Carta abierta al alcalde de C¨¢diz sobre las corbetas de guerra
El antrop¨®logo F¨¦lix Talego cuestiona el apoyo a la industria militar y reclama que sean prioritarios otros objetivos, como la renta b¨¢sica
Estimado alcalde, he conocido que apoya la construcci¨®n de barcos de guerra para Arabia Saud¨ª en los astilleros de su ciudad, tras dolorosa contradicci¨®n, seg¨²n escribe en EL PA?S, pues se considera antimilitarista. El partido en el que milita la apoya tambi¨¦n, dado que no ha sido desautorizado ni se oyen voces disonantes; y con Podemos el resto de partidos del arco parlamentario y los sindicatos. Ninguno de estos le acusa ahora de ser antisistema (un alivio, supongo), pues que, efectivamente, hay al respecto unidad sist¨¦mica.
La ¡°maldita contradicci¨®n¡± que le embarga, seg¨²n deduzco de sus palabras, es que, por luchar por puestos de trabajo para los parados de su ciudad, se ve abocado a aprobar la construcci¨®n de m¨¢quinas de guerra. Anoto yo al margen, y subrayo, su convencimiento de que, para llevar una vida digna a sus conciudadanos y que dejen de ser rehenes del paro, ve necesario ofrecerles puestos de trabajo. Constato que, en su desvelo por encontrar esos puestos de trabajo se mantiene usted, de nuevo, muy sist¨¦micamente al lado de la direcci¨®n de su partido, del resto de partidos y de los sindicatos.
Incluso denoto en sus palabras destellos admirativos hacia el pasado perdido de pujanza industrial de C¨¢diz. Y advierto la veneraci¨®n que guarda a la memoria de su padre, soldador. Me hermano con usted en la veneraci¨®n a nuestros padres: tambi¨¦n yo la tengo al m¨ªo, que fue pegujalero y jornalero. Seguro que el suyo, como el m¨ªo, tuvo hacia usted atenci¨®n reverencial, pues solo de ella nace despu¨¦s en los hijos el recuerdo venerable. Esto nos hace afortunados a los dos. Pero usted parece sumar la condici¨®n obrera ¨C?orgullo obrero?- a los atributos honorables de su padre (¡°hierro con el que mi padre se dejaba los pulmones para alimentarme¡±). Yo no creo que la condici¨®n obrera de nuestros padres aporte o quite nada a su honorabilidad. En esto me distancio de su parecer, porque yo no soy comunista ni socialdem¨®crata, o lo que viene a ser lo mismo, obrerista, es decir, de los que creen que la condici¨®n proletaria viene pre?ada de libertad, de que es el obrero el que crea la riqueza, etc, etc. Por cierto, en eso de que la riqueza se crea o crece con el incremento de la labor industrial y de que ese debe ser el Norte de la humanidad, comulga otra vez sist¨¦micamente con el resto de las voces autorizadas. Ignoro si aceptar¨¢ por ello que le ponga yo entre los partidarios del productivismo, todos herederos de Adam Smith.
F¨ªjese si no comparto lo del ¡°incremento¡± de la riqueza que niego incluso que la riqueza se cree o crezca. Al contrario, me pliego en esto a lo que creyeron tantas culturas hoy exterminadas o sojuzgadas: que la riqueza ha sido creada por Dios, los dioses o la geolog¨ªa, y que nuestro cometido es ¨Cdeber¨ªa ser- cuidar esa inmensa obra de la Creaci¨®n.
Me atrever¨ªa a decirle que las razones que le han llevado a aceptar las corbetas de guerra hunden sus ra¨ªces en la bicentenaria tradici¨®n intelectual obrerista e industrialista. Razones que, deduzco, le han permitido recuperar el sosiego, convencido finalmente de que ha actuado en el sentido progresivo de la Historia: apoya la construcci¨®n de las m¨¢quinas de guerra hoy ¡°¡para que en un futuro lo menos lejano posible podamos dejar de depender de estos contratos, tan insultantes para nuestros principios humanos como ahora vitales para la supervivencia de nuestra gente¡±. Las filosof¨ªas a que ha recurrido para recuperar su tranquilidad de conciencia son, ciertamente, de alta estirpe: nada menos que el hegelianismo de Carlos Marx. La tr¨ªada de tesis, ant¨ªtesis y s¨ªntesis, siendo en C¨¢diz hoy la tesis el desempleo, la ant¨ªtesis las m¨¢quinas de guerra y, efectivamente, la s¨ªntesis superior el futuro definitivamente progresado de trabajo feliz, paz y confort. Marx estableci¨® que el futuro pleno de libertad requer¨ªa antes eso del ¡°desarrollo de las fuerzas productivas¡±. Y en esas seguimos, yo a mi pesar, usted muy a gusto, a lo que se ve.
Otros, en cambio, vemos en ese ¡°desarrollo¡± en continuo incremento, que se prolonga ya por dos siglos, mucha destrucci¨®n y millones de vidas arruinadas en trabajos ingratos y nocivos en f¨¢bricas, o aniquiladas, tambi¨¦n a millares, por las m¨¢quinas de guerra industriales, como esas que, qu¨¦ remedio, se construir¨¢n en los astilleros. Seguramente dir¨¢ que nuestra cr¨ªtica al industrialismo imperante es superficial, o vulgar, porque no emplea la dial¨¦ctica hegeliana. F¨ªjese, tambi¨¦n Adam Smith anim¨® a la humanidad a incrementar ¡°la riqueza de las naciones¡±, como la llamaba ¨¦l. Todav¨ªa no he sido capaz de elucidar la diferencia entre el consejo de Smith del ¡°incremento de la riqueza¡± y el de Marx de ¡°desarrollo de las fuerzas productivas¡± Tendr¨¦ que seguir estudiando dial¨¦ctica.
Solo un punto m¨¢s en estos enredos filos¨®ficos que, seg¨²n usted, a poco conducen: de estos dos antecesores, Smith y Marx, ?qui¨¦n cree que ha tenido m¨¢s peso en la santificaci¨®n de la gran industria, el fuelle ¨¦pico de la humanidad proletaria¡ y la guerra industrial con corbetas? Ya me dir¨¢, pero, en mi opini¨®n, es sin duda Marx el campe¨®n. Tanto, que sospecho que Keynes, cuando escribi¨® aquello de que ¡°por lo menos durante otros cien a?os debemos simular (¡) que lo bello es sucio y lo sucio es bello, porque lo sucio es ¨²til y lo bello no lo es¡±, estaba comentando a Marx, y no tanto a Smith. ?O a los dos?
En fin, estimado alcalde, ya termino: demasiados barcos surcan los mares, demasiados coches los paisajes, demasiados aviones los cielos. Con tanto ruido que no sabemos bien cu¨¢les de ellos son de guerra y cuales civiles ?Todav¨ªa sue?a con recuperar el ¡°nivel de la productividad¡± perdido? ?Es su hegeliana dial¨¦ctica inmune a la duda?
Y ahora s¨ª, de verdad, termino: el partido al que pertenece se lanz¨® a la arena pol¨ªtica enarbolando la bandera de la Renta B¨¢sica Universal; un derecho de ciudadan¨ªa que permitir¨ªa a muchos escapar al yugo de tantos trabajos ingratos, serviles e innecesarios. ?Qu¨¦ ha sido de esa bandera en su organizaci¨®n?
Postdata:
Yo, como usted, soy militante, pero no he querido postularme para alcalde, para no tener que presidir la botadura de una m¨¢quina de guerra o de un pol¨ªgono industrial donde fabricar m¨¢s cacharrer¨ªa ruidosa y contaminante. Porque no me sirve la dial¨¦ctica. Prefiero, por ahora, seguir denunciando desde fuera de las instituciones el industrialismo, el militarismo y el extractivismo imperantes, por coherencia, por eficacia.
Salud, buena suerte, y que acierte siempre, por el bien de todos.
F¨¦lix Talego es profesor de Antropolog¨ªa Pol¨ªtica en la Universidad de Sevilla
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