La polic¨ªa persigue a los clientes para acabar con la prostituci¨®n en Marconi
Las sanciones, recogidas en la ley mordaza, pueden llegar a los 30.000 euros al ser una falta grave
La Polic¨ªa Nacional y la Delegaci¨®n del Gobierno han puesto en marcha un plan para acabar con la prostituci¨®n en el pol¨ªgono industrial de Marconi, en el distrito de Villaverde. Los agentes de la Brigada Provincial de Seguridad Ciudadana est¨¢n aplicando desde hace unos d¨ªas un art¨ªculo nuevo recogido la Ley de Seguridad Ciudadana, conocida como ley mordaza, que permite sancionar con multas de entre 601 y 30.000 euros a los clientes de las meretrices. Se pretende as¨ª acabar con un problema hist¨®rico del barrio y dar satisfacci¨®n a una reivindicaci¨®n vecinal.
Hasta 400 euros en un d¨ªa
Las mujeres que ejercen la prostituci¨®n en el pol¨ªgono de Marconi cobran entre 15 y 20 euros por encuentro sexual. Algunas reconocen que se pasan el d¨ªa entero, lo que les permite ganar hasta 400 euros al d¨ªa si se les da bien la jornada.
¡°Vengo andando y estoy dos o tres horas, seg¨²n se d¨¦ el d¨ªa. A veces me trae alg¨²n cliente¡±, reconoce una chica rubia b¨²lgara de 20 a?os que lleva nueve meses en Espa?a. Est¨¢ sentada en la acera, a la sombra de un ¨¢rbol. Ni se inmuta por la llegada de la furgoneta policial.
¡°No dependo de nadie. Estoy aqu¨ª porque quiero¡±, a?ade otra mujer de origen rumano, de 25 a?os y que ejerce la prostituci¨®n en Espa?a desde hace cuatro.
Son las siete de la tarde y cerca del parque de bomberos de Villaverde se re¨²nen una quincena de polic¨ªas. Unos se mueven en motos, otros montados en grandes furgonetas rotuladas. Los m¨¢s importantes son dos coches camuflados del Grupo de Atenci¨®n al Ciudadano (GAC). Dentro van cinco polic¨ªas de paisano que se dedican a multar a los clientes que se acercan a las prostitutas.
La orden de servicio marca como ¨²nica prioridad centrarse en los clientes. ¡°Nos vamos a dirigir a la parte m¨¢s alejada del pol¨ªgono, la m¨¢s cercana a la autov¨ªa. El coche que vaya all¨ª seguro que quiere coger a alguna chica¡±, afirma el jefe del dispositivo. Primero salen los coches camuflados y detr¨¢s los patrullas de la Unidad de Prevenci¨®n y Reacci¨®n (UPR). A los cinco minutos de empezar, el primer denunciado. El conductor de un Audi A-3 negro est¨¢ hablando con una mujer en la calle de San Ezequiel. Los agentes ponen el lanzadestellos azul y cierran con su coche una posible huida. Se bajan con los chalecos puestos y le dicen que salga del veh¨ªculo.
Una agente uniformada habla con la prostituta, que tiene 19 a?os. Le pregunta si se encuentra bien y si pertenece a alguna red de trata o a alguna mafia. ¡°Todas nos dicen que est¨¢n aqu¨ª por quieren¡±, comenta un inspector de la UPR. Tambi¨¦n le dan un n¨²mero de tel¨¦fono gratuito para que pueda salir de la prostituci¨®n y denunciar a sus proxenetas.
Mientras, otra agente rellena el acta de sanci¨®n. En la misma, similar a un bolet¨ªn de denuncia, se recogen los datos del supuesto infractor (entre los que consta su domicilio) y el lugar donde ha sido cometida la falta administrativa. A todos se les sanciona por el art¨ªculo 36.11 de la Ley de Seguridad Ciudadana, que castiga ¡°la solicitud o aceptaci¨®n por el demandante de servicios sexuales retribuidos en zonas de tr¨¢nsito p¨²blico¡±. El acta se remite a la Delegaci¨®n del Gobierno en Madrid, que es la encargada de poner la cuant¨ªa de la multa.
El conductor, visiblemente contrariado, se sube a su veh¨ªculo y se marcha. Los coches patrulla se ven y los camuflados vuelven a patrullar. No han pasado cinco minutos cuando salta un comunicado por la emisora. ¡°Atenci¨®n, veh¨ªculo captado en la calle de Pi?u¨¦car¡±. Los veh¨ªculos policiales rodean a un Seat Le¨®n negro, con dos vecinos de un municipio de la zona sur. Mientras uno estaba con una mujer, el otro esperaba en el asiento delantero. De inmediato llegan los tres motoristas y vigilan la zona, mientras otras chicas van andando a ver a su compa?era. Los agentes cachean uno a uno a los clientes y les obligan a poner todo lo que llevan en los bolsillos encima del cap¨® de su propio coche.
¡°El n¨²mero de clientes y de chicas es bastante bajo. Se nota que es verano y que muchas mujeres se han marchado¡±, reconoce el inspector. ¡°Cuando m¨¢s movimiento hay es por las ma?anas y por las tardes, que es cuando el pol¨ªgono est¨¢ a pleno rendimiento¡±, a?ade el agente que le acompa?a. Por las noches es frecuente ver potentes coches, tipo Mercedes y BMW, que llevan a las prostitutas comida y pal¨¦s para que los quemen en las noches de invierno. Son los proxenetas.
El pol¨ªgono se distribuye por zonas. En unas se colocan las rumanas, en otras las africanas y en otro punto m¨¢s alejado, las transexuales. Unas 400 mujeres ejercen la prostituci¨®n en esta ¨¢rea durante todo el d¨ªa.
Al ser dos los hombres sancionados, se tarda un poco m¨¢s en tramitar las actas. Los coches se vuelven a dispersar y comienzan a patrullar. Una r¨¢pida mirada del agente que conduce una furgoneta rotulada de la UPR permite descubrir a un nuevo infractor. En este caso se trata de un BMW gris que lleva detr¨¢s a una mujer rumana de 25 a?os que lleva cuatro en Espa?a. El polic¨ªa se pone a su altura y le da el alto. Le obliga a parar en el lateral ante la mirada de sorpresa del propietario del veh¨ªculo.
Ha pasado cerca de una hora y el servicio se desmonta. En 40 minutos los agentes han levantado cuatro actas. ¡°Lo fundamental es que la gente sepa que vamos a sancionarla y que deje de venir. Ser¨¢ la ¨²nica forma de acabar con la prostituci¨®n en esta zona de una vez¡±, dice el mando policial. Mientras, otros clientes ajenos a lo que est¨¢ pasando contin¨²an hablando con las mujeres, que se montan en los veh¨ªculos.
¡°Mis hijos no saben que me dedico a esto¡±
Gabriela (nombre de trabajo) es una paraguaya de 38 a?os que tiene tres hijos, de 10, 19 y 21 a?os. Con la llegada de la crisis la despidieron de un hipermercado y durante un tiempo estuvo sin trabajo. Entonces decidi¨® probar suerte en la prostituci¨®n para mantener a sus v¨¢stagos. Primero estuvo en la Casa de Campo, pero despu¨¦s prefiri¨® la zona de Marconi, en Villaverde. ¡°Robar no s¨¦ hacerlo y ten¨ªa que ganarme la vida¡±, afirma esta mujer, que muestra gran arrojo.
Suele ir por las tardes al pol¨ªgono y est¨¢ hasta que se hace de noche. Hace poco una banda de mafiosos rumanos intent¨® convencerla para que acudiera a un pol¨ªgono de Vic¨¢lvaro. No le convenci¨® ten¨ªa que darles 200 euros por el transporte, por lo que prefiri¨® seguir en Villaverde. ¡°Mis hijos no saben que me dedico a esto. Ni quiero que lo sepan. Con lo que gana mi hijo de 19 a?os y con lo que saco yo, salimos adelante¡±, asegura Gabriela.
Asegura que tiene clientes fijos y que son muchos los que acuden a verla solo para charlar con ella. No mantienen relaciones sexuales de ning¨²n tipo. Algunos clientes incluso van ¡°reci¨¦n duchados y oliendo a colonia¡±. ¡°Mucha gente est¨¢ en la soledad m¨¢s absoluta. Hay muchos t¨ªos para los que somos aut¨¦nticas psic¨®logas. Tan solo me dan unos besos o ponen su mano en mis piernas¡±, mantiene la mujer. Esa media hora les cuesta 20 euros.
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