Aqu¨ª s¨ª hay playa
El pantano de San Juan es el ¨²nico autorizado para ba?o y embarcaciones a motor de la Comunidad
La estampa recuerda a la de un pueblo costero: grupos de amigos con la toalla al cuello. Ba?adores mojados. Chiringuitos. Pero es solo una ilusi¨®n. En Madrid, como se encarg¨® de recordar el grupo The Refresos, no hay playa. O no el tipo de playa que el visitante imagina. Porque en Pelayos de la Presa, si uno hace o¨ªdos sordos, puede encontrar un cierto parecido. Y hasta veleros amarrados no muy lejos. Esto ¨²ltimo tan real como el pantano de San Juan, situado a un kil¨®metro escaso de este municipio del suroeste de la Comunidad. Y la raz¨®n, acaso, de que ese espejismo no resulte tan descabellado.
Los lutieres que quieren hacer sonar la piedra
Jes¨²s Reolid, uno de los cinco lutieres que estar¨¢n hasta el domingo trabajando en Pelayos, reconoce que el entorno del pueblo favorece la creaci¨®n. Este vecino de la localidad de 59 a?os ¡ª33 de ellos como violero¡ª se enfrenta, quiz¨¢s, a uno de los mayores retos de su profesi¨®n junto a Carlos Paniagua, Carlos do Viso, Mario Unsain y Olivier F¨¦raud.
Este grupo de artistas se han marcado el objetivo de reproducir en madera cinco instrumentos de los siglos XII y XIII: una viola oval, un organistrum, una viola lobulada, una c¨ªtola y un salterio. Estos instrumentos est¨¢n tallados en la piedra del p¨®rtico norte de la Colegiata de Toro (Zamora). Y su idea es que vuelvan a sonar.
Esto no es Gand¨ªa, pero uno puede ba?arse igual. Y el billete de autob¨²s sale mucho m¨¢s barato. Una ventaja que esta localidad comparte con Navas del Rey y San Mart¨ªn de Valdeiglesias. La parte del pantano que le corresponde a Pelayos es la que comprende la extensi¨®n de la zona conocida como El Muro, la presa y el terreno que ocupa el restaurante Monasterio. Aunque, seg¨²n cuentan los lugare?os, y en contra de lo que cabr¨ªa pensar, este pueblo no toma su nombre de esa presa, sino del arroyo de la presa. Y sus or¨ªgenes se cree que datan del siglo XIII.?
Esta comarca naci¨® a rebufo del monasterio cisterciense de Santa Mar¨ªa la Real, fundado en 1150. Su historia es bastante llamativa y la cuenta ¡ªentre apenado y esperanzado¡ª su alcalde, Antonio Sin: ¡°Este monasterio es el m¨¢s antiguo de la Comunidad, aunque est¨¢ en ruinas. Lo que pas¨® es que con la desamortizaci¨®n de Mendiz¨¢bal qued¨® abandonado a la rapi?a. Pero en 1973 un arquitecto vio un anuncio en el peri¨®dico que dec¨ªa: ¡®Se vende monasterio¡¯. Y se vino a verlo. Se enamor¨® de ¨¦l. Y lo compr¨®. Y desde entonces se dedic¨® a restaurarlo hasta que lo don¨® al pueblo y creamos una fundaci¨®n para que no se cayera una piedra m¨¢s. Ahora estamos empezando a hacer visitas puntuales, pero en septiembre se podr¨¢ visitar con m¨¢s frecuencia¡±.
El cura motero
Aquel arquitecto se llamaba Mariano Garc¨ªa y pag¨® 10 millones de pesetas (60.000 euros) por ese tesoro, declarado Bien de Inter¨¦s Cultural en 1984. Pero en este pueblo, encajado entre la sierra de Gredos y la sierra de Guadarrama, hay otros lugares con otras historias. Como la que transcurre en la avenida de Marcial Llorente: el cura motero del pueblo. Seg¨²n cuentan los lugare?os, don Marcial, como se le conoc¨ªa, se desplazaba en moto a todas partes. Fue, precisamente, en uno de estos viajes cuando perdi¨® la vida en 1956. Ven¨ªa de ver a un enfermo y se le enganch¨® la sotana en la rueda. En la iglesia de la Asunci¨®n, del siglo XVI, y la que fue su parroquia y donde est¨¢ enterrado, se le recuerda en una vidriera con la simb¨®lica leyenda de ¡°la catedral motera¡±.
Lo cierto es que aquel p¨¢rroco cre¨® escuela. Esta localidad es una de las preferidas por los moteros. Aunque quien se deje caer por aqu¨ª ahora no ver¨¢, eso s¨ª, a muchos; la ¨²ltima concentraci¨®n fue en junio. En cambio, lo que s¨ª es m¨¢s probable que se encuentre son lutieres. Cinco de ellos, con el violero Jes¨²s Reolid a la cabeza, andan estos d¨ªas a golpe de sierra y gubia.
La proeza que tienen entre manos es similar a la multiplicaci¨®n de los panes y los peces: despertar los sonidos de la piedra. O lo que es lo mismo, pasar a madera cinco de los instrumentos que est¨¢n tallados en la piedra del p¨®rtico norte de la Colegiata de Toro (Zamora). Si solo con leer esto al viajero se le despierta el apetito imaginando todo ese esfuerzo, debe saber que en la tienda de gastroexposici¨®n de Jes¨²s Garc¨ªa hay cata de quesos y vino solo con entrar. ¡°M¨ªnimo le invitamos a tres tipos de quesos y un vino o una cerveza. Y si quiere comprar algo, tenemos de todo¡±, garantiza. Y antes o despu¨¦s, habr¨¢ que darse un chapuz¨®n en la playa de Madrid.
Formado por el r¨ªo Alberche, el pantano de San Juan es el ¨²nico embalse autorizado para ba?o y embarcaciones a motor de la Comunidad. En el club de navegaci¨®n Doramas, por ejemplo, se ofrece la posibilidad de surcar la costa madrile?a ¡ªde unos 20 kil¨®metros navegables, estiman¡ª durante dos horas, y acompa?ado por un patr¨®n de barco, por 200 euros. O hacer esqu¨ª acu¨¢tico, con instructor, por 130. Tomarse una paella, en la orilla y con la brisa del valle del Alberche, sale por 12 euros en la terraza del restaurante Monasterio. Como en cualquier chiringuito de la Costa Brava. En Madrid no habr¨¢ playa, pero esto se le parece.
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