Mentarla es convocarla
El nuevo d¨ªa de la marmota no est¨¢ exento de peligros. Los m¨¢s osados apuestan sobre sus m¨¢rgenes de incertidumbre
Eso no ha terminado. Y lo que es m¨¢s inquietante para muchos, sean independentistas o no, el punto final ni siquiera se atisba en el horizonte.
El objetivo es m¨®vil e inasible. Toda sensaci¨®n de avance precede a la de un inmediato aplazamiento. La experiencia demuestra que la fijaci¨®n de objetivos claros y a plazo concluye con una demostraci¨®n de una evidente insuficiencia de fuerzas con la simult¨¢nea y desesperante exhibici¨®n de una inercia bastante para que el movimiento prosiga (desesperante para unos y otros: para quienes se desesperan porque no han alcanzado su objetivo y para quienes se desesperan por la amenaza de sucesivas repeticiones).
Ni siquiera es seguro que la colisi¨®n que se anuncia sea el punto final y la apertura de una nueva etapa despojada de los atributos m¨¢s enojosos y fatigantes de la actual. Esto no ha sido hasta ahora una l¨ªnea continua, sino llena de inflexiones e hitos, momentos cruciales presentados como decisivos, hist¨®ricos incluso, aunque luego hayan quedado en nada. Es perfectamente posible que este presunto punto final no sea m¨¢s que un nuevo hito y que, una vez superado, sigamos d¨¢ndole vueltas a la rueda del h¨¢mster.
En cada una de estas ocasiones decisivas ha habido un margen de indeterminaci¨®n sobre el que los procesistas han construido su esperanza. En las elecciones avanzadas de 2012, plebiscitarias inconfesadas, la apuesta ped¨ªa una mayor¨ªa tan amplia de CiU con Artur Mas al frente que obligara a Rajoy a sentarse a negociar. En el proceso participativo del 9N, la apuesta m¨¢s alta era la remota eventualidad de una participaci¨®n de tal nivel, con una cantidad de votos en favor de la independencia tan alta, que no hubiera m¨¢s remedio por parte del Gobierno de Madrid que aceptar el resultado como un casi-refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n. Tambi¨¦n ha sucedido en las elecciones del 27S de 2015, planteadas abiertamente como un plebiscito sobre la independencia, que el independentismo ha perdido, aunque se niegue a reconocerlo verbalmente y a pesar de que ya lo ha hecho pol¨ªticamente con el regreso a la casilla del derecho a decidir y el refer¨¦ndum.
Hay todav¨ªa una cuarta ocasi¨®n, oculta en la rectificaci¨®n del gobierno Puigdemont, en la que el Proc¨¦s ha perdido probablemente la baza m¨¢s temible para el inmovilismo constitucional. Esta consist¨ªa en convertir los 18 meses de la ¨²ltima hoja de ruta en un proceso constituyente abierto y participativo, que ampliara la movilizaci¨®n, se abriera a los Comunes, y culminara con un texto constitucional a refrendar en el hito siguiente. Se ha optado por el camino contrario: el secretismo, los despachos, los abogados en busca de triqui?uelas legales o ilegales para enga?ar de nuevo a Madrid, el elitismo en definitiva. A falta del proceso participativo se ha derivado hacia un proceso iliberal, fraguado en la ocultaci¨®n y la sorpresa, con evidente peligro de conculcar los derechos de la oposici¨®n en el Parlament y de los ciudadanos, en particular los funcionarios, en las instituciones.
Perdidas cuatro oportunidades, la nueva convocatoria tiene toda la pinta de convertirse en otra ocasi¨®n para la exhibici¨®n a la vez de la fuerza y de los l¨ªmites del movimiento, de manera que a continuaci¨®n, una vez superado el ¨²ltimo escollo de la convocatoria del refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n imposible, suceder¨¢ lo de siempre: se fijar¨¢ de nuevo el objetivo ¡ªla independencia¡ª con un nuevo plazo. La convocatoria de elecciones auton¨®micas puede servir, sobre todo si se quieren presentar como constituyentes y blandir el se?uelo de la elaboraci¨®n de una Constituci¨®n que preceder¨ªa a la declaraci¨®n de independencia, naturalmente unilateral, en el caso de que no haya antes una negociaci¨®n con Madrid.
Conclusi¨®n. El d¨ªa de la marmota estar¨¢ instalado entre nosotros mientras nadie rompa esta din¨¢mica circular construida por Artur Mas de la que nadie de su entorno ni del independentismo ha sabido salir. Y la ¨²nica forma de romperla es que aparezca de una vez por todas un proyecto alternativo capaz de interesar al menos a una parte de los votantes independentistas y por supuesto a la enorme masa de catalanes que desean un mejor autogobierno pero no quieren rupturas con la legalidad ni sue?an en la inmaculada concepci¨®n de la Catalu?a independiente.
El d¨ªa de la marmota no est¨¢ exento de peligros. Sobre los m¨¢rgenes de indeterminaci¨®n apuestan los m¨¢s osados. Ahora la apuesta tiene que ver con el uso de la fuerza, circunstancia imaginada como redentora para un Proc¨¦s que ya ha fracasado en cuatro ocasiones. Mentarla es convocarla, cosa que nadie, de un lado y de otro, debiera hacer a estas alturas del siglo XXI y de nuestra dolorosa experiencia hist¨®rica. En la vocaci¨®n de quienes piensan en ella est¨¢ la destrucci¨®n de la democracia espa?ola, una triste victoria para una Catalu?a que siempre ha asociado su autogobierno con la libertad y la democracia en Espa?a. De ah¨ª que al final, ser¨ªa la derrota segura de todos. Como para pens¨¢rselo dos veces.
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