Barcelona y La Torrassa, una nueva oportunidad
Es el momento de volver a plantear la necesidad de una Barcelona metropolitana sin que los municipios desaparezcan
Catalu?a, como cualquier territorio complejo en su morfolog¨ªa, su historia y su composici¨®n socio-cultural, es heterog¨¦nea, incluso contradictoria. La diversidad puede ser problem¨¢tica pero es siempre una riqueza. Los comportamientos electorales reflejan estas diversidades. Es suficiente comparar el Camp de Tarragona con Girona y las comarcas de su entorno. O la ciudad de Barcelona y el entorno metropolitano, que, sumados, representan m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n. No hay una fractura, pero s¨ª una distancia. No se expresa mediante la confrontaci¨®n, pero s¨ª por la desconfianza. No comparten lazos sentimentales, pero s¨ª relaciones funcionales desde posiciones desiguales.
Los perif¨¦ricos se sienten m¨¢s o menos discriminados, los barceloneses sienten poco inter¨¦s por los dos millones que les rodean. La predicci¨®n amenazadora que de vez en cuando anuncian desde la capital del Estado no es una realidad, tampoco es un espejismo. La din¨¢mica con vocaci¨®n identitaria del catalanismo independentista no pretende excluir a los ciudadanos de origen no catal¨¢n o descendientes de inmigrantes y que viven en ¨¢reas donde predomina esta poblaci¨®n. Pero el proceso independentista acelerado ha hecho que emerjan factores identitarios, como la lengua, el origen y el status social, que ponen en cuesti¨®n la integraci¨®n plena de los ciudadanos de Catalu?a en una naci¨®n compartida.
Mala cosa es afirmar ¡°una identidad¡±, somos unos, sois los otros. La identidad es un mito construido sobre mitos, entendido como relatos simb¨®licos. No tenemos una identidad, tenemos muchas, como tenemos roles sociales, ideas pol¨ªticas y compormientos colectivos muy diversos. A Tony Judt le preguntaron una vez qu¨¦ pensaba de la identidad y respondi¨® lac¨®nicamente ¡°es peligrosa¡±. Acent¨²a conflictos fuertemente emocionales a partir de elementos distintos, pero compatibles. Y cuando emergen en el escenario pol¨ªtico son de peligroso manejo. Una de esas situaciones vemos en el ¨¢rea de Barcelona y en el Camp de Tarragona. Sectores populares perif¨¦ricos (incluidos algunos barrios barceloneses)cambiaron el voto social de izquierdas por el voto identitario conservador. En la ciudad de Barcelona, mientras tanto, los sectores medios y altos votaron mayoritariamente independentismo. Hay que relativizar esta imagen, pues una mayor¨ªa de capas medias y populares votaron a los partidos catalanistas si sumamos al independentismo a Catalunya S¨ª que es Pot. Y una parte importante de las elites catalanas votaron a los partidos conservadores espa?olista. Pero en pol¨ªtica lo que parece es lo que cuenta y hay un imaginario que se apoya en elementos reales que puede distorsionar la realidad y acentuar confrontaciones que no interesan ni a Catalu?a ni a Espa?a, ni a las derechas ni a las izquierdas. Hay que reconstruir el di¨¢logo entre Catalu?a y el Estado y lo que menos necesitamos todos son conflictos emocionales identitarios.
Tenemos ahora la oportunidad de promover una mayor integraci¨®n entre Barcelona y el entorno metropolitano
Tenemos ahora la oportunidad de promover una mayor integraci¨®n entre Barcelona y el entorno metropolitano. Se ha usado la imagen de unas clases medias de origen y lengua catalanas, frente a unas clases populares, de origen y lengua castellana; la Barcelona de Sarri¨¢ frente al entorno metropolitano del Baix Llobregat. Algo similar a lo que se hac¨ªa a principios del siglo XX entre la Barcelona del Eixample y los barrios de La Torrassa y Collblanch de L'Hospitalet. Pero no solo las distancias socioecon¨®micas y culturales son hoy mucho menores, sino que tanto la ciudad central como la periferia son ahora heter¨®geneas y los comportamientos pol¨ªticos se han estructurado hasta ahora mucho m¨¢s por el eje derecha/izquierda que por el eje identitario o ling¨¹¨ªstico. La fisura que ahora aparece es superable.
Es el momento de volver a plantear la necesidad de una Barcelona metropolitana. No se trata de hacer desaparecer los municipios, pero s¨ª de dar fuerza pol¨ªtica y cultural a la ciudad metropolitana, la corona que comprende el Barcelon¨¦s y gran parte del Baix Llobregat. Una asamblea elegida (los municipios pueden ser la circunscripci¨®n) que no s¨®lo asuma las pol¨ªticas y servicios metropolitanos, sino las estrategias socioecon¨®micas, los grandes proyectos urbanos y la unificaci¨®n de la fiscalidad local. Solo as¨ª se podr¨¢n plantear pol¨ªticas coherentes y redistributivas. Con un alcalde y un gobierno metropolitanos, que puede ser tanto del Eixample como de Santa Coloma, Cornell¨¤ o La Torrassa. No se trata de rebajar los municipios a meros distritos, sino conseguir que todos se sientan, no solo de su barrio y de su municipio, tambi¨¦n ciudadanos barceloneses. Como dec¨ªa Joan Maragall, soy catal¨¢n porque soy primero de mi pueblo y del Empord¨¤. Todos podr¨¢n decir somos catalanes porque somos de Barcelona.
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