La ilusi¨®n como valor pol¨ªtico
Parece que aquellos militantes que desean un PSOE fuerte, capaz de alcanzar la presidencia del Gobierno, escogen precisamente al l¨ªder que en seis meses ha perdido dos elecciones
Hasta ahora, para analizar la pol¨ªtica, hab¨ªa que utilizar la econom¨ªa, la historia, la sociolog¨ªa, el derecho, la geograf¨ªa, la filosof¨ªa pol¨ªtica, la tecnolog¨ªa, la psicolog¨ªa, la demograf¨ªa¡ entre otras ciencias conexas o derivadas de ¨¦stas. Todas ellas, en grados distintos, contribu¨ªan a que los problemas pol¨ªticos se aclarasen, pudieran comprenderse y, en lo posible, solucionarse.
En los ¨²ltimos tiempos, de todas las ciencias enumeradas, una de ellas, hasta hace poco de importancia menor en el an¨¢lisis pol¨ªtico, es preponderante: la psicolog¨ªa. Cada vez m¨¢s, el mundo pol¨ªtico tiende a ser explicado desde esta ciencia que se aplica tanto a los gobernantes como a los gobernados, tanto a la psicolog¨ªa individual como a la psicolog¨ªa de masas.
La revoluci¨®n tecnol¨®gica de los medios de comunicaci¨®n ha contribuido poderosamente a este fen¨®meno. Del periodismo que buscaba afanosamente la verdad estamos pasando al que se dedica a fabricar la posverdad, una forma nueva y sofisticada de denominar a lo que antes llam¨¢bamos, pura y simplemente, mentira. La vieja censura, que cre¨ªamos desaparecida, ha reverdecido con la poscensura, el chaparr¨®n de insultos que vomitan las redes para infundir miedo a quienes se atreven ¡ª con m¨¢s o menos acierto, eso no es relevante¡ª a poner en cuesti¨®n ciertos dogmas que se consideran intocables. Se quiere estar en la certeza, en la certeza absoluta e indiscutible, no en la duda, precisamente el fundamento de todo el mundo moderno.
?Cogito ergo sum? Ni hablar. Recibir consignas para no pensar, o pensar con el coraz¨®n y no con el cerebro. La fe: ella nos conduce a la verdad, Hitler dixit. Malos tiempos para el conocimiento y la raz¨®n, buenos para la incultura y la pasi¨®n, las emociones y sentimientos desaforados. De la modernidad hemos pasado, por lo visto, a la posmodernidad. El peligro se ve¨ªa venir desde que en la estela de Nietzche, Heidegger o Wittgenstein, pensadores, para decirlo de alguna manera, como Foucault, Lacan, Lyotard, Baudrillard, Deleuze, Barthes, Derrida o Vattimo, entre otros, irrumpieron con m¨¢s ¨¦xito del previsto en el panorama filos¨®fico contempor¨¢neo.
Que Pedro S¨¢nchez arrase en las primarias del PSOE tiene pocas explicaciones fr¨ªamente razonables. Parece que aquellos militantes que desean un PSOE fuerte, capaz de alcanzar la presidencia del Gobierno, escogen precisamente al l¨ªder que en seis meses ha perdido dos elecciones, cada vez por mayor margen de diferencia con el PP y que con los peores resultados obtenidos por su partido desde los inicios de la transici¨®n democr¨¢tica. No digo que la culpa de estas derrotas fuera de S¨¢nchez, pero alguna parte en ella tendr¨ªa y, en todo caso, en el partido socialista hay una dign¨ªsima tradici¨®n de asumir la responsabilidad de las derrotas, con culpa o sin ella: Felipe Gonz¨¢lez primero y, sobre todo, Joaqu¨ªn Almunia y Alfredo P¨¦rez Rubalcaba, dimitieron por fracasos electorales de mucha menos entidad.
Adem¨¢s, las dos grandes consignas del vencedor de las primarias han sido de una profundidad perfectamente descriptible: primero fue el ¡°no es no¡±, ahora el ¡°s¨ª es s¨ª¡±. Y los argumentos se han basado sobre una posverdad: que a S¨¢nchez lo ech¨® de malas maneras la vieja ¨¦lite del PSOE en el Comit¨¦ Federal del pasado 1 de octubre, cuando lo cierto es que ¨¦l puso de antemano su cargo a disposici¨®n de dicho Comit¨¦ si no le aceptaba convocar un Congreso extraordinario en el plazo de un mes, algo ins¨®lito en la historia del partido socialista. Al perder la votaci¨®n, dimiti¨® de su cargo. Voluntariamente. Decisi¨®n comprensible por falta de apoyo pero, al fin y al cabo, voluntaria. En todo caso, nadie le ech¨®, aunque muchos le ten¨ªan ganas por fundadas razones.
Consignas de publicidad comercial, argumentos falaces pero, y ah¨ª est¨¢ el factor psicol¨®gico, a S¨¢nchez los militantes le han votado con ilusi¨®n. Dec¨ªa lo que ellos quer¨ªan, ganar y echar al PP del Gobierno. Pero la raz¨®n indica que ello requiere ganar las elecciones o encabezar una coalici¨®n viable y coherente para gobernar. Ni se ganaban las elecciones, al contrario, se perd¨ªan estrepitosamente, ni se logr¨® en nueve meses una coalici¨®n viable. Pero Pedro S¨¢nchez, por lo que sea, suscita ilusi¨®n, a la manera del tul de los vestidos de novia, y eso es hoy, por lo visto, lo que venden los consultores de comunicaci¨®n pol¨ªtica. Los ilusos ganan, mal vamos.
Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional.
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