El mundo visto desde un pasaje
El escritor y ensayista Jordi Carri¨®n resigue en un libro los casi 400 ¡®pasadizos¡¯ de Barcelona
Tras pulsar muchas veces todos los timbres del interfono, la puerta de vieja carpinter¨ªa gris de aluminio y cristal se abre lentamente para al fin desvelar entre inmuebles su inopinado tesoro, bien oculto, que tanto se resiste a mostrar: en la calle Rossell¨®, en pleno barrio de la Sagrada Familia de Barcelona, aparece la profundidad de campo, verde por las macetas, de las casitas bajas alineadas, con letras en vez de n¨²meros y un final en forma de T. Silencio en plena capital. El espacio no tiene nombre y, claro, tampoco est¨¢ en las gu¨ªas: se construy¨® en 1924, entonces 18 casas econ¨®micas (hoy, todo un lujo) para los ingenieros que participaban en la construcci¨®n del cercano templo de Antoni Gaud¨ª. El escritor y ensayista Jordi Carri¨®n conoce de su existencia porque lo sabe todo de los cerca de 400 pasajes que, milagrosamente, conserva la ciudad y cuyo rastro ha seguido en Barcelona. Libro de los pasajes (Galaxia Gutenberg, en castellano y catal¨¢n).
Carri¨®n (Tarragona, 1976) es doctor en pasajes porque ha destinado ocho a?os a ello, desde que cerca de la plaza Urquinaona tropez¨® con el pasaje de Manufacturas (que une Trafalgar con Sant Pere m¨¦s Alt) y decidi¨® hacer un libro sobre los construidos en el XIX en el centro de la ciudad. ¡°La locura creci¨® desde esa veintena hasta estos casi 400 porque, en el fondo, esas construcciones burguesas no eran mi mundo¡±, dice Carri¨®n, hijo de inmigrantes, que se qued¨® a cinco a?os del tiempo que Walter Benjamin invirti¨® para recopilar material para su inconcluso Proyecto de los pasajes, ¡°una colecci¨®n de cientos de citas sobre el Par¨ªs capital del XIX¡±, como define el libro, que admite que ha sido la semilla del suyo.
Pero tanto el volumen de Benjamin como el de Carri¨®n buscan ser una cartograf¨ªa de fen¨®menos del mundo moderno. As¨ª, siguiendo la idea de que ¡°ning¨²n libro que verse sobre la contemporaneidad no puede ser otra cosa que un texto abierto¡±, como defend¨ªa el periodista Ryszard Kapuscinski, Carri¨®n (autor de disecciones sociol¨®gicas como Teleshakespeare o Librer¨ªas) ha construido Barcelona. Libro de los pasajes a partir de 226 fragmentos (como es hoy la realidad) y con tres estratos de lectura. Uno es una historia de Barcelona que va desde el pasaje del Cam¨ª Antic de Val¨¨ncia, que marca la ¨¦poca romana, hasta el de las Manufacturas, cuya remodelaci¨®n hoy para dar cabida a un hotel y a un espacio gastron¨®mico dibujan el recorrido temporal. Otra lectura la proporciona sus propias reflexiones y usos como ciudadano tras mudarse al Poblenou y adoptar as¨ª ¡°una mirada desde la periferia del centro hist¨®rico¡±. La tercera lo generan pasajes con historias propias potentes, como el de Sert, donde pas¨® infancia y vivi¨® el hom¨®nimo que fuera uno de los pintores espa?oles m¨¢s medi¨¢ticos de los a?os 50; el del Cr¨¨dit, en el que Joan Mir¨® vivi¨® su infancia y luego tuvo taller; el de la Pau, donde tiene su despacho la arquitecto Benedetta Tagliabue, o el de Maluquer, cuyo vecino m¨¢s conspicuo es Eduardo Mendoza, que admite que ¡° debe haber alguna cosa gen¨¦tica, una cierta predisposici¨®n familiar al pasajismo porque mi madre tambi¨¦n naci¨® en un pasaje, el de Sert¡±.
El pasaje M¨¦ndez Vigo era seguro cuando los bombardeos en la Guerra Civil: estaba y est¨¢ la Casa de los Italianos
Pertrechado con Benjamin, el Italo Calvino de Las ciudades invisibles y, am¨¦n de Josep Pla, con ¡°dos sorpresas¡± como los dietarios del Bar¨® de Mald¨¤ (¡°anotaba hasta las obras m¨¢s insignificantes que se hac¨ªan en la ciudad¡±) y los libros del periodista Josep Maria Huertas Claver¨ªa (¡°un trabajo sistem¨¢tico preciso¡±), Carri¨®n va contando historias y an¨¦cdotas, a partir de los materiales m¨¢s diversos: citas de libros, entrevistas, recortes de prensa de ¨¦poca y actuales, b¨²squedas en los caprichosos algoritmos de internet¡ Fuentes que le permiten aseverar, por ejemplo, que el de M¨¦ndez Vigo era uno de los m¨¢s seguros cuando los bombardeos de la Guerra Civil: ¡°Ah¨ª est¨¢ la Casa de los Italianos y como los pilotos lo eran, no dejaban caer nada; en el de Sim¨®, por ejemplo, hasta hace poco por una alcantarilla pod¨ªas entrar a un refugio antia¨¦reo¡±. O constatar que el declive de los pasajes vino por su demonizaci¨®n tras considerarse a mediados del XIX que eran ¡°espacios insalubres porque no corr¨ªa el aire fresco y libre¡±. Y ahora ha detectado que tanto las obras de Diagonal Mar como las de urbanizaci¨®n en Les Corts alrededor de la antigua Colonia Castells ¡°est¨¢n extermin¨¢ndolos¡±.
Otra sintomatolog¨ªa es que se van cerrando al p¨²blico. ¡°Hay derechos de paso, pero mayormente se impide el acceso porque son espacios privados y son los mismos vecinos los que han de pagarse las infraestructuras¡±. En el otro extremo, en el de la calle Aiguafreda, en Horta, los inquilinos se plantean cerrarlo no por la invasi¨®n de vagabundos sino por la de turistas, que han descubierto la imagen pintoresca lejos del masificado centro.
El ensayo ¡®oculta¡¯ una cartograf¨ªa de los fen¨®menos del mundo moderno, al modo del libro de Walter Benjamin sobre Par¨ªs
Unos terceros, m¨¢s descuidados, permiten ser refugio de exclu¨ªdos de la sociedad actual: ¡°El de Bacard¨ª da miedo y en el del Reloj viven vagabundos¡ Tienen un valor patrimonial que deber¨ªa conservarse¡±, alerta Carri¨®n. Lo dice, siguiendo una gu¨ªa urbana de la ciudad publicada por Telstar Distrimapas (con sede, claro, en un pasaje, el Vilaret), frente al de Conrad¨ª, quiz¨¢ el m¨¢s antiguo del Eixample, demediado y en el que a¨²n sobreviven tres casas de principios del XIX. Las ciudades modernas y sus calles, ¡°m¨¢quinas del tiempo averiadas, cintas transportadoras sin marcha atr¨¢s¡±, escribe Carri¨®n, tritura las edificaciones y jardines que conformaban esos pasajes y los sustituye por edificaciones modernas y grandes.
?De cu¨¢ntos metros cuadrados son las casas del pasaje oculto de la calle Rossell¨®? ¡°Creo que de unos 70 metros cuadrados, pero se puede comprobar desde Google porque una de ellas se alquila a turistas¡±, lanza un Carri¨®n de semblante adusto tras cerrar, particular cancerbero, la puerta de acceso al pasaje y tener as¨ª la ilusi¨®n de conservar su secreto silencio, consciente quiz¨¢ de que su libro, como admite, se parece demasiado a la ciudad de cambio galopante: ¡°Es ilusi¨®n, es fracaso¡±.
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