El feliz baile anacr¨®nico
Unos Earth, Wind & Fire medio postizos reviven en el MadGarden los a?os setenta m¨¢s jaraneros
Hay conciertos en los que el triunfo est¨¢ cantado desde el momento mismo en que los m¨²sicos ponen el pie en el escenario, sobre todo si al supervisar las tablas de izquierda a derecha cuesta hacer recuento de efectivos. Earth, Wind & Fire, o la escisi¨®n de la banda original que a?ade el apellido Experience a su denominaci¨®n primigenia, no son tanto un grupo como una multitud. Y la generosa congregaci¨®n presenta la maquinaria perfectamente engrasada para menear las osamentas, con independencia del grado de mezcolanza en el ADN primigenio.
Escuchar a EWF no constituye a estas alturas tanto una experiencia como una anacron¨ªa, pero nadie dijo que nuestros hermanos mayores fueran gente desnortada a la hora de procurarse divertimentos. El funk es para el verano, como las bicicletas, as¨ª que no era extra?o que m¨¢s de un millar de personas se acercaran anoche por el MadGarden complutense para rememorar c¨®mo eran las pistas de baile de hace cuatro d¨¦cadas (o, en el caso de los menos a?ejos, para documentarse al respecto). El personal se mantuvo en las butacas lo que los oficiantes tardaron en suministrar Got to Get You Into my Life, demostraci¨®n emp¨ªrica de que McCartney es lo m¨¢s negroide que se ha criado en Liverpool. A partir de ese minuto diez de la velada ya nadie volvi¨® a colocar sus posaderas en posici¨®n de reposo. Quiz¨¢ no fuera la ocasi¨®n m¨¢s propicia para anunciar que la noche es joven, pero s¨ª francamente desinhibida.
A falta de luminarias como el bajista Verdine White o, sobre todo, el cantante Philip Bailey, el peso de la responsabilidad (y la historia) recae sobre el zurdo Al Mckay. Es cierto que en una formaci¨®n con tres vocalistas nadie reparar¨ªa en un guitarrista r¨ªtmico, pero un respeto para el avanzado sexagenario de la visera: su posici¨®n de privilegio en la historia de la m¨²sica negra se remonta a los tiempos de Charles Wright & The Watts 103rd, una banda tan colosal que cuesta creer que no se estudie en los libros de texto. Mckay aporta el torrente sangu¨ªneo de toda la arquitectura bailonga y los cuatro integrantes de la secci¨®n de vientos se entregan a la feliz piroman¨ªa s¨®nica. A?adan los falsetes salvajes, el bajo machac¨®n, la bater¨ªa poli¨¦drica: lo que viene entendi¨¦ndose por una fiesta.
La noche se torn¨® t¨®rrida a partir de After the Love Has Gone, una de esas baladas que con seguridad han propiciado escarceos, revolcones y hasta un incremento en el n¨²mero de representantes de la especie humana sobre la Tierra. La pieza sigue sonando objetivamente gloriosa, con independencia de su constataci¨®n del fiasco amoroso y las evocaciones que despierte en cada cual, y abre la puerta a una avalancha r¨ªtmica incontrolable: Fantasy, Getaway, Let Your Feelings Show...
Estos Earth, Wind & Fire medio postizos ni siquiera precisan grandes alardes escenogr¨¢ficos ni coreogr¨¢ficos para resultar eficaces: solo constatar que su privilegiada estructura ¨®sea posibilita movimientos que el blanco no aplicado en el gimnasio dej¨® de practicar poco despu¨¦s del COU. Pero aunque nuestras carcomidas caderas se cimbrearan con torpeza, durante la org¨ªa final de September y Let¡¯s Groove se sintieron gr¨¢ciles y airosas. Benditos sean los milagros fugaces de la m¨²sica negra.
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