Borges en Sol

El joven que cruza la bruma del tiempo sin prisa rumbo al Caf¨¦ Colonial, donde ha de reunirse con Rafael Cansinos Ass¨¦ns. El joven quiz¨¢ no repara en que su hermana lo despide desde el balc¨®n de una esquina del edificio que se abre como abanico justo en la plaza que llaman la Puerta del Sol.

Es probable que a la tertulia a la que se dirige lleguen a incorporarse las voces e ideas al vuelo de Ram¨®n G¨®mez de la Serna, Gerardo Diego y Ram¨®n Mar¨ªa de Valle Incl¨¢n, el que perdi¨® su brazo por una discusi¨®n en un caf¨¦ a pocos metros de esa misma plaza por donde cruza la neblina del tiempo el joven de veinte a?os que viene de estudiar en Suiza sin saber que el tiempo que ha de vivir en Madrid ser¨¢ una suerte de posgrado intenso en los laberintos de los poetas que se llaman ultra¨ªstas y en los interminables c¨ªrculos de todos los libros que han de impregnarle el ¨¢nimo y la vista, sin imaginar que pasados unos a?os ha de perder la vista y rondar todos los paisajes posibles del tiempo a trav¨¦s de los cuentos que escribir¨¢ en tinta intemporal y versos eternos por impalpables, como todas las palabras como p¨¦talos que ir¨¢ hilando a lo largo de una larga vida donde todo el que lo lea descifra el enigma de que uno puede ser Otro o el mismo en tiempos diferentes que se confunden en el espejo o sobre las calles de Madrid desplegadas como un inmenso tablero de un enrevesado ajedrez donde el mismo joven que abre todos los d¨ªas la Puerta del Sol leer¨¢ en voz de Cansinos Ass¨¦ns los relatos de las Mil Noches y Una noche que ese hombre regordete y de bigotes encerados mece los chinos de su pelo evocando a Scherezade para que el joven argentino ya se sepa universal e infinito en este paseo de todos los d¨ªas que parece siempre comenzar y terminar en una esquina de la Puerta del Sol que parece Media Luna.

Jorge Luis Borges cumple hoy treinta a?os de eternidad enterrado en Ginebra bajo una pesada piedra vikinga, a pocos metros de donde reposa Calvino, quien diera nombre al liceo donde el joven genio argentino estudi¨® con su hermana Norah en los tiempos donde el mundo se desangraba con eso que llaman la Primera Guerra Mundial. Luego de un paso por Barcelona, Borges y su hermana llegan a vivir en Madrid en 1919, tan cerca de donde rondan sin tregua los fantasmas de Cervantes, Lope de Vega, Quevedo y Vel¨¢zquez o la cara asombrada de todo paseante que se detiene un instante para mirar en la placa de un rombo el nombre de un poeta que ha de leerse tarde o temprano para asegurar la interminable ronda del tiempo que nos justifica.

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