Todos a la playa v¨ªa ¡®smartphone¡¯
El Gobierno gallego limita las visitas al arenal lucense de As Catedrais y crea una aplicaci¨®n para dar los permisos
Esta historia comienza con la escena matutina de un presidente del Gobierno montado en su Vespino rojo. Como todos los a?os, el mandatario ha vuelto de vacaciones a Ribadeo, la tierra de su infancia al noreste de Lugo, y madruga para comprar el desayuno de la familia. Hoy tocan churros de Linares. Y luego, para bajarlos, nada mejor que un paseo en bote de remos. El de esta historia tiene nombre, lo llaman Leopoldito porque su amo y patr¨®n se llama Leopoldo Calvo-Sotelo.
¡°Gracias¡± a ¨¦l y a sus paseos en barco, o ¡°por su culpa¡± ¡ªque en esto hay opiniones¡ª, hace unos 35 a?os se puso de moda como destino incre¨ªble, con sus acantilados en forma de arbotantes g¨®ticos sobre la arena, la playa de Augas Santas. Aqu¨ª todos la llamaban as¨ª hasta que el pol¨ªtico la rebautiz¨® con un nombre m¨¢s descriptivo y comercial, ¡°Las Catedrales¡±, que con el tiempo se normaliz¨® por la v¨ªa del turismo, invadi¨® las se?ales y se fij¨® como top¨®nimo en gallego, As Catedrais.
Calvo-Sotelo quer¨ªa promocionar de esta forma en Madrid el enclave sorprendente y entonces desconocido del municipio donde hab¨ªa vivido hasta los 14 a?os y del que fue de por vida alcalde de honor, patr¨®n mayor de los pescadores y miembro predilecto de la coral. Ahora es tal el ¨¦xito de la playa y tanto el riesgo para el paisaje (declarado Monumento Natural y Reserva de la Biosfera, y protegido por la Red Natura), que desde hoy la Xunta de Galicia limita el acceso y solo se puede visitar con una autorizaci¨®n oficial.
El turista debe entrar en la aplicaci¨®n ascatedrais.xunta.es y reservar plaza, y puede apuntarse con una antelaci¨®n m¨¢xima de medio mes, aunque a esas alturas no sepa si entonces har¨¢ sol o si la sempiterna niebla de la autov¨ªa con salida directa a la playa ¡ªla fantasmag¨®rica A-8¡ª obligar¨¢ a cortar el tr¨¢fico por varios d¨ªas como pasa tantas veces. Si el viajero llega desprevenido al lugar, sin noticias de la nueva norma, y tiene la suerte de que quedan vacantes, seg¨²n insiste la Xunta a¨²n estar¨¢ a tiempo de descargarse el permiso a trav¨¦s del smartphone. En la entrada, a?ade, habr¨¢ personal con chaleco naranja que echar¨¢ una mano a los que est¨¦n pez en las nuevas tecnolog¨ªas. Seg¨²n Virginia Yuste, coordinadora de Adeac (Asociaci¨®n de Educaci¨®n Ambiental y del Consumidor), la entidad que gestiona las banderas azules, ¡°en las 3.000 playas de Espa?a no existe un caso igual¡±.
Cada d¨ªa, desde ahora y hasta el 30 de septiembre, en As Catedrais podr¨¢n entrar 4.812 almas. Ni una m¨¢s. Esta nada redonda cifra, seg¨²n el Gobierno gallego, es el resultado de un concienzudo estudio sobre la seguridad del entorno y de las personas. ¡°El verano pasado se llegaron a contar 16.000 visitantes en una sola jornada¡±, recuerda la trabajadora que atiende la caseta municipal de turismo, junto a la hilera de puestos ambulantes de artesan¨ªa, en el acceso a la playa.
El n¨²mero resulta a¨²n m¨¢s alto si se tiene en cuenta que la ¡°jornada¡±, en el segundo lugar m¨¢s visitado de Galicia, tras la catedral de Santiago, se reduce a cuatro horas por causa de las mareas. En la pleamar, el agua inunda la arena y las rocas. Solo se puede pasear bajo los arbotantes, las ojivas, las cuevas y los pasadizos que forma el acantilado cuando se retira, dos horas antes y dos despu¨¦s de las bajamares, pero del par de ellas que hay al d¨ªa, una suele caer de noche.
La Xunta asegura que nadie alojado en un hotel de Ribadeo o llegado en transporte p¨²blico desde esta localidad se quedar¨¢ sin pase, pero aqu¨ª todo son dudas y el alcalde, Fernando Su¨¢rez (BNG), que tambi¨¦n pide proteger la playa, cree que la estrategia ser¨¢ un fiasco. Se queja de que se perge?¨® un plan ¡°miope y est¨²pido¡±, sin contar con la opini¨®n del consistorio ni el inter¨¦s local. En las ¨²ltimas semanas, la guerra se recrudeci¨®, y la forma en que iba a despachar la Xunta las avalanchas de turistas desinformados era a¨²n ayer una inc¨®gnita para el personal municipal al borde de la playa. Pero todo este l¨ªo, para mal o para bien, empez¨® por un presidente en Vespino rojo.
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