Alcal¨¢ blues
Por ahora, el jazz es un remanso entre dos aguas, donde confluye Gran V¨ªa con Alcal¨¢
Por ahora, el jazz es un remanso entre dos aguas, donde confluye Gran V¨ªa con Alcal¨¢. Es la m¨²sica congelada en las fotograf¨ªas de Hermenegildo S¨¢bat que tuvo a bien retratar al paso de d¨¦cadas los silencios y la sonora saudade de muchos grandes del jazz, pero tambi¨¦n son todas las fotograf¨ªas que Jorge Mara ha comprado a otros grandes fot¨®grafos y de pronto, en pleno C¨ªrculo de Bellas Artes me mira de frente Duke Ellington y Ella Fitzgerald levanta el cuello para soltar una nota tan perfecta que todos los m¨²sicos del mundo se detienen a afinar sus instrumentos con su tesitura y el tono preciso que suelta desde una fotograf¨ªa esa negra con plumas de ave en la cabeza que embelesa a Dizzy Gillespie. Al lado, te mira sonriente Count Basie y dan ganas de abrazar a Chet Baker o predecirle a la foto de Sinatra la gloria garantizada que le regala su voz desde el instante mismo en que a alguien se le ocurri¨® que la m¨²sica sincopada como un sue?o no necesariamente ten¨ªa que seguir los patrones de las partituras sinf¨®nicas, sino soltarse libremente en el aire de la improvisaci¨®n con duende.
?Jorge Mara es el core¨®grafo de la deliciosa exposici¨®n que re¨²ne im¨¢genes invaluables de casi una treintena de fot¨®grafos que han clonado las teclas del piano del alma y Hermenegildo S¨¢bat ha retratado sus m¨¢s entra?ables pasiones por el jazz no s¨®lo con su c¨¢mara infalible, sino con una personal manera de cuajar acuarelas. Juntos, han convertido al C¨ªrculo de Bellas Artes en un barco de vapor en plena confluencia de Alcal¨¢ con Gran V¨ªa: los ojos recorren las caras del jazz, fijos en las voces y sus vestidos, luego los metales y su desgarro, los pianos que se salen de la imagen con el eco de sus nostalgias y todas las percusiones de ese mundo llamado jazz que se han sincronizado con el coraz¨®n de cualquiera que se atreva a escuchar las letras que partieron de los viejos sermones de p¨²lpito cantado y evolucionaron hasta repetir murmullos ¨ªntimos de todo amor o desgracia callada y luego, las acuarelas de Hermenegildo que son agua de colores, neblina azulada que sale de una parvada de trompetas, algod¨®n impalpable como humo de tabaco que rodea la grandeza de Pee Wee Russel y su clarinete de Hamelin.
Dec¨ªa Alfonso Reyes que en las charlas de caf¨¦s en Madrid, ¡°una tenu¨ªsima corriente de evocaciones pasa cosquilleando el esp¨ªritu. No se define nada. Precisar, duele. ?Oh, voluptuosidad! Rueda por las terrazas de Alcal¨¢ ¡ªcalle arriba, calle abajo¡ª un vago rumor de almas en limbo¡±. Como el sue?o de la dama de m¨¢rmol que duerme ya para siempre en el C¨ªrculo de Bellas Artes oyendo como mantra de puro jazz la m¨²sica que llevamos tatuada en el alma.
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