La cantaora total

A la cada vez m¨¢s inabarcable Estrella Morente no le son ajenos los escenarios solemnes y distinguidos, y tanto el Teatro Real como ese Auditorio Nacional que volvi¨® a pisar el mi¨¦rcoles ya hab¨ªan sido testigos del dulce tr¨¦molo de su voz. El reto, esta vez, implicaba llegar unos cuantos pasos m¨¢s all¨¢. El amor brujo no es un ballet de exigencia desmesurada para su cantante, pero la primog¨¦nita de don Enrique asum¨ªa tambi¨¦n el baile, el recitado, la dramatizaci¨®n. Estrella sali¨® airosa de todo. Bella, serena e inmensa, con m¨¢s emotividad en el timbre que esa perfecci¨®n algo inexpresiva de anta?o, esta cantaora total supo recorrer el angosto escenario de la sala sinf¨®nica y hasta desplomarse dram¨¢ticamente tras interpretar la celeb¨¦rrima Danza del fuego.

No super¨® el Auditorio los dos tercios de entrada, quiz¨¢ porque la sinf¨®nica de la Universidad Cat¨®lica de Murcia es una orquesta todav¨ªa joven y escasa de referencias. Los levantinos hicieron un buen trabajo, con todo. Arroparon a su invitada con dulzura y sin estridencias, sabedores de que solo la garganta clara de Estrella servir¨ªa como elemento diferencial. Canci¨®n de la bruja fingida y, sobre todo, El fuego fatuo, sobrada de voz pero sin un ¨¢pice de afectaci¨®n, la retrataron como artista esplendorosa.

Morente ha optado por una lectura m¨¢s contenida y menos descarnada que la c¨¦lebre de Ginesa Ortega. A sus 35 a?os, la granadina no ha dejado de diversificar su repertorio, pero reclama un espacio propio, el sello de la templanza. La versi¨®n original (1915) de la partitura de Manuel de Falla confirma ese eclecticismo, igual que la maravillosa propina de La noche de mi amor, esta vez junto a la guitarra de su t¨ªo, por parte de madre, el inmenso Montoyita. Desde Falla a Chavela Vargas, Estrella deja clara su predisposici¨®n a no ponerse l¨ªmites.