?ngeles del infierno revolotean en el aire
El pol¨ªtico corrupto ha amparado con su ejemplo la infiltraci¨®n criminal de las instituciones
Lunes. El ensayista italiano Giuseppe Scaraffia asegura que el destino, desterrado por el progreso, merodea por el siglo como una divinidad destronada, dispuesta a aprovechar cualquier instante de desaliento para volver a asomarse. En el rostro de los imputados se dibuja por ello una mueca asustada. Como si hubieran comprendido las consecuencias de su transgresi¨®n: provocar al destino, convocarlo, atraerlo hacia sus fr¨¢giles cuerpos mortales. Conmovidos por el inefable designio intentan adivinar en el rostro impasible de las jueces cu¨¢nto habr¨¢ en ellas de fatalidad.
Martes. Un amigo me desmiente: ?Izquierda? ?Qu¨¦ izquierda? En este pa¨ªs lo que hay es una derecha conservadora y una derecha progresista. Esto lo dice con un ¨¢nimo en absoluto beligerante. Para confirmar hasta qu¨¦ punto nuestra cartograf¨ªa pol¨ªtica est¨¢ alejada del paradigma europeo al que creemos pertenecer, hay que leer el libro que Val¨¦ry Giscard D¡¯Estaing dedica a la ?ltima oportunidad de Europa (Confluencias). El que fue presidente de la Rep¨²blica Francesa, entre 1974 y 1981, miembro del din¨¢mico espectro de los conservadores franceses, eval¨²a el impacto de la crisis en el proyecto europeo y atribuye los males padecidos a la ¡°desverg¨¹enza financiera y bancaria¡±. Si un l¨ªder del Partido Popular hablara con esta claridad de juicio, parecer¨ªa un emboscado de Podemos.
El Fiscal Horrach sienta a los imputados en el banquillo y los acusa de innumerables ultrajes, pero no encuentra tipificado en el C¨®digo Penal el delito m¨¢s grave: corrosi¨®n de la moral.
Mi¨¦rcoles. Si la derecha conservadora cat¨®lica y la izquierda laica progresista comprendieran qui¨¦n es en verdad su enemigo, unir¨ªan sus fuerzas para hacer frente a la m¨¢s despiadada conspiraci¨®n contra los fundamentos de la moral. Celebro que el Papa Francisco haya sido el primero en advertirlo: ¡°Trump no es cristiano¡±.
Los polit¨®logos se resisten a reconocer la filosof¨ªa que comparte la izquierda laica con la derecha conservadora: el cristianismo arraigado en sus sim¨¦tricas convicciones morales. Frente a ellos se levanta la amenaza revolucionaria del neo paganismo: adora al dios del dinero, proclama el darwinismo de los fuertes y difunde el desprecio por los perdedores. Para este dios feroz, la l¨®gica del sacrificio es una doctrina: ser¨¢n inmolados los que estorban, los desgraciados, miserables y enfermos. Un culto supersticioso que abomina de cualquier obligaci¨®n comunitaria y promete una imposible transacci¨®n con la muerte: lujo y poder a cambio de desesperaci¨®n. La ret¨®rica de sus l¨ªderes desvela lentamente esta gran ambici¨®n: extirpar la piedad del ordenamiento jur¨ªdico y acabar con el deber de la compasi¨®n. Fracasar¨¢n, claro est¨¢, pero nos dejaremos la piel en esta batalla.
Jueves. El Fiscal Horrach sienta a los imputados en el banquillo y los acusa de innumerables ultrajes, pero no encuentra tipificado en el C¨®digo Penal el delito m¨¢s grave: corrosi¨®n de la moral. Los pol¨ªticos corruptos han cometido estragos de imposible reparaci¨®n: han implicado a sus c¨ªrculos familiares y han destruido el blindaje de las instituciones. Suegros, cu?ados, sobrinos, hermanos y dem¨¢s familia se han visto sometidos a la turbadora disyuntiva: o avergonzarse del parentesco con la oveja pestilente, o difundir la difamaci¨®n de los acusados contra sus jueces y fiscales.
El pol¨ªtico corrupto tambi¨¦n ha amparado con su ejemplo la infiltraci¨®n criminal de las instituciones. Dos de las piezas m¨¢s recientes de su corrosiva influencia: una decena de polic¨ªas municipales de Palma est¨¢n en la c¨¢rcel acusados de proteger a delincuentes, extorsionar a empresarios, amenazar a cargos electos y hacer pr¨¢cticas de tiro vociferando el nombre de sus v¨ªctimas; una banda de ?ngeles del Infierno, delincuentes a caballo de sus motos de gran cilindrada, campaba por las apacibles carreteras rurales gracias a la serpenteante complicidad encontrada en la dejaci¨®n de las altas instancias. ?C¨®mo podr¨¢ el fiscal Horrach medir la influencia t¨®xica de los pol¨ªticos encausados?
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