Un puto periodista
Frente al despiadado sistema de noticias me refugio en el ir¨®nico, fresco y audaz Josep Maria Planes, esencia del oficio: silla, mesa, m¨¢quina de escribir, gabardina y sombrero
Aunque no me he bajado los pantalones porque no soy Laporta, a punto he estado de montar una bronca de mucho cuidado en el arco de seguridad del aeropuerto de Barcelona. Han sospechado de m¨ª porque en una bolsa de viaje llevaba un ordenador, mi libreta y una Olivetti. No ha sido f¨¢cil hacer entender a un tipo muy identificado con su uniforme de vigilante que la tecnolog¨ªa me confunde tanto que de vez en cuando, si no tengo nada pendiente, recurro al papel y a la vieja m¨¢quina de escribir para juntar cuatro letras, nada que ver con las columnas susceptibles de ser publicadas incluso en una publicaci¨®n como La Rella del Llu?an¨¨s.
Me viene bien de forma ocasional dedicar un rato a mis cosas porque cuando el texto no sale nunca me enfado con la pluma, ni con el bloc y menos con la Olivetti. A pesar de que no paro de arrancar hojas y romper folios, s¨¦ que la culpa es m¨ªa y no de los dem¨¢s, como pasa cuando trabajo por cuenta ajena y tiendo a enfadarme, y bien que lo saben en EL PA?S. Me distraen y abruman con tantas claves y herramientas de comunicaci¨®n, siempre pendiente de los avisos, mensajes y de la m¨¢quina de encargar, cuando hab¨ªa entendido que se me quer¨ªa para contar noticias e historias, cosa por otra parte ya muy dif¨ªcil, incluso cuando la materia da para tanta fabulaci¨®n como es el Bar?a.
Tampoco me dan respiro en la Facultat de Comunicaci¨® Blanquerna desde que cambi¨® el sistema de calificaci¨®n y se exige rellenar unas cuantas casillas con conceptos dif¨ªciles de desglosar si se trata de explicar a los alumnos en qu¨¦ consiste el periodismo deportivo para despu¨¦s discernir entre qui¨¦n merece aprobar o le conviene suspender, tarea de por s¨ª delicada, por m¨¢s comprensi¨®n y generosidad que tengan conmigo los amigos y superiores de la Universitat Ramon Llull. No creo tener problemas serios con los compa?eros, ni en el aula ni en la redacci¨®n, sino con el sistema, que act¨²a de manera uniforme y despiadada y exige obediencia ciega a un chico rural de Perafita.
Yo part¨ª un d¨ªa de casa con la esperanza de poder escribir en los diarios que entonces le¨ªa; quer¨ªa buscarme la vida y ver los partidos del Bar?a; supe que me dedicar¨ªa al periodismo el d¨ªa que descubr¨ª que era un oficio tan vocacional como el de cura; advert¨ª que, sin ser un cad¨¢ver acad¨¦mico, aprend¨ªa m¨¢s cuando iba en busca de quienes me interesaba escuchar y leer que si me quedaba en clase a copiar; y, como autodidacta, me conform¨¦ con procurar ser una persona digna antes que objetiva, aspirante a ser un puto periodista que si nunca sali¨® de la guarida de deportes es por gusto y por miedo, convencido de haber encontrado mi sitio, y de ah¨ª la defensa irracional de mis cosas y de mi mesa en EL PA?S.
Quiz¨¢ as¨ª se explica mi obsesi¨®n por evocar el pasado, entusiasmado como estoy con las actividades organizadas con motivo de l¡¯Any Planes, el periodista de Manresa asesinado a los 29 a?os por la FAI. La obra de Josep Maria Planes (1907-1936) ha sido recopilada, divulgada y defendida por bi¨®grafos (Jordi Finestres), profesores (Jordi Serrat) e historiadores (Joaquim Aloy), hasta ser interpretada y contextualizada de forma inteligente por sesudos periodistas como Carles Geli.
Miembro de una generaci¨®n enciclop¨¦dica, Planes se inici¨® en deportes, triunf¨® como cronista de la noche barcelonesa e investig¨® el gansterismo hasta morir en la carretera de la Rabassada.
Ir¨®nico y fresco, Planes fue un retratista de ¨¦poca por su empe?o en fotografiar la realidad de manera calidosc¨®pica, como se aprecia en el libro Planes d¡¯Esport tan bien compuesto por Finestres. Incluso cuando se pod¨ªa exceder en la coloraci¨®n y musicalidad de los textos, siempre escribi¨® con elegancia y gracia para que se le entendiera en la calle y en el Ateneo, en la plaza y en el Hotel Col¨®n, como turista literario por la Volta o entrevistando a Pepe Samitier. Miraba mucho, observaba bien, era preciso y contaba las cosas sin pedanter¨ªa y con un punto de escepticismo que por desgracia la prensa deportiva ha olvidado desde que se eterniz¨® el conflicto Bar?a-Madrid.
Planes trat¨® con las distintas figuras del momento, h¨¦roes populares como Ca?ardo, Giron¨¦s o Samitier, y les defini¨® con una frase que viene a cuento en tiempos de adulaci¨®n a Messi y Cristiano: ¡°Seuen amb l¡¯aire desabusat i una mica absent dels grans personatges que tenen una idea precisa de la seva importancia¡±. Y, para referirse a cuestiones de vecindad, alcanza con una referencia: ¡°Vic ens ha rebut amb un aire de gran senyora que no est¨¤ per roman?os i hem hagut d¡¯anar a tancar els ¨¤necs a Manlleu¡±. Quiz¨¢ por su condici¨®n de polifac¨¦tico, no pontificaba, ni se daba importancia sino que su estilo era limpio y claro y se le sab¨ªa valiente, comprometido con el oficio y con el pa¨ªs, Catalu?a.
Aunque fue audaz, tambi¨¦n supo d¨®nde estaba la frontera con el rid¨ªculo para tener la prudencia de no hablar de lo que no sab¨ªa, hombre cabal y ejemplo de lo que fue el periodismo: una silla, una mesa, una m¨¢quina de escribir, una gabardina y un sombrero, como se ve en la fotograf¨ªa del Espai Planes del Casino de Manresa. La imagen me fascina porque me evoca lo que quer¨ªa ser de mayor cuando era ni?o y al tiempo me incomoda porque no me acabo de reconocer en lo que me he convertido desde que me invitan a leer noticias en lugar de leer diarios, cosa que no es precisamente lo mismo, como descubri¨® Arcadi Espada. ¡°Algo tendr¨¢ el papel, que lo matan¡±, apostill¨® Gregorio Mor¨¢n.
Asumido que debo reciclarme a cambio de no ser m¨¢s tonto, mi pr¨®xima lectura ser¨¢n los textos de Antoni Vil¨¤ i Bisa (1888-1965), Critias, el cronista que seguramente m¨¢s sab¨ªa sobre Josep Giron¨¦s, el crack de Gr¨¤cia. El boxeo se ha puesto de moda en los gimnasios y quiz¨¢ es un buen momento para indagar sobre un periodista que trascendi¨® por su visi¨®n anglosajona en las p¨¢ginas de La Publicitat. En los momentos de duda, los cl¨¢sicos me ayudan a reafirmarme, a convencerme de que no me equivoqu¨¦ de oficio, a pelear por no ser conocido sino le¨ªdo, ni que sea por uno mismo, cosa que consigo con una pluma, un bloc y una Olivetti.
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