La nada de Artur Mas
Desde su proverbial inmovilismo, Rajoy engord¨® el independentismo. Pero nada tiene que ver ahora con la huida hacia adelante del presidente en funciones
Artur Mas es el presidente de una Generalitat desactivada. Desactivada por ¨¦l mismo. Si el presidente del Gobierno espa?ol optara por el art¨ªculo 155 de la Constituci¨®n, se encontrar¨ªa con la faena pr¨¢cticamente realizada. No hay ning¨²n indicio de que la m¨¢xima instituci¨®n catalana (s¨ª, la m¨¢xima instituci¨®n, aunque en su partido y compa?eros de mudanza al monte han preferido ignorarlo como principio de irrealidad) sirva para algo que no sea crear una inmensa y grave incertidumbre entre la poblaci¨®n (a la que se debe, por imperativo moral y porque sus miembros de todos los niveles administrativos perciben un salario para hacer ese trabajo de servicio y no para generar ideolog¨ªa, por m¨¢s respetable que esta sea).
Es verdad que no est¨¢ solo en su porf¨ªa contra el Gobierno central. Le apoyan los diputados de su partido (suponiendo que su partido lo siga siendo), Esquerra Republicana y los diez vitales de la CUP, sin los cuales Artur Mas no podr¨¢ ser investido presidente. Pero la instituci¨®n como tal est¨¢ parada, la m¨¢quina de poner en funcionamiento lo que se aprueba ¡ªsuponiendo que se aprobara algo que beneficiara directamente a los ciudadanos, sean del color que sean pol¨ªticamente¡ª est¨¢ neutralizada por una mayor¨ªa de esca?os que no suponen la mayor¨ªa de la poblaci¨®n catalana.
Y ese incre¨ªble paro de actividades se debe sustancialmente a que no hay gobierno (y no ser¨¢ porque no se haya invertido dinero p¨²blico y tiempo en montar unas elecciones para que lo haya, adem¨¢s de arrojarnos cifras irrebatibles sobre qu¨¦ porcentaje de ciudadanos de Catalu?a quieren la independencia). Por no haber, tampoco hay parlamento, que ya es decir. No hay nada parecido a un lugar donde se propongan y se aprueben leyes que hagan la vida de los ciudadanos m¨¢s acorde con sus expectativas de confort (y felicidad, claro, faltar¨ªa m¨¢s), adem¨¢s de hacer lo posible y lo imposible porque aquellas familias que no pueden llegar a fin de mes, lo puedan hacer.
Mas prefiri¨® desactivarse ¨¦l solito, adem¨¢s de a su partido y a casi toda Catalu?a, en lugar de insistir con la perseverancia de los verdaderos estadistas
Hace unos escasos dos a?os, Artur Mas estuvo muy cerca de ser un hombre de Estado. Que no llegara a serlo es achacable tambi¨¦n a Mariano Rajoy, que tambi¨¦n lo pudo ser y no supo. Pero hoy ya no podemos seguir culpando al presidente de Gobierno de tama?a irresponsabilidad de Artur Mas.
Desde su proverbial inmovilismo, Rajoy engord¨® las bases del independentismo. Pero ese mismo inmovilismo nada tiene que ver ahora con la huida hacia adelante del presidente en funciones. Hubiera sido un hombre de Estado realmente si hubiera canalizado la frustraci¨®n de una parte importante de la ciudadan¨ªa (aunque nunca la mayor¨ªa de la poblaci¨®n), contando los que tambi¨¦n se siente frustrados sin ser independentistas, en buscar apoyo en los sectores que declararon ser afines a una b¨²squeda responsable del encaje de Catalu?a en Espa?a. No le hubieran faltado amigos en esa ruta. Incluso fuera de Catalu?a, empezando por acreditados juristas que ve¨ªan realizable una reforma de la Constituci¨®n que redefiniera un estatus distinto de Catalu?a en base a su personalidad cultural y ling¨¹¨ªstica. Incluso ahora ya comienza a pedirse un refer¨¦ndum vinculante acordado con el gobierno central desde posiciones de izquierda. Un refer¨¦ndum que el PSOE no sabe y no quiere defender, haciendo que esa falta de valent¨ªa pol¨ªtica lo alinee al lado del PP y Ciudadanos en la defensa a ultranza de la unidad de Espa?a.
Pero Artur Mas prefiri¨® desactivarse ¨¦l solito, adem¨¢s de a su partido y a casi toda Catalu?a (a independentistas y no independentistas de a pie), en lugar de insistir con la perseverancia de los verdaderos estadistas. Y hacerlo con las fuerzas m¨¢s progresistas de Espa?a para que fuese una naci¨®n de naciones aut¨¦nticamente federal. Setenta a?os esperaron los escoceses para poder convocar un refer¨¦ndum de independencia. Lo reconoci¨® el mismo ex primer ministro escoc¨¦s, Alex Salmond, en la televisi¨®n p¨²blica catalana. Y lo expres¨® como si rezara: ¡°setenta a?os no son nada¡±. A Artur Mas lo enga?aron las fechas fetiche. Alguien se la susurr¨® al o¨ªdo, 1714. Y ¨¦l se la crey¨®. Ah¨ª se inici¨® la nada jur¨ªdica y de gobernanza que comenzamos a padecer.
De esos dos hombres de estado que pudieron ser, solo queda Rajoy para simular pat¨¦ticamente que ya lo es. Artur Mas simula que lo ser¨¢ en otra dimensi¨®n, sacrificando por esa la m¨¢s cercana y realizable que es por la que muchos nos hubi¨¦ramos jugado seguir erre que erre. Ahora un servidor solo desea que los estadistas que no supieron ser, est¨¦n a tiempo de retirarse o ser retirados de su cuartel de pir¨®manos.
J. Ernesto Ayala-Dip es cr¨ªtico literario
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