Aspereza no apta para j¨®venes
El retorno de la banda de Fernando Alfaro sigue fiel a los inquietantes tonos oscuros y le queda lejos a esa audiencia 'indie' m¨¢s festivalera
¡°Esta va a ser una noche larga¡±, avisaba Fernando Alfaro tras dar cuenta de uno de sus cl¨¢sicos, Cirujano pataf¨ªsico, y justo antes de entrar en materia con Los a?os luz, el ¨¢lbum que ha resucitado discogr¨¢ficamente a Chucho despu¨¦s de 12 a?os sin ladrar. Y s¨ª, la velada se prolong¨® hasta la bocina misma de la Joy Eslava, permiti¨® disfrutar de dos docenas de t¨ªtulos y dej¨® un cierto regusto a orgullo reivindicativo. Aqu¨ª ten¨¦is nuestros cl¨¢sicos y el repertorio de estreno, nos sentimos c¨®modos con ambos y no es necesario decantarse por uno u otro, parec¨ªan proclamar Alfaro, Juan Carlos Rodr¨ªguez y Javier Hern¨¢ndez ante un p¨²blico muy c¨®mplice pero estancado en su progresi¨®n: el viernes no hizo falta abrir ninguno de los dos anfiteatros.
Chucho se han hecho merecedores de una fidelidad casi reverencial, pero su cruda aspereza, tan poco af¨ªn al indie festivalero, les convierte en un misterio inescrutable para la audiencia m¨¢s joven. Se pierden las inquietantes reflexiones de Fernando, ese gusano en la ba?era que se convierte en indicio letal (Banderas negras), el plant¨ªgrado desorientado de Oso bipolar, la cabeza devenida en tambor para Predicar en el desierto. Pero sigue sin ayudar esa voz destemplada, de digesti¨®n poco sencilla y dicci¨®n tan oscura como el vestuario de toda la banda. En su preferencia por un universo de tinieblas, la inteligibilidad de Alfaro es reducida incluso en sus ocasionales parlamentos entre canci¨®n y canci¨®n.
Los teclados de Roger Margarit, siempre propensos al modo alucin¨®geno, aportan inter¨¦s musical al discurso. Otro tanto sucede con esas resonancias fronterizas, cual banda sonora para forajidos, de Flores sobre el esti¨¦rcol. O con los giros inesperados en la escritura: agrada reencontrarse con esa parte s¨²bitamente intimista de la desaforada Alicia rompecuellos, un derrotero que ning¨²n nuevo oyente podr¨ªa predecir.
Extrarradio tambi¨¦n despert¨® la fascinaci¨®n de esos paisajes destartalados, de aquellos amantes ¡°tirados en las v¨ªas del tren¡±. Los intentos por explorar territorios m¨¢s amables resultan, en cambio, menos convincentes. ?Viva Peret! quiere sonar simp¨¢tica y hasta medio rumbera, pero se queda en sonrisa a medio dibujar, en simulacro. Solo Un inmenso placer y la m¨¢s a?eja La mente del monstruo, que sonaron justo antes de los bises, constituyen sendas cabriolas pop, ocasionales fogonazos de luz en un paisaje m¨¢s bien tenebroso. Y no deja de ser parad¨®jico que Chucho, en su b¨²squeda de la intensidad, termine bordeando la salmodia.
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