Dudas sobre el refer¨¦ndum
Consultar directamente a los ciudadanos sobre una cuesti¨®n es una forma de participaci¨®n de escasa calidad democr¨¢ctica
El refer¨¦ndum italiano del pasado domingo ha vuelto a poner sobre el tapete, tras el brit¨¢nico y el colombiano, las dudas sobre las virtudes de este instrumento de participaci¨®n de los ciudadanos en el poder pol¨ªtico. Por supuesto, no es un argumento v¨¢lido sostener que el pueblo se ha equivocado porque la opci¨®n ganadora no coincide con las preferencias propias. En mi caso, si hubiera podido votar en estos tres refer¨¦ndums, habr¨ªa perdido en todos: ni soy partidario de que Reino Unido salga de la Uni¨®n Europea, ni de que se rechazara el plan de paz pactado en Colombia, ni de que las reformas constitucionales propuestas por Renzi en Italia salieran adelante. Una derrota en toda regla.
Pero no son estos resultados los que me inducen a pensar que los referendos no son un buen instrumento de participaci¨®n pol¨ªtica. Simplemente, deduzco de ellos que mis posiciones ¡ªy las de tantos millones de personas¡ª no las comparten una mayor¨ªa de votantes de cada uno de estos pa¨ªses. Los argumentos deben ser otros, m¨¢s objetivos, deducibles de una cierta idea de democracia. Vamos a exponer algunos.
Entre las muchas concepciones de la democracia pol¨ªtica, dos de ellas son las m¨¢s conocidas: la democracia directa y la democracia representativa. Como es sabido, en su sentido etimol¨®gico, democracia significa poder del pueblo, no poder de uno, ello ser¨ªa autocracia, ni poder de algunos, que ser¨ªa oligarqu¨ªa, sino poder de todos, de todos los ciudadanos. Este sentido etimol¨®gico contiene lo esencial del significado de democracia, pero admite diversas formas muy distintas entre s¨ª, quiz¨¢s la principal es la distinci¨®n entre democracia directa y democracia representativa.
En la democracia directa, los ciudadanos participan sin intermediarios en la toma de decisiones pol¨ªticas. En la democracia representativa, los ciudadanos eligen a sus representantes para que sean ¨¦stos qui¨¦nes decidan en su nombre. A primera vista, la democracia directa aparece como la forma m¨¢s pura, aquella donde el poder del pueblo se manifiesta por s¨ª mismo. Pero s¨®lo a primera vista. Porque la democracia no es un fin sino un medio, un instrumento, para conseguir determinadas finalidades, en concreto la libertad y la igualdad de todos, la ¡°igual libertad¡± a la que se refer¨ªa Rawls. Si algunos m¨¦todos democr¨¢ticos no sirven para ello debemos desecharlos por ineficientes e ineficaces.
Hagamos una comparaci¨®n. El planteamiento t¨¢ctico de un partido de f¨²tbol no lo deciden los jugadores o los socios del club ¡ªque aparentemente ser¨ªa lo m¨¢s democr¨¢tico¡ª sino el entrenador que, previamente, ha sido designado por una junta directiva, elegida por los socios y responsable ante ellos. Si las cosas se tuercen, estos socios pueden destituir la directiva, o ¨¦sta al entrenador, de acuerdo con los estatutos del club. As¨ª, la participaci¨®n democr¨¢tica se combina con la divisi¨®n de poderes y de funciones, con un sistema legal, con la responsabilidad ante los ¨®rganos superiores y la necesaria elecci¨®n de buenos especialistas que sepan resolver los problemas para as¨ª alcanzar la finalidad pretendida: ganar el partido.
En un Estado democr¨¢tico sucede algo parecido. Cada poder se limita a cumplir su funci¨®n, previamente determinada en las leyes, es responsable ante sus ¨®rganos superiores y el conjunto de la organizaci¨®n est¨¢ legitimada por el consentimiento democr¨¢tico de los ciudadanos. En un club de f¨²tbol las mejores decisiones no derivan de la participaci¨®n directa de los jugadores (o los socios) en c¨®mo debe plantearse un partido, sino de escoger un buen t¨¦cnico que sepa adoptar las medidas adecuadas para ganarlo. Igual podr¨ªamos decir de una empresa o de tantas otras organizaciones.
Los referendos tienen muy conocidos y variados defectos: simplifican los problemas; reducen las respuestas a un s¨ª o un no, sin posiciones intermedias; los ciudadanos no suelen tener conocimientos suficientes para expresar un criterio bien fundamentado, con lo cual sus respuestas se dejan guiar m¨¢s por las emociones que por la racionalidad; los pol¨ªticos descargan en los ciudadanos la responsabilidad de las decisiones aprobadas por refer¨¦ndum.
A todas estas conocidas cr¨ªticas, hoy se suma otra muy fundamental: muchos ciudadanos, al votar, no responden a la pregunta que se les formula sino contra qui¨¦n la formula. Son m¨¢s instrumentos de protesta que de participaci¨®n. El refer¨¦ndum, como m¨¦todo de participaci¨®n es de muy escasa calidad. La democracia representativa, a¨²n admitiendo sus defectos, es de una calidad muy superior: la peor, sin duda, a excepci¨®n de todas las dem¨¢s.
Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional.
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