Chuler¨ªa cl¨¢sica
El redivivo quinteto granadino abarrota por tres noches la Joy Eslava con un entusiasmo m¨¢s sentimental que estrictamente mel¨®mano
Ah, los inescrutables resortes de la nostalgia. Nadie recuerda la disoluci¨®n de 091, all¨¢ por 1996, como un grave trauma para el rock patrio, pero su regreso se saluda, 20 a?os despu¨¦s, como uno de los grandes acontecimientos de la temporada. Y lo es, en t¨¦rminos de relevancia, a juzgar por el impresionante aspecto de la Joy Eslava el jueves, el primero de los tres llenazos consecutivos.
Otra cosa es que esta reaparici¨®n, despose¨ªda de su componente afectivo, merezca ser canonizada. Colocar el reloj sentimental en los a?os mozos durante dos horas puede ser un ejercicio gratificante, pero intuimos que un nuevo grupo con estas mismas canciones reci¨¦n salidas del horno quedar¨ªa lejos de conmocionarnos.
La sobriedad en tonos negros del quinteto granadino tampoco multiplica la excitaci¨®n de una audiencia c¨®mplice desde la primera nota. Ni la elecci¨®n de Palo cortao como tema de apertura, un duelo instrumental que hoy huele a puro alcanfor. Jos¨¦ Antonio Garc¨ªa, Pitos, el jefe de filas, recurre a las sempiternas gafas oscuras para ocultarnos la mirada, pero su voz tiene un punto rutinario, anclada en un registro muy parejo. La suya es una chuler¨ªa cl¨¢sica, como de cat¨¢logo, que hasta incurre en la petulancia de presentar varias canciones recitando algunos de sus versos. Y su protagonismo contrasta con el papel subalterno de Jos¨¦ Ignacio Lapido, que en estos lustros ha superado como solista, por muchos pueblos, aquellos logros.
Quedan los buenos recuerdos noventeros, c¨®mo discutirlos, y la huella de la parte m¨¢s s¨®lida del repertorio: Tormentas imaginarias, Mi Sombra y yo, Qu¨¦ fue del siglo XX, y la excelente lectura a guitarra ac¨²stica y voz de La canci¨®n del espantap¨¢jaros, primer bis de la noche. ¡°?Dioses!¡±, grit¨® alguien. Y bien est¨¢ mantener la fe, pero se les vio humanos.
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