Paul en la ventana
Una octogenaria recuerda en el concierto del exbeatle en el Calder¨®n a aquellos dos muchachos brit¨¢nicos que conoci¨® en Madrid en 1965
McCartney en el Vicente Calder¨®n. Cincuenta mil voces corean canciones que ya son memoria de tres diferentes generaciones. El ni?o que ven¨ªa en hombros del padre es ya el hombre que le despeina las canas y McCartney proyecta en blanco y negro el rock and roll que hipnotiza al mundo entero desde hace m¨¢s de medio siglo. Su voz encarna el homenaje constante que le hacemos todos a John y George. El se?or de 74 a?os que canta y baila como si llevara una psicodelia en las venas es el mismo adolescente que le canta al o¨ªdo a la chica que reci¨¦n acaba de conocer en la fila de entrada a las gradas; las primas que llevan ensayando la letra de todas las canciones no parar¨¢n de bailar, incluso en la multitudinaria peregrinaci¨®n de madrugada en un Madrid que de pronto parece quedarse en blanco y negro.
The Beatles llegaron a Madrid el 1 de julio de 1965. Se presentaron al d¨ªa siguiente en la plaza de toros de Las Ventas, con Los Pekenikes de teloneros para un concierto que dur¨® 35 minutos. Cantaron La Bamba que ya era declarada Twist and Shout, otros nueve ¨¦xitos y A Hard Day¡¯s Night, con la que hoy mismo abri¨® McCartney, ya sin los otros tres muchachos de Liverpool, como los anunciaron no sin censura franquista.
The Beatles se hospedaron en el Hotel Gran Meli¨¢ F¨¦nix, (suites 123, 223, 323 y 423). Mientras Ringo dorm¨ªa tamborileando son¨¢mbulo los anillos de sus dedos y McCartney escrib¨ªa los versos para una m¨²sica perfecta que le hab¨ªa confiado Lennon, dicen que John y luego, George, vivieron no pocas horas de apasionado romance con una joven afanadora del hotel que por una noche, con dos distintos enamorados, fue la espa?ola m¨¢s bella y feliz del mundo, sin que uno supiera del otro, ni los tres del que la vio partir al alba.
La viuda de 80 a?os que lleg¨® al concierto de hoy con uno de sus hijos, su nuera y tres nietos; esa que balbuceaba algunas de las canciones y llor¨® en silencio, entiende por fin el secreto de toda una vida: al amanecer del 2 de julio de hace medio siglo, antes de casarse, antes que nada lo vivi¨® todo con dos de cuatro ingleses que parec¨ªan iguales. Desde la distancia del tiempo y de la grada del Calder¨®n de hoy, supo sin confiarlo a nadie que quien la miraba desde una suite (donde ella no hab¨ªa entrado) era el bajista zurdo de esta noche: Paul en la ventana despidi¨¦ndola con la mano izquierda, mientras ella caminaba hacia el coraz¨®n de Madrid.
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