Los d¨¦ficits ocultos
Dos partidos destinados presuntamente a la marginalidad extramuros, la CUP y Podemos, han asaltado el centro sin subirse a las almenas y sin se?ales de propiciar la subversi¨®n del sistema
Escribo este art¨ªculo cuando toda Catalu?a est¨¢ pendiente de la decisi¨®n de la CUP sobre la investidura de Mas y no tengo pron¨®stico alguno. Pero la cultura asamblearia de estas candidaturas populares ha introducido ya un factor poderoso de renovaci¨®n democr¨¢tica. Su militancia es exigua pero ha sido muy alta su capacidad de conectar con una poblaci¨®n descontenta e insatisfecha con el funcionamiento ordinario de la democracia.
Al margen de lo que decidan, me parece que lo que ha sucedido ha sido saludable e inquietantemente revelador: ha puesto al descubierto algunos de los d¨¦ficits ocultos del poder cuando aspira a seguir en el poder a toda costa, incluido reconocer que s¨ª dispone de 250 millones de euros que estaban destinados a otras cosas y que por arte de magia pueden pasar a financiar, tras investir a Mas, una bater¨ªa de propuestas de emergencia social. O no eran emergencias sociales hasta hace dos meses, o a la Generalitat s¨®lo le han parecido emergencias sociales al necesitar el voto de la CUP. Si Junts pel S¨ª hubiese obtenido alg¨²n esca?o m¨¢s, estas medidas no estar¨ªan sobre la mesa ni formar¨ªan parte de la negociaci¨®n porque no habr¨ªa negociaci¨®n alguna. Y sin que nadie me tache de gafe, mantengo una desconfianza profunda sobre la efectividad de las medidas e ignoro el modo en que la CUP puede blindar el cumplimiento de esos acuerdos una vez est¨¦ ya investido Mas.
La mitad de la causa del nacimiento de Podemos tiene que ver con la misma insatisfacci¨®n. Unos y otros constituyen las mejores pruebas del modo en el que una democracia viva tasa sus nuevas exigencias de limpieza y equidad. Si tanto la CUP en Catalu?a como Podemos en Espa?a obtuviesen resultados masivos y mayoritarios, porcentajes de apoyo cercanos a mayor¨ªas absolutas, estar¨ªamos sin duda ante la quiebra del sistema. Su ¨¦xito arrasador evidenciar¨ªa la inconsistencia de una democracia parlamentaria y obviar¨ªa que hab¨ªa entrado en una crisis radical e irreversible: se abrir¨ªa entonces un escenario tan indefinido como inimaginable.
Lo que ha sucedido a lo largo de un a?o completo en campa?a electoral es muy diferente y muy poco apocal¨ªptico. Ha sido una demostraci¨®n fastuosa y descarada de democracia sin complejos y sin el menor atisbo de riesgo sist¨¦mico ni de amenaza a la estabilidad institucional, ni siquiera al funcionamiento ordinario del Estado. Los dos partidos han expresado como ning¨²n otro sector social la voluntad de trasladar la respiraci¨®n renovada de la calle a la respiraci¨®n misma del Estado, pero adem¨¢s han conseguido probar con su movilizaci¨®n y su agitaci¨®n medi¨¢tica, pol¨ªtica y callejera que la democracia funciona insospechadamente bien. Dos partidos destinados presuntamente a la marginalidad extramuros han asaltado el centro sin subirse a las almenas, sino a las convicciones, a la exigencia y a la evidencia de la erosi¨®n que viv¨ªa esa misma democracia.
La CUP y Podemos han entrado por la puerta sin reventar ventanas y sin saltar tapias, y de momento ninguno de los dos ha dado muestra alguna de propiciar la subversi¨®n del sistema. Los que empiezan a dar muestras de su mala educaci¨®n pol¨ªtica o incluso escapan a los m¨ªnimos de dignidad democr¨¢tica han sido otros, en particular en Catalu?a. Si aletea la desobediencia al ordenamiento jur¨ªdico espa?ol que promueve la CUP es porque al nacionalismo convergente de nueva generaci¨®n le ha convenido coyunturalmente fingir su complicidad con esa desobediencia. Pero el objetivo de Artur Mas es el poder y, a pesar de encadenar derrota tras derrota, a Mas el ejemplo democr¨¢tico de los ingleses no le ha servido para dimitir, como hubiera hecho cualquiera de ellos, y como hicieron efectivamente los perdedores hace unos meses. Los invocaba Mas para el refer¨¦ndum escoc¨¦s, pero no los invoca para esta otra exigencia democr¨¢tica. Ha quedado al descubierto la pobreza de la ¨¦tica democr¨¢tica de un presidente que no s¨®lo no dimite en cada sucesiva sangr¨ªa de votos, sino que se resiste a dar el paso que resolver¨ªa la gobernabilidad en Catalu?a.
A m¨ª me gustar¨ªa poco el resultado, pero tendr¨ªa que resignarme a aceptar la investidura de Junqueras con los votos de la CUP. Lo que abochorna democr¨¢ticamente es la intangibilidad sagrada de Mas: eso, en la Inglaterra de todos los referendos, nadie lo habr¨ªa entendido ni tolerado.
Jordi Gracia es profesor y ensayista.
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