La belleza de la quietud
El grupo Lambchop abri¨® el festival de Guitarra con el concierto propio de un orfebre
El sonido m¨¢s bello despu¨¦s del silencio, podr¨ªamos decir parafraseando el concepto que defini¨® las grabaciones del sello ECM. Esta vez ser¨ªa ¨²til para ser aplicado a la m¨²sica de Lambchop, el grupo que abri¨® con su brillant¨ªsimo concierto el Festival de Guitarra en la sala Barts. Kurt Wagner, l¨ªder del grupo, su voz, alma y compositor, ese hombre con aspecto de granjero del medio oeste que esconde tras una camisa de cuadros y una gorra calada hasta las gafas una sensibilidad oce¨¢nica, encabez¨® una delicad¨ªsima actuaci¨®n frente a su tr¨ªo de acompa?amiento, una sucinta banda que situ¨® la m¨²sica en un terreno donde la pausa y el matiz reinan ajenos al traj¨ªn del segundero. Es antigua en este sentido la m¨²sica de Lambchop, pues crece al margen del reloj, transmitiendo una quietud y sosiego bals¨¢micos. Dos horas de tiempo suspendido.
En su ¨²ltimo y precioso trabajo, Flotus, Wagner ha arropado su voz con el juguete de moda de la m¨²sica actual, los sintetizadores de voz, y su concierto estuvo pautado por esas mutaciones. Pero a¨²n con todo, nada cambia en Lambchop, un grupo con un vocalista que m¨¢s que cantar parece decir, y que otorga a sus piezas generosas duraciones que ampl¨ªan el tiempo para que la historia fluya lenta, sin ajetreo, ajena al tiempo. El c¨¦sped crece bajo nuestra mirada. Ese cantar propio de un cuentacuentos, o de un abuelo que conoce el peso de cada palabra, de cada gesto, del tono en el que musita, se mantiene en un disco en el que la electr¨®nica humaniza de manera insospechadamente convencional a la m¨²sica ¨Cla electr¨®nica siempre es humana, tanto como la propia alma- aportando calor y sosiego. Y sobre el escenario no fue distinto, fue, si cabe, a¨²n m¨¢s hermoso.
Y s¨®lo hicieron falta un bajista delicad¨ªsimo, la m¨²sica de Lambchop es una m¨²sica de bajo mel¨®dico, sost¨¦n de las palabras, un bater¨ªa que matizaba el ritmo como si de un susurro se tratase y de un teclista que pon¨ªa el gancho minimalista de un acorde inspirado, en muchas ocasiones detalle que hace brillar la letan¨ªa que Wagner explica en forma de canci¨®n. Nada m¨¢s, nada menos, para desplegar una instrumentaci¨®n encajada como piezas de marqueter¨ªa o delicadas filigranas de orfebre perfiladas con programaciones que eran como el aderezo decorativo que corona una receta. Con Flotus y sus hallazgos ense?ore¨¢ndose del repertorio, el concierto permiti¨® olvidar por dos horas que la vida se ha convertido en una carrera donde no parece importar llegar, sino seguir corriendo bajo la angustia. La m¨²sica de Lambchop es justo lo contrario, descubrir lo bello que hay en cada paso.
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