Secesi¨®n en el retrovisor
Aunque haya quien reclama la aplicaci¨®n de medidas frontales, lo deseable es que la respuesta del Estado de derecho sea proporcionada, caso por caso y gradual para no sobreactuar al imponer el cumplimiento de la ley
Ahora que el presidente Puigdemont invoca sorprendentemente la gran pol¨ªtica de Josep Tarradellas, emularla pudiera consistir en aparecer en p¨²blico para decir que el desconcierto de la sociedad catalana requiere un per¨ªodo de reflexi¨®n por lo que el calendario de la ruptura con Espa?a se pospone ¡°sine die¡± y que consecuentemente habr¨¢ elecciones auton¨®micas para que la ciudadan¨ªa contraste argumentos, efectos emocionales, relaciones coste-beneficio y disparidades entre mito y realidad. Evidentemente, eso tendr¨ªa un coste pol¨ªtico para Puigdemont, especialmente en el mundo antisistema que le mantiene en el poder pero, es gran pol¨ªtica. La otra opci¨®n, de mayor coste general, es llevar a la sociedad catalana a la ficci¨®n de un refer¨¦ndum sin urnas, ni junta electoral ni futuro. Ni tan siquiera existe la certidumbre de que el activismo independentista logre una reacci¨®n masiva cuando el refer¨¦ndum no tenga lugar. La situaci¨®n pol¨ªtica de Catalu?a es voluble e inflamable, por contraste con una Catalu?a real que prefiere estabilidad, crecimiento y negociaci¨®n. La unidad estrat¨¦gica de todos los sectores y Administraciones en la petici¨®n de la Agencia Europea del Medicamento ¡ªcon otras ciudades en liza¡ª demuestra que hay formas m¨¢s razonables de hacer las cosas. Una sociedad abierta es una sociedad bien informada. Es dudoso que sea ese el pre¨¢mbulo proyectado para un refer¨¦ndum unilateral. Efectismos, gestualidades, inconcreciones, irresponsabilidad extrema y grave incompetencia pol¨ªtica conectan a Artur Mas con Carles Puigdemont. La confusi¨®n genera pasividad, desconecta y deteriora las formas de interacci¨®n social y c¨ªvica.
Es probable que acabemos viendo el intento secesionista alej¨¢ndose en el retrovisor. Incluso es posible que en un futuro no muy lejano ni podamos concebir c¨®mo se lleg¨® a configurar lo que se aleja por el retrovisor. Pero puede suceder tambi¨¦n que una concatenaci¨®n de provocaciones y actos rupturistas empeore las circunstancias actuales. De no ser as¨ª, al final las cosas ir¨¢n regresando a su cauce, es decir a las tensiones concretas, irresolubles en un d¨ªa, solo conllevables, por accidentado e inc¨®modo que eso sea. A¨²n as¨ª quedar¨ªan unos cientos de miles de ciudadanos desafectos a casi todo porque la pol¨ªtica secesionista lleva demasiado tiempo entre el todo o nada y eso fatiga.
O retrovisor o faros antiniebla. Al estallar, las burbujas provocan desilusiones incuantificables, tal vez pasajeras por su propia naturaleza. Habr¨¢ desperfectos, como hay buena pol¨ªtica y mala pol¨ªtica. Con la visita de Alfonso XIII a Barcelona en 1902, la Lliga err¨® al pensar que la ciudad permanecer¨ªa con las persianas cerradas para manifestar su falta de entusiasmo mon¨¢rquico. Ocurri¨® lo contrario porque el pueblo de Barcelona expres¨® su satisfacci¨®n por la presencia del monarca. Entonces la intuici¨®n pol¨ªtica de Camb¨® acert¨® d¨¢ndole un giro a la situaci¨®n y expresando ante el Rey las inquietudes de la sociedad catalana. Es decir: el pol¨ªtico se adaptaba a la realidad de la sociedad y eso le convert¨ªa en su mejor representante. Fue un momento de calidad pol¨ªtica catalanista. Por contraste, se hace penoso ver a los diputados del PDeCAT actuando desde sus esca?os como si fuesen representantes antisistema. Siendo algunos de ellos parlamentarios muy cualificados, es inaudito que recurran a la pancarta cuando el Rey acude el Congreso de los Diputados a conmemorar los cuarenta a?os de las elecciones democr¨¢ticas despu¨¦s de la dictadura. En la Segunda Rep¨²blica, el catalanismo republicano se afirm¨® en las calles de Barcelona al grito de ¡°?Mori Camb¨®!¡±. Un catalanismo contra otro. Ahora es nacionalismo contra autonomismo, independentismo frente a constitucionalismo.
Los errores del secesionismo no pueden atribuirse a toda la sociedad catalana ni la sociedad tiene por qu¨¦ asumirlos. Por eso, aunque haya quien reclama la aplicaci¨®n de medidas frontales, lo deseable es que la respuesta del Estado de derecho sea proporcionada, caso por caso y gradual para no sobreactuar al imponer el cumplimiento de la ley. El nacionalismo secesionista ha pasado a ser una especie de r¨¦gimen pol¨ªtico. Incluso ¡ªcomo hizo Artur Mas¡ª se han pedido mayor¨ªas indestructibles pero las mayor¨ªas no son destructibles ni indestructibles: pertenecen a la voluntad popular, a la decisi¨®n de los individuos y no a un arquetipo colectivo de los territorios. Eso significa respetar y fortalecer las instituciones ¡°inclusivas¡±. Las concebidas por la Constituci¨®n de 1978 tienen una complexi¨®n estable, perfectible como todo, para modularse y encauzar los conflictos seg¨²n la ley. A pesar de tanta agitaci¨®n, al final es lo que cuenta.
Valent¨ª Puig es escritor.
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