La ruta de Caravaggio
Tan solo tres cuadros en Madrid y uno en Toledo, esas son las cuatro joyas m¨¢s pr¨®ximas del gran pintor barroco
Cada cuadro de Caravaggio (1571-1610) es en s¨ª mismo una novela de aventuras; admiten la f¨¢bula y el elogio, la especulaci¨®n y hasta la fantas¨ªa literaria. La bibliograf¨ªa disponible es ingente y crece sin parar. Madrid tiene tres, pero a esa ruta, por proximidad y rigor, hay que agregar el de la catedral de Toledo San Juan Bautista con el cordero (1602).
Son pocos, pero muy singulares. Han sobrevivido a avatares diversos: incendios, robos, guerras, decomisos y hasta restauraciones aventuradas. En el Museo del Prado est¨¢ David vencedor de Goliat; en el Palacio Real podemos ver Salom¨¦ con la cabeza del Bautista, y en el Museo Thyssen Santa Catalina de Alejandr¨ªa. Recientemente, el San Juan Bautista de Toledo viaj¨® al Louvre. Hab¨ªa sido restaurado en El Prado en 1970 y solamente sali¨® de Toledo antes en 1973 para una muestra en Sevilla y en 1999 a El Prado.
Madrid tendr¨ªa dos m¨¢s si no se hubieran exportado en el siglo XX;
Madrid tendr¨ªa dos m¨¢s si no se hubieran exportado en el siglo XX; primero sali¨® El martirio de San Andr¨¦s. En 1976 fue El sacrificio de Isaac, de cuya autor¨ªa hay dudas. Es habitual discutir la paternidad de las obras atribuidas al misterioso y escurridizo pintor barroco que, se cree, muri¨® asesinado en Porto Ercole el 18 de julio de 1610. En el caso del David vencedor de Goliat fueron los rayos X los que lo confirmaron.
Los propios cuadros proponen un periplo que contempla el tri¨¢ngulo Prado-Thyssen-Palacio Real, antes de coger el AVE a Toledo. Vale la pena, y hay mucho que mirar y preguntarse. Es como si los cuadros se resistieran a la quietud a la que est¨¢n condenados, como si la materia pict¨®rica y lo que encierran, con una din¨¢mica secreta, quisieran decirnos muchas cosas m¨¢s all¨¢ de cualquier representaci¨®n literal. No se sabe todav¨ªa todo de estas pinturas y a algunas se las ha rastreado a trav¨¦s de las numerosas copias antiguas que existen y que est¨¢n catalogadas, como es el caso del David de El Prado. No hay una monograf¨ªa para esta excursi¨®n, pero vale la pena saber que el especialista Roberto Longhi se equivoc¨® e introdujo a principios de siglo XX a Santa Catalina en los estudios modernos como obra de Orazio Gentileschi.
En el inventario a Caravaggio lo llaman Caravacho.
El Bautista de Toledo que vemos hoy responde al original y en la restauraci¨®n se le elimin¨® un trozo enorme por el lado inferior que representaba una charca de agua, agregado en el siglo XVIII para que se ajustara a un marco de m¨¢rmol en la b¨®veda de la catedral. Se da por seguro que este cuadro es el mismo inventariado en los bienes del arquitecto lombardo Onorio Longhi, amigo personal de Caravaggio.
La Salom¨¦ del Palacio Real, obra de ¨²ltima ¨¦poca casi con seguridad pintada entre octubre de 1609 a julio de 1610, al parecer vino a Espa?a con los cuadros del conde de Castrillo, que fue virrey de N¨¢poles entre 1653 y 1659. En el inventario a Caravaggio lo llaman Caravacho. La obra se salv¨® del incendio del Alc¨¢zar y viaj¨® a San Lorenzo de El Escorial, donde durmi¨® a?os en la Casita del Pr¨ªncipe. En los a?os cincuenta del siglo XX pas¨® al Palacio Real.
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