Otro consenso social
Constatado el ¨¦xito de la inmersi¨®n ling¨¹¨ªstica y la absoluta ausencia de conflicto en las aulas, es hora de aplicar flexibilidad
Da mucha rabia que la imaginaci¨®n pol¨ªtica del PP no d¨¦ para m¨¢s y tengan que regresar a un recurso de baja categor¨ªa para calentar la campa?a electoral. La lengua ha vuelto a las pantallas como carnaza electoralista y presuntamente justiciera. Lo ¨²nico bueno que puede sacarse de ah¨ª es el pretexto para una reflexi¨®n desdramatizada pero tambi¨¦n veraz sobre lo que la mayor¨ªa de la sociedad reclama a su sistema p¨²blico de escolarizaci¨®n, es decir, competencia y agilidad parecida del catal¨¢n y el castellano, una equiparable familiaridad con ambas lenguas, y equivalente soltura en el uso oral y escrito de ambas. Ese consenso me parece poderoso, tanto, por cierto, como otro consenso incontestable que habla del ¨¦xito de la inmersi¨®n ling¨¹¨ªstica.
Pero son dos consensos que parecen moverse en niveles distintos. De uno ninguno duda, y se reafirma continuamente, pero del otro apenas o¨ªmos hablar, cuando no tiene nada que ver con la defensa de una u otra lengua sino con la mejor preparaci¨®n posible, a coste cero, de los escolares que habr¨¢n de vivir en un mundo abierto, permeable y como m¨ªnimo biling¨¹e. Este otro consenso se carga sin querer de un tono desafiante o provocador o incordiante, precisamente porque el uso aberrante de sentencias, declaraciones, casos particulares y nimiedades magnificadas por ambos contendientes pol¨ªticos impide tranquilizar los ¨¢nimos y reconocer lo evidente: las familias quieren que sus hijos no salgan de las escuelas como monoling¨¹es y ni siquiera como usuarios ¨®ptimos de una lengua y s¨®lo chapuceros usuarios de la otra cuando podr¨ªan sin ninguna dificultad habilitarse como usuarios competentes de ambas.
Norma un¨¢nime yo creo que no existe porque Catalu?a es muy diversa socialmente. La experiencia de la docencia muestra que unas zonas necesitan un entrenamiento m¨¢s intenso en castellano y otras zonas necesitan un entrenamiento m¨¢s intenso en catal¨¢n. Incluso en las mismas zonas, pero en barrios distintos, la pluralidad de situaciones exige decisiones no dictadas por l¨®gicas de partido ni ideol¨®gicas sino civiles, formativas y educativas.
Ni vivimos en la heroica resistencia antifranquista ni es deseable que un sistema de escolarizaci¨®n p¨²blica descuide o desatienda el uso de una de las dos lenguas
Pero mientras los pol¨ªticos en campa?a, aqu¨ª y all¨ª, sigan utilizando la lengua como un jubiloso pretexto para andar a la gre?a no s¨®lo delatan su inconsistencia como servidores p¨²blicos sino su indiferencia fr¨ªvola por el futuro de los muchachos. Ni vivimos en la heroica resistencia antifranquista ni es deseable que un sistema de escolarizaci¨®n p¨²blica descuide o desatienda el uso de una de las dos lenguas que van a constituir el entorno social y profesional de los escolares. No parece de veras alarmante, pues, que un tribunal catal¨¢n y otro estatal aspiren a un uso vehicular del castellano en la escuela algo mayor que el restringido a la ense?anza misma del castellano. Imagino que nadie sue?a con una Catalu?a monoling¨¹e y que la mayor¨ªa aspiramos a no padecer tosquedades excesivas en ninguna de las dos lenguas.
El consenso que invocaba Mas, por tanto, es efectivamente muy alto, pero ese consenso no dice s¨®lo que la inmersi¨®n ling¨¹¨ªstica es intocable. Lo que dice es, posiblemente, que dado su incontestatable e irreversible ¨¦xito, y dada la absoluta ausencia de conflicto ling¨¹¨ªstico que merezca ese nombre (fuera de paranoicos e incendiarios de ambos lados), ha desaparecido del horizonte la amenaza de que el catal¨¢n se extinga por culpa de que la clase de f¨ªsica llegue pronunciada en castellano. Incluso esa perspectiva podr¨ªa contribuir a moderar las angustiosas situaciones en las que el reparto de materias obliga a profesores a ense?ar en una lengua en condiciones m¨¢s inseguras o deficientes que si lo hiciesen en la lengua que mejor dominan. Es otra de aquellas evidencias flagrantes que hace saltar chispas pero es com¨²n en las aulas y, mucho peor, causa com¨²n de rechiflas sin cuento.
La flexibilidad o la coherencia en ese sentido parece mejor norma que la rigidez reglamentaria y puede que incluso lo agradezcan ellos, los escolares, cuando empiecen a buscarse la vida y lo hagan, gracias a fervientes nacionalistas espa?oles y catalanes, fuera de Catalu?a y fuera de Espa?a, por ejemplo en la anch¨ªsima Am¨¦rica, espabilando ellos solos, y un tanto escamados si el entorno en el que han crecido ha sido impermeable por razones sociales, familiares o ideol¨®gicas al uso natural e indistinto de las dos lenguas. De ese lujo gratuito no deber¨ªa quedar fuera nadie, y menos todav¨ªa desestimarlo como lujo.
Jordi Gr¨¤cia es profesor y ensayista
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