®n, Madrid, Valencia... Sin olvidar, desde luego, que la corrupci¨®n no nace ni vive exclusivamente en el sector p¨²blico; sin la colaboraci¨®n de los particulares no existir¨ªa. Estos tambi¨¦n la cometen, la promocionan y, como m¨ªnimo, la pagan y, a veces, incluso se la cobran.
Se dice ¡ªy seguramente es cierto¡ª que la macroeconom¨ªa ha mejorado, pero el ciudadano de a pie apenas lo percibe en su vida diaria
Mientras, la inmensa mayor¨ªa de los ciudadanos soporta el paro y los recortes de servicios p¨²blicos. Se dice ¡ªy seguramente es cierto¡ª que la macroeconom¨ªa ha mejorado, pero el ciudadano de a pie apenas lo percibe en su vida diaria. Mientras tanto, miles de millones de euros de ciudadanos espa?oles siguen escondidos en para¨ªsos fiscales. Y no existe coraje o verg¨¹enza para publicar la lista de los que se acogieron a la amnist¨ªa fiscal para regularizar un dinero del que se sospecha que tiene una procedencia ilegal. Abundan las excusas para no hacerlo. As¨ª no se hace pa¨ªs.
?Lo que sucede es normal? ?Es inevitable? ?Es la ¨²nica manera posible de que el sistema funcione? No, y si fuera as¨ª, habr¨ªa que plantearse, seriamente, un cambio profundo de modelo. Se precisan, en todo caso, fuertes dosis de ¨¦tica, de moralidad y de regulaci¨®n para atajar la corrupci¨®n. Aun admitiendo que nadie est¨¢ limpio de polvo y paja, los datos indican que la corrupci¨®n alcanza en Espa?a niveles desconocidos en los pa¨ªses de nuestro entorno. Hay que tomar medidas radicales ya, a no ser que queramos dejarnos llevar por un pesimismo irrazonable. Afortunadamente, no falta gente honrada y preparada que espera su oportunidad.
Hay un ¨¢mbito en el que es preciso intervenir con urgencia, pues abundan las comisiones y los sobornos: la contrataci¨®n administrativa. Con frecuencia se producen modificaciones sobre las condiciones de adjudicaci¨®n que aumentan el precio y provocan un encarecimiento de las obras y servicios. Es preciso un mayor control y transparencia en la ejecuci¨®n de estos procedimientos. La contrataci¨®n no puede ser un chollo, ha de ser a riesgo y ventura del contratista. No puede continuar un sistema que incentiva la trampa y deja sin recompensa a la honradez.
El remedio, afortunadamente, est¨¢ en manos de los ciudadanos. Basta con que utilicen rectamente su derecho a voto en los diversos procesos electorales que van a celebrarse este a?o. Hay que exigir a los partidos ¡ª a los nuevos y a los antiguos¡ª que se comprometan a erradicar la corrupci¨®n y a adoptar las medidas necesarias para conseguirlo. Si no se comprometen o se ya ha perdido la confianza en que lo vayan a hacer, la respuesta es bien f¨¢cil: no votarlos, enviarlos al ostracismo. Al parecer es el ¨²nico lenguaje que entienden. El pa¨ªs est¨¢ harto de tanta especulaci¨®n y tanto chanchullo. Y si hay que asumir riesgos y vencer miedos, con prudencia, se hace y basta.
?ngel Garc¨ªa Fontanet fue magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Catalu?a
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