El p¨¢lpito sugerido
Vetiver inaugura la temporada oto?al de conciertos con su gusto por la sutileza a la manera de los setenta
Andy Cabic es uno de esos viejos amigos con los que siempre apetece reencontrarse, una presencia tan c¨®mplice y familiar como para que la incomodidad resulte una opci¨®n remota. Incluso aunque nuestro figurado hilo de guasaps hubiera descendido muchas posiciones en la n¨®mina de chateos, asoma por el extremo izquierdo del escenario la media sonrisa de este hombre menudo, abstra¨ªdo, sentimental, y entran ganas de emular a los cl¨¢sicos: ¡°Dec¨ªamos ayer¡±. L¨¢stima que estos elixires de pop intimista, campestre y deleitoso, tan propicio para ulular o sugerir susurros, siga una d¨¦cada despu¨¦s figurando entre los secretos desdichadamente guardados para unos pocos chicos listos: la entrada de anoche en El Sol fue bien modesta, por mucho que Vetiver parezca una opci¨®n inmejorable para abrir un ciclo denominado American Autumn (Oto?o Americano).
Lo cierto es que en esta ocasi¨®n apenas hab¨ªamos tenido tiempo de a?orar a Cabic, por cuanto a¨²n en marzo se nos present¨® en el Lara junto a su eterno aliado Devendra Banhart. Pero como el larguirucho medio venezolano es el expansivo del t¨¢ndem, el engatusador de palabra fulgurante y sonrisa acaparadora, ayer era mucho mejor oportunidad para dejarse envolver por la melod¨ªa delicada y el p¨¢lpito solo sugerido, una constante est¨¦tica que el de Carolina del Norte escenifica orill¨¢ndose en un extremo de las tablas. Ah¨ª, agazapado bajo la media penumbra y la sombra de su viserita sempiterna, Andy parece impulsarnos a descodificar un mensaje flagrante: no me miren tanto, entrecierren la mirada, del¨¦itense con los punteos y la voz de brisa, no se preocupen de gran cosa. Disfruten.
Hay una apariencia acaso humilde en la propuesta de Vetiver, pero equ¨ªvoca si nos lleva a pensar que cualquier m¨²sico con cierto bagaje en los territorios de la americana podr¨ªa rubricar un repertorio as¨ª. Cabic escribe con un trazo tan fino que no se le notan las costuras, pero en piezas como Rolling Sea asombra la delicadeza excepcional en el matiz, en las pautas. La noche puede electrizarse en You May Be Blue, no se crean, con su p¨¢tina de blues psicod¨¦lico casi bajo los patrones de David Gilmour. Y nada resulta tan inteligentemente optimista como Everyday, un himno de bajo ascendente y hechuras duraderas. Ah¨ª queda claro que Cabic acabar¨ªa grabando discos a pachas con Josh Rouse si lo adopt¨¢semos en la pen¨ªnsula.
Queda la duda razonable de si Vetiver no habr¨¢ perdido algo de su inspirada exquisitez con el reciente Complete Strangers, un sexto disco que parte de la cr¨ªtica estadounidense ha despedazado por su ligereza al filo de la intrascendencia. Puede que Cabic haya limado tanto las aristas como para asentarse en una meseta pl¨¢cida y fofa, sensaci¨®n que se acrecienta cuando con Current Carry nos descubrimos acord¨¢ndonos de cl¨¢sicos del soft rock como, glubs, Orleans. No es f¨¢cil escribir preciosidades como Hard To Break todos los d¨ªas, c¨²spide en esa faceta de Paul Simon indie. Pero los fulminantes arpegios pareados de Loose Ends figuraron entre lo mejor de la velada, como si Gary Louris supervisara las operaciones. A?adan las invitaciones a The Band (Been So Long) y comprender¨¢n que no es momento de perder la fe en Cabic.
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