Qu¨¦ noche la de aquel viernes
Se cumplen 50 a?os del ¨²nico concierto en Madrid de Los Beatles, en la plaza de toros Monumental de Las Ventas
El sol de julio abrasaba Madrid. Con las clases reci¨¦n terminadas, decenas de estudiantes se aprestaban a comenzar el veraneo. Un picor de v¨ªspera ara?aba los ¨¢nimos con su alegre escozor. Hasta octubre, tres meses de vacaciones daban para muchos guateques, bailes de pandilla en torno a un tocadiscos de vinilos: guitarras el¨¦ctricas, bajos graves y percusi¨®n rotunda, invitaban al salto o al arrumaco tierno. Entre los vinilos resaltaban, por su armon¨ªa, los grabados por cuatro chicos de Liverpool: sus rostros embutidos en melenas cortas, aseadas, sobre un fondo fotogr¨¢fico negro, permanec¨ªan en las retinas de miles de j¨®venes incitando a un mimetismo irresistible. Las letras en ingl¨¦s de sus canciones, a veces en jerga scouse (el ingl¨¦s de Liverpool), apenas se entend¨ªan. Pero daba igual. Su m¨²sica tocaba los corazones a quemarropa: era una mezcla sublime de sentimiento, jovialidad, rebeld¨ªa e inteligencia, que Paul, George, Ringo y John regalaban por doquier a quien quisiera escucharles. Eran ?Los Beatles!
Los cuatro melenudos volaban desde Niza hacia Espa?a para dar aqu¨ª su primer concierto en la tarde de aquel viernes caluroso del 2 de julio de 1965. Luego ir¨ªan a Barcelona. Acudieron a recibirles al aeropuerto de Barajas actrices vestidas de bailaoras flamencas y all¨ª les llevaron monteras que espa?olizaran a los reci¨¦n llegados. John se tocar¨ªa luego con un sombrero cordob¨¦s que lucir¨ªa durante la esperada actuaci¨®n, que iba a tener por escenario la plaza de toros de Las Ventas, a las 21.00 horas de aquel viernes.
Los de Liverpool se alojaron en el hotel F¨¦nix, cerca del arranque del Paseo de la Castellana. Ocuparon cuatro suites, 126, 226, 326 y 426, en las esquinas hacia el paseo. Ringo regalar¨ªa 30 tartas de manzana al servicio del hotel por sus desvelos. A las siete de la tarde de aquel viernes, sin haber probado sonido, un Cadillac negro pas¨® a recogerles al hotel y, junto a su manager Brian Epstein ¡ªque hab¨ªa contratado los dos conciertos en Madrid y Barcelona con Paco Berm¨²dez por 5.000 libras¡ª se dirigieron hacia la plaza de toros, en la que se adentraron por la puerta de la Enfermer¨ªa. M¨¢s de 12.000 espectadores ¡ªa 400 pesetas las sillas de pista y a 75 las de andanada¡ª les esperaban anhelantes. ¡°Vest¨ªan ternos negros y calzaban botines¡±, explica Manuel Or¨ªo, que acudi¨® al concierto con su padre, m¨¦dico traumat¨®logo, y su hermana Mary Carmen. ¡°Su instrumental consist¨ªa en la bater¨ªa Ludwig, con una sola timbaleta, de Ringo; la guitarra ¡°cornuda" Rickenbaker 325 de John Lennon; el bajo H?fner de Paul McCartney; la solista Grechts country gentelman de George Harrison, adem¨¢s de la roja de doce cuerdas apodada weapon secret".
El precio de las localidades variaba entre 75 pesetas en la andanada y 400 en sillas de tijera sobre la arena del ruedo
¡°Ofici¨® de presentador Torrebruno, cantante italiano que acostumbraba tocar una guitarra crema m¨¢s grande que ¨¦l mismo¡±, explica. El p¨²blico se enfervoriz¨® cuando Los Pekenikes, teloneros de lujo, interpretaron, sorprendentemente, La bamba¡±. La sorpresa consist¨ªa en que, de una de las canciones de mayor pegada de The Beatles entonces Twist and shout, se dec¨ªa que su crescendo plagiaba a La bamba. Pese a ello, los brit¨¢nicos subieron a escena con la versi¨®n corta ¡ªprecisamente, con el citado crescendo¡ª de su canci¨®n. John a un lado, Ringo en el centro sobre tarima y Paul y George cantando juntos, desgranaron una decena de sus mejores temas, con soberbia ejecuci¨®n. ¡°Estuvieron impecables, pero no nos regalaron ni un m¨ªsero bis¡±, se lamenta Or¨ªo. Los tendidos siguieron con emoci¨®n el concierto, trepidante y veloz. La aguda I'm a looser, con Lennon a la arm¨®nica y el aterciopelado vals Baby's in black, tapizaron la noche de melod¨ªa. Aquella actuaci¨®n, pese a la media entrada y a la obsesi¨®n de las autoridades por el orden p¨²blico, supuso un hito cultural en la historia madrile?a. Con ¨¦l, Madrid se incorpor¨® a la modernidad a¨²n en plena noche del franquismo. Con su recuerdo, los dorados guateques se ba?aron de afecto c¨¢lido y de apetito amatorio en los atardeceres estivales color violeta.
Permanece a¨²n, inc¨®lume, el eco de su m¨²sica que tanta felicidad desat¨® entonces y a¨²n despierta hoy, cincuenta a?os despu¨¦s de aquel concierto en Madrid. ¡°Al finalizar la actuaci¨®n, mi padre el doctor Or¨ªo¡±, cuenta su hijo Manuel, ¡°me dijo sincer¨¢ndose: ¡°estos chicos ingleses son muy simp¨¢ticos y ?hay que ver que cupl¨¦s tan bonitos interpretan!¡±.
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