La Filharmon¨ªa ante el coloso
La orquesta recibe tras la 'Tr¨¢gica' de Mahler el mejor premio del p¨²blico: un largo silencio antes de romper en una sonora ovaci¨®n
La Real Filharmon¨ªa de Galicia (RFG) dirigida por su titular, Paul Daniel, interpret¨® el pasado jueves en el Auditorio de Galicia la Sinfon¨ªa n? 6 en la menor, ¡°Tr¨¢gica¡±, de Gustav Mahler. La monumental obra fue interpretada sobre un arreglo escrito por Joam Trillo para adaptarla a los efectivos de la orquesta gallega y su ejecuci¨®n por Daniel y una reforzada RFG fue premiada por una fuerte ovaci¨®n del p¨²blico que pr¨¢cticamente llenaba el Auditorio de Galicia.
Justo antes, tras el dur¨ªsimo acorde del tutti en fortissimo y los meditativos ¨²ltimos pizzicati en pianissimi, se produjo un largo y espeso silencio.Era lo debido: la audici¨®n de esta sinfon¨ªa deja anonadado a quien la escucha y siente en concentraci¨®n y en profundidad y su pavoroso y desolador final invita al silencio y a la reflexi¨®n. Este silencio ¡°activo¡± se convierte as¨ª en el mejor premio de un p¨²blico que demuestra lo hondo que le ha calado la obra, aunque alguien lo rompiera antes de bajar los brazos el director.
La satisfacci¨®n del p¨²blico fue prolongaci¨®n y reflejo de la lograda por Daniel y sus m¨²sicos. Por su composici¨®n habitual, la orquesta compostelana tiene muy pocas ocasiones de acercarse al sinfonismo mahleriano y, a la salida del concierto, muchos de sus m¨²sicos se declaraban felices, aunque no hac¨ªa falta que hablaran; sus rostros lo dec¨ªan por ellos. Y ten¨ªan sus buenas razones para estarlo: su entrega a lo largo de la noche fue ejemplar, con un gran trabajo de cada una de sus secciones; la tr¨¢gica no deja resquicio para el descanso. Cuerdas, los muy reducidos vientos (entre estos, especialmente, la secci¨®n de trompas) y percusi¨®n tuvieron un duro trabajo toda la noche.
Todos los solistas tuvieron su momento m¨¢gico: la flauta de Laurent Blaiteau, el oboe de Christina Dominik, el corno ingl¨¦s de Esther Vi¨²dez, el clarinete de Beatriz L¨®pez, el clarinete bajo de Vicente L¨®pez, la trompa de Jordi Ortega, la trompeta de Javier Sim¨® o el timbal de Jos¨¦ Vicente Faus. Entre los refuerzos, la tuba de Miguel Franqueiro y la percusi¨®n: con Francisco Jos¨¦ Sanchez aportando el traducido color desde las l¨¢minas y Francisco Revert. Este, junto al trabajo menos lucido, con toda precisi¨®n exigible y la teatralidad inherente al peso del instrumento, descarg¨® el pesado golpe de mazo que culmina el momento m¨¢s espectacularmente dram¨¢tico de la obra.
La direcci¨®n de Daniel tuvo sus acostumbradas precisi¨®n y musicalidad; su capacidad de expresi¨®n tradujo adecuadamente todos los aspectos tr¨¢gicos de la obra y tambi¨¦n sus momentos de mayor lirismo. La disposici¨®n de los vientos en dos gradas situadas en diagonal a ambos lados del escenario ¨Cmaderas a la izquierda y metales a la derecha- logr¨® su prop¨®sito de clarificaci¨®n del sonido de ambas familias de instrumentos.
Pese a la reducci¨®n de efectivos planeada por Trillo, esta necesidad de m¨¢xima claridad de sonido se hac¨ªa especialmente necesaria por el desequilibrio de efectivos de las cuerdas respecto al resto de la orquesta. Un total de 45 instrumentos de cuerda ¨Cy con solo cuatro contrabajos- se muestra claramente insuficiente ante la din¨¢mica mahleriana. Y esto pese a que el esfuerzo de sus m¨²sicos alcanz¨®, especialmente al inicio de la obra, momentos de gran brillantes de sonido. Este enorme esfuerzo f¨ªsico y emocional dej¨® su huella, tambi¨¦n sonora, en los dos ¨²ltimos movimientos.
Y al final se hizo el silencio; el m¨¢s atronador, ese del que parte y al que ha de llegar la m¨²sica. El que permite asimilar al menos parte de la inmensidad art¨ªstica de una obra como la Tr¨¢gica.
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