Billetes rotos y votos esclavos
No es una fantas¨ªa sino algo concreto y con sentido, contempor¨¢neo, un apunte hist¨®rico del siglo XX. Pol¨ªtica ¡®negra¡¯
El interlocutor reproduce con gestos y pocas palabras los mecanismos de un episodio. Aparenta que toma una hoja de papel de la mesa, la pilla con dos dedos y en paralelo en cada mano.
Relata convincente algo que no se ve. En una m¨ªnima acci¨®n de mimo, maneja un papelito invisible. En su teatrillo junta los dos pu?os. ?l es mayor y clarividente.
No juega a mago ni a cura en ceremonia. Rememora un suceso. Se lo narr¨® el protagonista que ahora tendr¨ªa 150 a?os. ?l est¨¢ en los 90 y revive el asunto como si fuera el otro pero si trascendencia.
Con gesto r¨¢pido representa que parte el papel, un billete imaginario que inutiliza, con desd¨¦n. ¡°X romp¨ªa el papel en dos fragmentos¡±, subraya.
En un envite radical, el personaje que no est¨¢ entregaba una mitad a un sujeto y se guardaba la otra en el bolsillo. Portaba mucho dinero, entero y roto.
No se trataba de una fantas¨ªa sino algo concreto y con sentido, contempor¨¢neo, un apunte hist¨®rico del siglo XX. Pol¨ªtica ¡®negra¡¯ por sucia, corrupci¨®n concertada en un r¨¦gimen republicano anterior a la dictadura.
Con la mano que hab¨ªa ofrecido la prenda, el medio billete in¨²til, se sacaba de la chaqueta un sobre de votaci¨®n electoral, cerrado, lleno, con una papeleta. Con su saliva, a modo de lacra, sellaba las entregas para evitar los cambios. Junto al coraz¨®n el votante en la cartera iban el medio billete ¡ªsu precio¡ª y su voto.
Era una apuesta y un trato, el precio cerrado para dominar un instante, una opini¨®n individual. Un voto pagado / comprado. La escena revive el 'negocio' de un delito.
El c¨ªrculo se cerraba cuando el receptor hab¨ªa emitido su papeleta cautiva, patrocinado con el cebo y posterior cobro. Tras la votaci¨®n se le entregaba la otra mitad del billete. El votante regresaba ante su 'mecenas' y era recompensado, rescataba la contraparte de la se?al. Tras el voto subordinado, el pago completo.
Casar billetes desgarrados por la mitad no es dif¨ªcil, la numeraci¨®n ayuda. Medio papel moneda es papel mojado.
El corruptor cre¨ªa saber que cada uno de sus emisarios actuaban como ¨¦l ordenaba, encerrados en su propio chantaje. La suma final de sufragios cuadraba, reflejaba la inversi¨®n. ¡°M¨¢s o menos, en votos por urnas, ¨¦l supon¨ªa que no le enga?aban demasiado¡±, apostilla el interlocutor.
Testimonio directo
El acto criminal multiplicado en lugares concretos, serv¨ªa para intentar desequilibrar los mano a mano, los resultados inciertos. Eran cientos en cada pueblo, en los barrios de las ciudades, donde se amplificaba: part¨ªan dinero para sugerir y someter la voluntad de la gente, manipularla.
¡°Todo hombre tiene un precio y el que no lo tiene es que no vale nada¡±, se?ala un anatema del contrabando mallorqu¨ªn.
Los tenedores de un billete partidos eran cooperadores en la adulteraci¨®n de las elecciones, por necesidad, subordinaci¨®n esclava o falta de escr¨²pulos. Siempre retornaban ante el pagador de votos. El instinto y la necesidad les hac¨ªan fieles, demostraban su poco peso. Una y otra vez, clientelismo.
En un solo ticket¡ª-tantas veces reiterado¡ª se reun¨ªa el gesto de la inmoralidad. Despu¨¦s de la humillaci¨®n del semi pago mutilado se rend¨ªan de nuevo, iban buscar la contraparte, la mitad del dinero partido.
El promotor, quien dio el voto cerrado y el pedazo de papel que no era dinero, cerraba el trato desde una autoridad forjada en el peso de las relaciones caciquiles, en el mercadeo de voluntades, terrenos o tabaco.
Y el dinero ensuciado por el voto hipotecado y un billete rasgado, circulaba r¨¢pido, era usado u olvidado. Llevaba la marca de la ignominia. El capo patrocinador engrasaba la red de delegados locales y estos compraban votos.
El narrador transcribe con precisi¨®n lo que recuerda. El autor de la argucia del billete por voto era el jefe de filas local de un pol¨ªtico avezado en estas maneras que se repet¨ªan en cada elecci¨®n. El caso es de otra ¨¦poca pero aun hay testigos de referencia que usan la memoria sin hojarasca. Comprar el voto, ¡®untar¡¯ con pasta, comidas caf¨¦s y puros est¨¢ documentado. Santiago Rusi?ol, desde Ibiza, en las elecciones de 1913, dijo que horneaban carretadas de ensaimadas, para pagar votos el d¨ªa de las elecciones. Rusi?ol era 'Rauxa' en L'Esquella de la torratxa: la ensaimada tiene una fuerza y convencimiento pol¨ªtico. ¡°Sin ensaimada no se es nadie. El que quiere ser diputado ha de serlo a golpe de ensaimadas¡±. El escritor-pintor hac¨ªa, quiz¨¢s un sarcasmo. El billete roto y el voto esclavo no es un tema irreal. Ocurr¨ªa.
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