¡®La Mas¨ªa¡¯ de Mir¨® y de Hemingway
Un libro reconstruye la relaci¨®n entre el pintor y el escritor que compr¨® la pintura en 1925 y no se separ¨® nunca de ella
Si Plutarco viviera podr¨ªa escribir una de sus famosas Vidas paralelas con dos de los iconos culturales del siglo XX como son el pintor Joan Mir¨® y el escritor Ernest Hemingway. En ausencia del historiador griego, el periodista y profesor ?lex Fern¨¢ndez de Castro parece haber cogido el testigo en su libro La Mas¨ªa. Un Mir¨® para Mrs. Hemingway publicado por la Universitat de Val¨¨ncia, en el que, adem¨¢s de aportar un buen n¨²mero de datos biogr¨¢ficos de estos creadores, reconstruye su relaci¨®n a partir La Mas¨ªa, una obra maestra del catal¨¢n que comenz¨® en 1921 en Mont-roig, Tarragona, en la casa de veraneo familiar y termin¨® en Par¨ªs al a?o siguiente. ¡°Han sido nueve meses de trabajo constante y pesado... Sufr¨ªa terriblemente, b¨¢rbaramente, como un condenado¡±, asegur¨® Mir¨®. Una obra que tras verla Hemingway en el estudio parisino del pintor de Rue Blomet, no par¨® hasta conseguirla en 1925 y no se separ¨® de ella nunca, convirti¨¦ndose en su cuadro preferido, pese que el autor de Fiesta reuni¨® una importante colecci¨®n de arte, con obras de Paul Klee, Juan Gris, Andr¨¦ Masson, entre otros. ¡°No fue una amistad profunda, pero si duradera, pese a que Hemingway no se destac¨® por ser muy fiel a las mujeres y a sus amigos¡±, asegura el autor que ha empleado m¨¢s de cinco a?os en escribir el libro, tras consultar fondos personales del pintor y el escritor, aqu¨ª y al otro lado del Atl¨¢ntico.
Trocearla para venderla
Donaci¨®n de David Soul
En uno de los viajes que ha realizado Fern¨¢ndez de Castro para documentarse, visit¨® Finca Vig¨ªa, la casa cubana en la que Hemingway vivi¨® 21 a?os. Desde el exterior vio una copia a tama?o natural de La Mas¨ªa de Mir¨®, objeto de su trabajo. Tras preguntar, las vigilantes de la vivienda le explicaron que la copia la hab¨ªa donado el actor y cantante David Soul, famoso por su papel como detective Kenneth Hutchinson, de Starsky y Hutch, un enamorado de Hemingway. El brit¨¢nico ha realizado un documental en la que se explica la restauraci¨®n del legendario Chrysler New Yorker Convertible de 1955 del escritor. "He intentado ponerme en contacto con ¨¦l, pero no he recibido respuesta", explica Fern¨¢ndez de Castro.
En el exhaustivo libro aparecen infinidad de historias. Una de ellas recoge el relato de Hemingway de la noche que compr¨® la pintura en septiembre de 1925 en la que, junto a John Dos Passos y Evan Shipman, recorrieron bares y restaurantes de Par¨ªs con la intenci¨®n de pedir dinero a los amigos y conocidos. Tras reunir los 3.500 francos, Hemingway se llev¨® la tela en un taxi descubierto. ¡°El viento infl¨® el gran lienzo como si fuera una vela¡±, escribi¨® en 1934 el autor de Por qui¨¦n doblan las campanas. ¡°En casa lo colgamos y Mir¨® vino, lo vio y dijo ¡®Estoy muy contento de que seas t¨² quien tenga La Mas¨ªa¡±. No era de extra?ar. El representante del pintor, L¨¦once Rosenberg no ve¨ªa otra salida para venderlo que ¡°trocear la pintura en ocho pedazos, porque era muy grande y venderla al por menor¡±.
Seg¨²n Fern¨¢ndez de Castro la obra representa la esencia de lo que es Catalu?a para Mir¨®, un pintor enamorado del campo y sus valores por encima de lo urbano; algo en lo que coincide con Hemingway que escribi¨® que la obra ¡°contiene todo lo que sientes por Espa?a cuando est¨¢s all¨ª y todo lo que sientes cuando est¨¢s lejos y no puedes ir¡±. La cita la escribi¨® en 1934, el mismo a?o en que recuper¨® el cuadro despu¨¦s de haberse separado de la primera de sus cuatro mujeres, Hadley Richardson, por su 37 cumplea?os. ¡°Hemingway se lo pidi¨® prestado una temporada, pero nunca se lo devolvi¨®¡±, explica el autor del libro que ha recopilado la correspondencia entre los dos creadores: ¡°Unas 20 misivas, entre cartas, telegramas y postales¡±.
La relaci¨®n entre ¡°estos artistas tan diferentes, f¨ªsicamente; uno alto y fuerte; el otro bajito, aunque siempre le gustaba la actividad f¨ªsica; tambi¨¦n de car¨¢cter, ya que Hemingway era extrovertido, fanfarr¨®n, con un ego despampanante, descuidado en el vestir, bebedor incansable y viajero; y el otro era t¨ªmido, sedentario, pulcro y bebedor moderado¡± tuvieron puntos de uni¨®n, seg¨²n Fern¨¢ndez de Castro: ¡°Los dos eran esp¨ªritus atormentados, compart¨ªan un sentimiento tr¨¢gico de la vida; Hemingway se suicid¨® en 1961, mientras que Mir¨® encontr¨® el equilibrio gracias a la estabilidad familiar y se protegi¨® mucho m¨¢s, pero era un hombre muy pesimista, m¨¢s all¨¢ de su aspecto sereno¡±. El libro recoge coincidencias curiosas, como que a los dos les gustaba boxear y que Mir¨® hizo de sparring de Hemingway tal y como recordaba a?os m¨¢s tarde: ¡°Nos ve¨ªamos a menudo, no solo como amigos. A veces, nos ve¨ªamos cara a cara en el cuadril¨¢tero, donde los dos asist¨ªamos a clases de boxeo. ?l era un gigante, un coloso y yo muy bajito. Era bastante c¨®mico¡±, escribi¨® el pintor.
El cuadro se hizo inseparable del premio Nobel, tal y como recogen las fotograf¨ªas que acompa?an el texto, y le acompa?¨® all¨ª donde vivi¨®: Chicago, Florida y Cuba. ¡°No fue una relaci¨®n intima entre ellos, pero si larga en el tiempo. En 1959 Mir¨® le escribi¨® una carta pidi¨¦ndole permiso para restaurar la obra de forma exhaustiva, tras prestarla para la exposici¨®n antol¨®gica del pintor en el MoMA. Hemingway le hizo caso y ampli¨® el plazo de pr¨¦stamo de la obra al museo; por eso, tras estallar la revoluci¨®n cubana la obra ya estaba fuera del pa¨ªs en manos de su cuarta esposa Mary Welsh¡±. Fue ella la que en 1986 la cedi¨® a la National Gallery de Washington, donde es una de las obras maestras.
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