Teor¨ªa del esti¨¦rcol de caballo
Nadie discute que la desigualdad ha alcanzado unos niveles sin precedentes. La discrepancia se sit¨²a en la importancia de la fractura y en si hay que combatirla o no
Desde que la crisis de 2008 rompi¨® la utop¨ªa de fin de siglo de una econom¨ªa capitalista sin l¨ªmites y en la que todo era posible, la cuesti¨®n de la desigualdad en Estados Unidos y en Europa ha llegado a las portadas de diarios y revistas. Era un tema enmarcado en la dial¨¦ctica Norte-Sur, pero la fractura ha alcanzado el interior de los pa¨ªses del Norte, provocando reacciones sociales y respuestas pol¨ªticas de distinto signo (de Trump a Sanders, del Frente Nacional de Le Pen o la extrema derecha holandesa de Wilders a Syriza o Podemos) que han alterado las fronteras tradicionales del establecimiento pol¨ªtico y han sembrado inquietud ante hipot¨¦ticos revueltas de la plebe. Y los medios han empezado a dar carta de naturaleza al debate sobre la desigualdad.
Como ocurre a menudo la din¨¢mica de la simplificaci¨®n se ha impuesto r¨¢pidamente. La escena medi¨¢tica alimenta la confrontaci¨®n simple: a favor o en contra. Pr¨¢cticamente nadie niega que la desigualdad ha adquirido unos niveles sin precedentes en el interior de los pa¨ªses avanzados, puesto que es algo dif¨ªcil de rebatir a la vista de los datos. La discrepancia se sit¨²a m¨¢s bien en la importancia de la fractura: si es necesario combatirla o no. El debate se puede plantear en dos planos: el ¨¦tico y pol¨ªtico (sobre la condici¨®n humana y el respeto que nos debemos unos a otros) o sobre el econ¨®mico. En los tiempos que corren, en que el dinero sigue gozando de amplio poder normativo, la tendencia dominante es plantearlo en t¨¦rminos de eficiencia. ?Favorece o perjudica el desarrollo econ¨®mico? ?Es una amenaza al equilibrio del sistema y, por tanto, a la propia democracia? Hay una serie de autores que sustentan que cuando se superan determinados umbrales de desigualdad no s¨®lo la cohesi¨®n social queda amenazada sino que la econom¨ªa se vuelve m¨¢s ineficiente, con p¨¦rdida de creatividad, de productividad y de implicaci¨®n y con disminuci¨®n del consumo.
Pero lo que resulta especialmente significativo de este debate son los dos argumentos m¨¢s recurrentes de los que quieren minimizar el problema, es decir, de los que piensan que la desigualdad es natural y positiva y no hay que darle m¨¢s importancia: la teor¨ªa del beneficio para todos y la teor¨ªa del resentimiento. En cierto modo, el famoso economista Robert Lucas, de paso por Barcelona, las sintetizaba en una entrevista en el diario Ara: ¡°Es cierto que hay una creciente diferencia entre los muy ricos y los dem¨¢s. Est¨¢ bien documentada. ?Y qu¨¦? Para m¨ª esto no tiene importancia. Me tendr¨ªa que enfadar porque Bezos gana cinco mil veces m¨¢s que yo. No s¨¦, ¨¦l es un gran empresario que ha mejorado la vida de millones de personas. Se ha hecho rico, ?se supone que tengo que odiarlo porque es m¨¢s rico que yo? Es una locura¡±.
No me entretendr¨¦ con el argumento del resentimiento, que es la eterna coartada del que tiene m¨¢s y un aval para el abuso de poder y la impunidad: me envidian. Me interesa mucho m¨¢s el argumento de la lluvia fina (la suerte de los ricos riega a los dem¨¢s). El crecimiento de las fortunas de los que tienen mucho acaba reportando beneficios a los m¨¢s pobres, como el agua que cae del cielo. Algunos llaman a este argumento la teor¨ªa del esti¨¦rcol de caballo. El escritor suizo Jonas Luscher la sintetiza as¨ª: ¡°Como m¨¢s avena demos al caballo, m¨¢s abundante ser¨¢ su producci¨®n de excrementos y los pajarillos tendr¨¢n m¨¢s que comer¡±. Me parece una excelente met¨¢fora de una determinada visi¨®n del mundo. Los caballos y los gorriones, como s¨ªmbolo de la ruptura unilateral del pacto social constitutivo de la modernidad.
En su libro Bourgeois Equality, la economista e historiadora Deirdre McCloskey afirma que la fuerza motora del crecimiento econ¨®mico moderno fue ¡°un nuevo clima de respeto a la gente normal, m¨¢s que las innovaciones t¨¦cnicas y comerciales¡±. Algunas dan esta idea por superada, retrocediendo a la fase de la imposibilidad de reconocimiento entre los de arriba y los de abajo: una neoaristocracia. Por este camino, el futuro del capitalismo estar¨¢ m¨¢s cerca de las diversas variantes del despotismo asi¨¢tico que ya lo han adoptado, que de la democracia.
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