Robar en el hospital
En medio de la crisis econ¨®mica y con recortes sanitarios, en una planta hospitalaria se producen episodios humillantes para los pacientes
La semana pasada fue para m¨ª de hospitales, pero no fueron las huelgas del transporte las que hicieron inolvidable la visita al hospital en una de las colinas de Barcelona. Vi aspectos de la crisis insospechados. La sanidad p¨²blica est¨¢ conociendo unos efectos indirectos de los recortes sanitarios que a¨²n no tienen estad¨ªsticas. Los robos. No me refiero a robos en sentido metaf¨®rico, del tipo ¡°los recortes nos roban enfermeros y doctoras, por su culpa ahora hay menos¡±, que, desde luego, aunque sea metaf¨®ricamente hablando, son ciertos: hay menos m¨¦dicos y menos enfermeras. Como hay menos camillas, menos quir¨®fanos operativos y menos camas disponibles. Hablo de otros robos: delincuentes que roban en las habitaciones, limpian de sus efectos a los pacientes y si pueden tambi¨¦n a sus acompa?antes.
Iba a visitar a una amiga que hab¨ªa sufrido una delicada intervenci¨®n, de cinco horas y medio de quir¨®fano. Hac¨ªa dos d¨ªas que estaba en una habitaci¨®n compartida, tras haber pasado otros dos en la sala de reanimaci¨®n al salir del quir¨®fano. Cuando la v¨ª estaba despierta y animada, pero no era ese su estado de ¨¢nimo ni su condici¨®n f¨ªsica cuando lleg¨® all¨ª dos d¨ªas antes. Le pregunt¨¦ si a partir de aquel momento ya pod¨ªa escribirle mensajes de m¨®vil, y entonces lo supe: le hab¨ªan robado el tel¨¦fono. ?Antes de ingresar?, le dije, convencida de que as¨ª habr¨ªa sido. No, aqu¨ª mismo, en esta misma habitaci¨®n, respondi¨®.
El mismo d¨ªa, un domingo por la tarde, que la acababan de trasladar a la habitaci¨®n, se lo robaron. Ten¨ªa el aparato junto a ella, en la cama, estaba todav¨ªa bastante alelada de la operaci¨®n. Su marido hab¨ªa salido de la habitaci¨®n, para acompa?ar a un familiar que les hab¨ªa ido a visitar. Y nada, al regresar ¨¦l, cuando ella despert¨® del alelamiento, el m¨®vil ya no estaba all¨ª.
Ese mismo domingo detuvieron, en el mismo hospital, a ocho personas por robar, seg¨²n les cont¨® luego el guardia de seguridad de la planta. Imag¨ªnense la cifra de los que lograron no ser descubiertos ni detenidos. Y multipliquen por los centros m¨¦dicos de la ciudad, p¨²blicos y privados¡ En cada planta de hospital, donde antes hab¨ªa unas siete enfermeras, ahora hay como mucho tres. Es dif¨ªcil para las enfermeras advertir los movimientos extra?os y escurridizos. Lo ha sido siempre, controlar lo que sucede con las visitas en un hospital. Es en gran manera una de las virtudes, al menos para m¨ª, del hospital p¨²blico, que permite visitar a los enfermos con tranquilidad y a las horas que cada cual pueda. Pero esto de ahora es distinto.
Es lo que han pensado tambi¨¦n los ladrones, han decidido que se ha terminado considerar al paciente de hospital como alguien que ya tiene bastante pena y al que no hay que robar. Siempre ha habido alg¨²n que otro robo en el hospital, pero no como ahora. Si antes miraban de robar material m¨¦dico y quiz¨¢s en alg¨²n despacho de los directivos, ahora se va a por cualquier cosa. M¨¢s all¨¢ del escaso dinero de bolsillo y de alguna tarjeta de cr¨¦dito, el bot¨ªn es ahora casi siempre el mismo: tel¨¦fonos m¨®viles y tabletas digitales. Esos dos grandes inventos que tanta compa?¨ªa hacen, en cualquier lugar y en cualquier circunstancia. M¨¢s todav¨ªa cuando resulta que est¨¢s enfermo, solo y a menudo desconcertado por el diagn¨®stico, en tu cama de hospital. Te pones tus cascos y escuchas m¨²sica o hablas con quien sea o ves cualquier programa de tele o de YouTube, y el tiempo pasa un poquito mejor, hasta que viene alguien a hacerte compa?¨ªa o acude el m¨¦dico o la enfermera a atenderte. Hasta ahora la crisis y los recortes se notaban en la cada vez peor comida. Ahora, adem¨¢s, te roban.
Si que est¨¢n desesperados, o del todo descerebrados, los ladrones, que no se les ocurre nada m¨¢s que ir a saquear a pacientes de hospital. Cualquier cosa es efecto y consecuencia y resultado de la crisis, claro que s¨ª, por supuesto que s¨ª, no faltar¨ªa m¨¢s. El progresivamente menor cerebro de los delincuentes, tambi¨¦n.
Me qued¨¦ tan estupefacta que, al d¨ªa siguiente, pensando en todo eso, me cort¨¦ un dedo mientras fregaba platos. Fui al CAP, al centro de atenci¨®n primaria, donde me atendi¨® muy bien, como siempre, mi competente doctora. Con buen humor, me respondi¨®, cuando le pregunt¨¦ c¨®mo llevan los recortes. ¡°Tenemos dos bajas. Esperemos que nadie m¨¢s se rompa un pie o un brazo, con los recortes no hay sustituciones y no damos abasto¡±. Por suerte, no tienen a nadie internado y no deben preocuparse por los ladrones.
Merc¨¨ Ibarz es escritora y profesora de la UPF.
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