El camino escoc¨¦s
Escocia sigue la f¨®rmula de respetar las reglas del juego y la voluntad mayoritaria que, en Catalu?a, muchos ponen en duda
No fue por radicalidad democr¨¢tica sino por oportunismo aventurero e irresponsable. El plumero no se le vio todav¨ªa en el refer¨¦ndum escoc¨¦s, pero no ha podido esconderlo en el del Brexit. David Cameron es cualquier cosa menos un ejemplo a seguir, tanto en relaci¨®n a Escocia como a la pertenencia a la UE.
Por este lado, mala noticia para el soberanismo catal¨¢n. La convocatoria del refer¨¦ndum escoc¨¦s autorizado por Cameron no sirve. Ahora se ha visto que no fue la libertad de los viejos reinos brit¨¢nicos lo que indujo al primer ministro conservador a acordar con Alex Salmond la consulta escocesa, con el primer objetivo de apuntarse una victoria unionista sobre Escocia y conseguir despu¨¦s un acuerdo con Bruselas que le llevara a una victoria imperial sobre el Brexit.
De haber culminado estos alt¨ªsimos prop¨®sitos habr¨ªa ingresado en la galer¨ªa de los grandes pol¨ªticos del siglo XXI, con un doble gesto de dominaci¨®n interna sobre los brit¨¢nicos y externa sobre los europeos. Era una apuesta muy arriesgada, a todo o nada, y la ha perdido.
Con el refer¨¦ndum de Escocia rechaz¨® el sensato e inteligente camino de la v¨ªa intermedia, la Devolution Plus que Salmond le propon¨ªa como tercera opci¨®n entre la uni¨®n y la separaci¨®n. Sab¨ªan ambos que era la opci¨®n vencedora en caso de someterla a consulta, pero Cameron prefiri¨® jug¨¢rselo todo a la opci¨®n binaria para no perder ni un ¨¢pice del poder de Londres.
Cuando la campa?a empez¨® a pintar mal, se sac¨® de la manga un nuevo incremento de la autonom¨ªa escocesa e incluso el horizonte de una cierta federalizaci¨®n del Reino Unido. Una vez venci¨®, las promesas quedaron en nada y Cameron se limit¨® a guardar sus cartas para negociar despu¨¦s del refer¨¦ndum del Brexit. Ahora el gobierno brit¨¢nico no tendr¨¢ m¨¢s remedio que mejorar todav¨ªa m¨¢s la oferta para convencer a los escoceses ya fuera de plazo de que es mejor que se queden en el Reino Unido.
El independentismo escoc¨¦s va al alza y est¨¢ encontrando aliados en toda Europa. El primero y m¨¢s natural son las dos instituciones m¨¢s comunitarias ¡ªla Comisi¨®n y el Parlamento¡ª a las que les caen simp¨¢ticos los pa¨ªses que quieren entrar y antip¨¢ticos los que despotrican y quieren salir. Irlanda ya ha actuado de portavoz escoc¨¦s en el ¨²ltimo Consejo. F¨¢cilmente habr¨¢ abogados escandinavos de su causa, e incluso b¨¢lticos. Pero la UE es un club de Estados y ellos son los que tienen la ¨²ltima palabra, tal como se han encargado de recordar Francia y Espa?a, que como los viejos imperios unitarios que fueron saltan como resortes en cuanto otro viejo imperio como el brit¨¢nico entra en fase de descomposici¨®n interior.
La adhesi¨®n de Escocia a la UE deber¨¢ negociarse por el momento dentro de Reino Unido, como parte de la preparaci¨®n interna del Brexit, en la que los escoceses ya han anunciado que ejercer¨¢n su derecho a vetar la salida de la UE si no se cumplen sus exigencias. Todo pinta por tanto que la negociaci¨®n de las nuevas relaciones de Reino Unido con la UE incluir¨¢n un nuevo refer¨¦ndum escoc¨¦s o un nuevo estatuto y quiz¨¢s de otros territorios, como Irlanda del Norte, Gales o Londres.
La UE es una uni¨®n de Estados, pero tambi¨¦n es un espacio de libertad y de democracia, tal como demostr¨® la adhesi¨®n de Espa?a, solicitada en plena dictadura y obtenida solo tras la consolidaci¨®n de un r¨¦gimen democr¨¢tico y constitucional. La primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon, ha sido recibida en Bruselas gracias a estos valores fundacionales. El razonamiento desde Bruselas es impecable: ?C¨®mo no se va a escuchar a quien representa a un pa¨ªs que democr¨¢ticamente ha expresado su deseo de seguir en la UE? Otra cosa es que tenga capacidad para negociar, pero la UE debe atender y no hay duda de que a la larga atender¨¢ la expresi¨®n democr¨¢tica de la voluntad de la mayor¨ªa escocesa.
Este es el punto fuerte que el soberanismo catal¨¢n no puede olvidar. Es de nuevo la f¨®rmula cl¨¢sica de la democracia: respeto a las reglas del juego y voluntad mayoritaria. Mientras que en Catalu?a son muchos, incluso en el espacio moderado, los que la ponen en duda, Escocia la ha seguido siempre. Es un camino que exige paciencia, porque es m¨¢s lento y largo, como Alex Salmond se ha encargado de recordar.
Los socialistas catalanes lo acaban de balizar ante la incomprensi¨®n de unos y otros: primero, la reforma constitucional que los catalanes puedan convalidar por una amplia mayor¨ªa en un refer¨¦ndum en el que participen todos los espa?oles; si la reforma es insuficiente y los catalanes votan en contra, aunque haya sido aprobada por el conjunto, acudir entonces al principio canadiense y a una ley de la claridad, que establezca los t¨¦rminos, el censo y las mayor¨ªas necesarias para consultar a una poblaci¨®n que ha expresado reiteradamente su voluntad de organizar su relaci¨®n con el resto de Espa?a de forma distinta. Esto no es el eufem¨ªstico derecho a decidir, sino el simple principio democr¨¢tico que cualquier dem¨®crata debe defender.
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