Cervantes en el garito
El autor reconstruye los ambientes m¨¢s p¨ªcaros del Madrid del genial escritor alcala¨ªno
Miguel de Cervantes sigue dando sorpresas. Su vida fue tr¨¢nsito por muchos caminos inciertos, peligrosos e ilegales. Vivi¨® en compa?¨ªa de villanos y rufianes, de jugadores de ventaja y tah¨²res. Una biograf¨ªa llena de aventuras, naufragios, prisiones, c¨¢rceles y garitos. Amigo del naipe, conocedor de tretas, jugador de ventaja, compa?ero de ganchos y c¨®mplice de tah¨²res. Por esa senda se tropez¨® con altos eclesi¨¢sticos, duques y reyes, con poetas y editores.
El mundo de esos jugadores, de esos buscadores del oro en la baraja aparece en el op¨²sculo de Arsenio Lope Huerta. Adem¨¢s de un breve retrato del juego en los tiempos del Quijote se nos recuerda que en aquellos a?os de esplendor y decadencia, de riquezas y picard¨ªas, el juego era parada y fonda de la plebe y de los poderosos.
Poetas tan profundos como G¨®ngora se transformaban ante una partida de cartas. Compulsivo jugador que pasaba de sus ¡°soledades¡± a sus garitos. Quevedo dijo: ¡°Yace aqu¨ª el capell¨¢n del Rey de bastos, / Que en C¨®rdoba naci¨®, muri¨® en Barajas, / Y en las Pintas le dieron sepultura¡La sotana tra¨ªa / Por Sota, m¨¢s no por clerec¨ªa¡±.
El rey Felipe III, beato, ab¨²lico, meapilas y dominado por sus validos, que no ¡°sacaba los pasos de los conventos de monjas, ni los o¨ªdos de las consultas de frailes¡±, fue uno de los mayores tah¨²res de la Corte. Perdi¨® grandes cantidades al juego mientras dejaba que creciera la fastuosidad y la corrupci¨®n en su propia casa. El rey reza, se enriquece, juega y disimula. El pueblo peca y juega. Todo est¨¢ bien, todo en desorden.
En Madrid, capital de la pol¨ªtica y la picaresca, se jugaba dinero, muebles, esclavos, propiedades y hasta la honra. Todo se jugaba en aquellas ¡°casas de conversaci¨®n¡±. Famosa fue en Madrid la de la calle del Olivo. Hab¨ªa que entrar sabiendo ¡°de qu¨¦ pa?o eran sus gariteros¡±. Recuerda Deleito y Pi?uela que ¡°atra¨ªan a los jugadores con embustes, ama?os, lisonjas, peque?as atenciones, como brasero en invierno y agua fresca en verano, convidan con el traguillo de buen vino, con el bocadillo en conserva, para explotarlos mejor con naipes se?alados, qued¨¢ndose con sus alhajas, y ropas en sus garras, a cuenta de pr¨¦stamos usurarios¡±.
Cervantes nunca olvid¨® el juego, sus trampas y sus actores. Astrana dedica p¨¢ginas a su conocimiento de los juegos y su afici¨®n. Documenta alguna fortuna conseguida en los garitos que le permiti¨® pagar deudas y fianzas, vivir en ¡°hotel lujoso¡± y hasta hacer pr¨¦stamos.
Eran tiempos p¨ªcaros, tiempos de vivir peligrosamente con la colaboraci¨®n de alguaciles y corchetes, de profesores de valent¨ªa, espadachines y matasietes. Picaresca ociosa de falsos ermita?os, mendigos, birladores, ladrones y rufianes. ¡°Hab¨ªa tenderos de cuchilladas como de mercer¨ªa. La german¨ªa ten¨ªa all¨ª su solio y asiento preferente¡±. De todo esto que vivi¨®, jug¨®, perdi¨® y hasta tuvo fortuna, el jugador Miguel nos supo traducir en la mejor literatura de nuestra lengua. Vale.
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