Dios perdone a los culpables
Agust¨ª Carreras, alcalde de Sant Mart¨ª de Proven?als, se suicid¨® con 40 a?os en 1891 descerraj¨¢ndose un tiro en la cabeza en medio de rumores de corrupci¨®n y dinero p¨²blico desaparecido
Esta es una historia de esperanzas rotas, amores complicados, secretos pol¨ªticos y muerte que bien podr¨ªa comenzar en esta misma acera, en una farmacia todav¨ªa abierta al p¨²blico de la calle Taulat. Pero aqu¨ª apenas se conserva nada de su primer propietario, para conocer su identidad deberemos acercarnos hasta la vecina Rambla de Poblenou. All¨ª, en el suelo son visibles diez placas que recuerdan a otros tantos personajes populares de este barrio. Una de esas inscripciones en bronce est¨¢ dedicada a Joan Agust¨ª Carreras, el que fuera alcalde de Sant Mart¨ª de Proven?als a finales del siglo XIX, que se suicid¨® a los 40 a?os sin explicar el porqu¨¦.
Carreras encabez¨® en 1870 un movimiento que pretend¨ªa segregar el barrio de Poblenou del pueblo de Sant Mart¨ª
El pol¨ªtico de la placa naci¨® en 1850 en la calle de la Cera, hijo de un modesto alba?il. A¨²n era un ni?o cuando su familia se traslad¨® a Sant Mart¨ª, donde comenz¨® sus estudios. En sus a?os de bachiller vio caer a la reina Isabel II, el Gobierno del general Serrano, el reinado de Amadeo I, la Primera Rep¨²blica y la Restauraci¨®n borb¨®nica. Fue en este momento tan cargado de tensiones y turbulencias cuando entr¨® a militar en el Partido Republicano Federal. Y en 1870 encabez¨® un movimiento que pretend¨ªa segregar el barrio de Poblenou del pueblo de Sant Mart¨ª, para convertirlo en un municipio independiente. El principal argumento de su petici¨®n era el aislamiento que sufr¨ªa ese territorio. Reclamaban que el tren a Matar¨® cruzaba su t¨¦rmino y en cambio no ten¨ªan ninguna estaci¨®n, y que la industria estaba convirtiendo Poblenou en una sobrepoblada barriada obrera. El ayuntamiento de Sant Mart¨ª vot¨® a favor de la propuesta, que fue revocada por el Gobierno Civil y la Diputaci¨®n.
El joven Agust¨ª Carreras fue nombrado regidor en 1873, y desde entonces desempe?¨® diversos cargos en el consistorio. Cuatro a?os m¨¢s tarde abr¨ªa botica en la calle Taulat, casi esquina con la calle del Ferrocarril. Su establecimiento era conocido por el famoso ¡°Jarabe Anticatarral de Agust¨ª Carreras¡±, que se vend¨ªa incluso en Barcelona. Tambi¨¦n fue uno de los fundadores ¡ªy presidente durante unos a?os¡ª, de la Alianza del Poble Nou. Nunca se cas¨® ni tuvo hijos, pero mantuvo una relaci¨®n nada disimulada con la viuda Caterina Messeguer (relaci¨®n no muy bien vista por la sociedad de la ¨¦poca).
Las principales cr¨ªticas fueron por beneficiarse de las obras p¨²blicas gracias a la empresa de alba?iler¨ªa que pose¨ªa? con su padre
Comenz¨® a desempe?ar su cargo de alcalde en 1885, cuando fue nombrado por el gobierno. Al frente del ayuntamiento goz¨® de gran popularidad, amado y odiado a partes iguales. Las principales cr¨ªticas fueron por beneficiarse de las obras p¨²blicas, gracias a la empresa de alba?iler¨ªa que pose¨ªa en asociaci¨®n con su padre y uno de sus primos. En aquellos a?os, Agust¨ª Carreras y su hom¨®logo barcelon¨¦s Rius i Taulet estaban enfrentados por la pretensi¨®n capitalina de incorporar los municipios lim¨ªtrofes a Barcelona. En febrero de 1889, en una sesi¨®n del ayuntamiento Agust¨ª hizo un incendiario discurso contra la agregaci¨®n. Ese mismo a?o se sustituyeron los viejos faroles de petr¨®leo por unos nuevos de gas, y el siguiente se comenz¨® a debatir la construcci¨®n de una red de alcantarillado propia. A pesar de tanta actividad, en esas fechas al alcalde comenz¨® a pesarle el cargo, circulaban rumores sobre corrupci¨®n y dinero p¨²blico desaparecido. A principios de 1891 abandon¨® la alcald¨ªa, se sabe que se entrevist¨® con el gobernador civil (con quien habl¨® de un supuesto desfalco). Y a la ma?ana siguiente se descerraj¨® un tiro en la cabeza, en su dormitorio. El cad¨¢ver lo encontr¨® poco despu¨¦s la criada, junto a la pistola. Sobre la mesita encontraron una nota que pon¨ªa: ¡°Dios perdone a los culpables¡±.
Mucho se especul¨® sobre aquella muerte. Se habl¨® de corruptelas en su propio partido, problemas econ¨®micos, desenga?os amorosos, una profunda depresi¨®n o una enfermedad incurable. El entierro fue multitudinario, y las esquelas que public¨® la prensa no dijeron nada sobre las circunstancias del suceso. Pero el rumor se extendi¨®, y el entierro cat¨®lico de un suicida se convirti¨® en un esc¨¢ndalo. Dif¨ªcilmente sabremos qu¨¦ pas¨® aquel d¨ªa, quiz¨¢s los pol¨ªticos de entonces asum¨ªan sus errores de una forma m¨¢s dr¨¢stica, quiz¨¢s se trat¨® de una muerte por amor, o por uno de esos males que no ten¨ªan ni nombre. El caso es que su figura se sigue recordando en bronce, en parte por su gesti¨®n como alcalde, y en parte tambi¨¦n por el ruido de aquel disparo que dej¨® a todo el mundo con la duda.
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