La violencia que no cesa
?Qu¨¦ explica que, pese a las medidas de la ley integral, sigan muriendo tantas mujeres a manos de sus parejas? El sistema de protecci¨®n se ha mostrado incapaz de detectar y prevenir muchas de las situaciones de riesgo
La mat¨® y luego se suicid¨®. As¨ª ocurri¨® el jueves en Sant Feliu de Llobregat cuando un mosso d¡¯esquadra dispar¨® contra su compa?era sentimental. Y as¨ª ocurre tambi¨¦n en muchos otros cr¨ªmenes machistas que se producen en Espa?a. En este patr¨®n de asesinato-suicidio radica, incluso cuando por alguna raz¨®n no se materializa, uno de los elementos centrales de una inc¨®gnita que ocupa y preocupa a quienes trabajan y luchan para reducir la violencia de g¨¦nero. La inc¨®gnita es por qu¨¦, pese a las muchas medidas que se vienen aplicando desde que entr¨® en vigor la Ley de Medidas de Protecci¨®n Integral contra la Violencia de G¨¦nero en 2004, las muertes no se han reducido significativamente y en la ¨²ltima d¨¦cada permanecen estancadas en torno a 70 anuales.
Este estancamiento est¨¢ llevando a ciertos sectores a preguntarse si tal vez la violencia de g¨¦nero es algo consustancial a las relaciones entre hombres y mujeres, y si no ha llegado la hora de resignarse porque ya no se puede hacer m¨¢s de lo que se est¨¢ haciendo. Este discurso, aunque minoritario todav¨ªa, resulta preocupante. Porque no es cierto no se pueda hacer m¨¢s. Un an¨¢lisis pormenorizado de los casos que se producen permite observar que el sistema judicial presenta a¨²n notables carencias y que el sistema habilitado para la protecci¨®n de las mujeres y la prevenci¨®n tiene escasa capacidad para calibrar bien las situaciones de riesgo.
De entrada, el hecho de que el 84,3% de las mujeres asesinadas en los ¨²ltimos diez a?os no hubieran presentado denuncia previa deja fuera del radar judicial muchos casos que de llegar al juzgado podr¨ªan haber activado mecanismos de protecci¨®n. Pero incluso en los casos en que hay denuncia, no siempre los juzgados aciertan a la hora de valorar el peligro que corren las mujeres.
Hay pues, un largo trecho de mejora en la prevenci¨®n, con medidas de alerta temprana que deber¨ªan activarse desde la propia comunidad. Desde el entorno de las propias mujeres amenazadas. La familia, las amistades, pueden y deben actuar con mayor determinaci¨®n. La violencia machista no es un asunto privado. Es fruto de unas determinadas estructuras sociales y culturales que conciernen a toda la sociedad. Sabemos que las mujeres sometidas a malos tratos prolongados entran en una situaci¨®n de bloqueo psicol¨®gico que muchas veces les impide incluso solicitar ayuda. Por eso es importante que el entorno act¨²e ante los primeros indicios.
Esos indicios suelen concentrarse en momentos muy concretos. Las estad¨ªsticas de feminicidios indican, por ejemplo, que casi el 35% de las muertes se producen durante los tr¨¢mites de separaci¨®n o cuando la mujer toma la decisi¨®n de abandonar a la pareja. Ese es un momento de verdadero peligro, porque es cuando se materializa aquello que los hombres maltratadores perciben como un ataque insoportable a su identidad masculina. Y no solo los de mentalidad m¨¢s tradicional. En sus interesantes libros sobre la violencia machista, y particularmente en Los nuevos hombres nuevos, Miguel Lorente Acosta describe bien las ra¨ªces culturales y psicol¨®gicas de esta violencia. Muchos varones se han adaptado a las nuevas exigencias de libertad y autonom¨ªa de las mujeres haciendo ver que cambian, pero se sienten profundamente heridos y reaccionan violentamente cuando han de renunciar a la posici¨®n de poder y dominaci¨®n en que basan su identidad masculina.
Eso explica uno de los rasgos diferenciales de este tipo de violencia: la escasa capacidad de disuasi¨®n que tiene la sanci¨®n penal sobre este tipo de hombres, un fen¨®meno que ha estudiado el catedr¨¢tico de Derecho Penal de la Universidad de Oviedo Javier G. Fern¨¢ndez Teruel, en su esclarecedor an¨¢lisis de los feminicidios ocurridos entre 2000 y 2015. Y explica por qu¨¦ por altas que sean las penas, los cr¨ªmenes apenas disminuyen.
Este es un elemento a tener muy en cuenta por quienes sufren o conocen alg¨²n caso de violencia de g¨¦nero. Hay ciertas se?ales que deben encender todas las alarmas: cuando el hombre comienza a fantasear con la idea de quitarse la vida. Si no se ha hecho antes, es el momento de salir corriendo. Porque cuando empieza a proferir amenazas como ¡°te mato y me mato¡±, ¡°antes me mato que te dejo marchar¡± est¨¢ diciendo que empieza a ser psicol¨®gicamente inmune, insensible, a las consecuencias penales, sociales y vitales de matar a su pareja. Este tipo de fantas¨ªas, proferidas como amenaza, deben tomarse muy en serio, por mucho que despu¨¦s, como suele ocurrir, exprese arrepentimiento y diga que no hablaba en serio.
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