Y la vida pasa a toda velocidad
The War On Drugs y Martha marcan los dos polos de la primera noche del Vida festival en Vilanova i La Geltr¨´
Los indies envejecen. Y se ha descubierto que lo hacen al mismo ritmo que el resto de los mortales. Tienen incluso hijos que llevan a los conciertos en los que probablemente se inici¨® el proyecto que ahora camina torpemente entre las piernas de otros indies, que con ternura les miran quiz¨¢s intuyendo su inmediato futuro. Es la t¨®nica de algunos festivales, todos ellos orientados a este perfil de consumidor. Se diferencian por el envoltorio, algo as¨ª como cambiar un disco de funda. Tener o no riachuelo, pinos en lugar de plataneros o hierba como alternativa al cemento. En lo musical todos dan cobijo a m¨²sica de personas atribuladas. El Vida Festival, segundo a?o ya, busca su lugar bajo el sol ofreciendo confort y medidas humanas a una generaci¨®n que envejece y ya valora la comodidad. Y eso que s¨®lo entrev¨¦n los cuarenta.
Un bosque. Una explanada. Decoraci¨®n chachi con nidos que alojan pelotas de pingpong iluminadas como bombillitas y nubes suspendidas entre las ramas. Amplia zona reservada a artistas, personas de importancia y aspirantes a diversos grados de celebridad. Todo muy c¨®modo y cuidado. Apenas cuatro escenarios y horarios digeribles. Esto es el Vida, un cruce entre el PopArb y un Doctor Music de bolsillo por aquello de la naturaleza, los espacios abiertos y el polvo en suspensi¨®n tras la hierba pisoteada. En escena, plato central, un se?or despeinado con la cara que ponen los restri?idos en ese momento. ?l la pone al cantar y le a?ade un rictus de coraz¨®n abandonado. Parece sufrir, el pobre, acongojado. Tiene problemas. Los cuenta en clave de rock americano, el granjero existencialista en el lamento de la pradera. Suena Under the pressure, uno de sus temas estimables y la gente disfruta moviendo la pierna. No pega mucho el sufrimiento en aquel contexto, con la luna y todo eso de la noche estival con su magia y tal, pero nobleza obliga, a los indies parece gustarles que les aflijan. ?Ser¨¢ que no sufren?. Unas chavalillas de apenas 21 a?os corretean gritando entre la gente, como haciendo una improbable conga. A¨²n no han aprendido a sufrir en p¨²blico y la ¨¦pica de The War On Drugs les resulta tan ajena y adulta como un peaje a las ardillas.
M¨¢s tarde salta la sorpresa. Un grupo no se queja, ni hace rock americano, ni country heterodoxo, ni folk crepuscular, ni m¨²sica para pensar. Hacen simple punk mel¨®dico, son unos chavales ingleses, tan s¨®lo tienen un disco y lo sueltan entre estribillos soleados y la torpe prisa de unas guitarras primerizas. Present, Tense,?Dust, Juice, Bones & Hair o Sleeping Beauty riegan con chispeante alegr¨ªa a la audiencia que les sigue en el escenario m¨¢s peque?o del festival. Est¨¢n, todos, contentos. La otra cara de la noche, de una noche que incluy¨®, entre otros, a la estilizada gelidez de Benjam¨ªn Clementine, el country andaluz de Grupo de Expertos, el ansia de Nueva Vulcano y la belleza rara de Oliver, quien pone el lazo a la noche cantando Foto y entonando i passa sa vida a tota osti i a molta alta velocitat. Tu m'entens, jo se que tu m'entens. Pues eso.
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