Imag¨ªnate, Espa?a, sin Orgullo

Cada julio cuento hasta el 18. Hay algo extra?o en el aire, quiz¨¢ porque Espa?a se siente inc¨®moda en este mes. Quiz¨¢ le sigue costando recordar con detalle. Podr¨ªamos imaginar, como ant¨ªdoto, a Federico Garc¨ªa Lorca paseando por Madrid, en julio de 1936, calibrando el viaje a Granada. Consideramos sus pensamientos a favor y en contra. Las portadas de los peri¨®dicos. La llamada de su madre. El deseo de regresar. Granada es la infancia, un lugar donde todav¨ªa no ha sucedido la historia. Recordamos el tomo de las obras completas publicadas que nuestros padres ten¨ªan en casa. Lorca era ya un autor querido, pero a veces ese cari?o escond¨ªa sorprendentes contradicciones. Pod¨ªa ocurrir que en un colegio de Granada alg¨²n alumno quitara importancia a la muerte de Garc¨ªa Lorca (y, por tanto, a la Guerra Civil), porque hab¨ªa sido asesinado, no solo por motivos pol¨ªticos, sino por una pretendida confabulaci¨®n de venganzas entre homosexuales.

En estos d¨ªas del Orgullo en Madrid podemos hacer otro ejercicio: qu¨¦ habr¨ªa hecho Lorca de haber tenido la suerte de compartir esta ¨¦poca. Nos lo imaginamos disfrutando de la sensaci¨®n de no tener que esconderse, asistiendo a la cabalgata o todo lo contrario: preferir¨ªa huir del tumulto, a la misma Granada, donde escribir y amar sin ruido. Mirando el pasado de nuestras propias vidas podemos sentir el orgullo de vivir en un pa¨ªs donde gozar de la identidad sexual y de la libertad de pensamiento es un hecho inexcusable para gran parte de la sociedad.

Por desgracia, siguen siendo muchos los que detestan al Otro: la otra identidad, la otra libertad (porque las propias son sagradas). No lo expresan p¨²blicamente, pero s¨ª en conversaciones privadas, en las barras de los bares o en los grupos de WhatsApp. Detestan por igual a los homosexuales que a los musulmanes. Tampoco soportan a los pol¨ªticos que apuestan por la convivencia. A veces concluimos que estas personas simplemente rechazan la diferencia y que, como dec¨ªa Antonio Machado, desprecian cuanto ignoran, pero es m¨¢s complejo: odian lo que temen. Ni los budistas ni los pigmeos ni los can¨ªbales atormentan sus disputas. Porque no est¨¢n cerca. Aborrecen las divergencias en lo que consideran su inamovible identidad. Tienen miedo de s¨ª mismos, podemos pensar. Del fracaso de la educaci¨®n recibida. Del fracaso de los padres, criados en la sociedad muda del franquismo. De las pulsiones homosexuales que quiz¨¢ alguna vez sienten o sintieron. Tienen miedo de que lo que han cre¨ªdo y han heredado no sea cierto. Viven en cualquier lugar de Espa?a y tambi¨¦n en la Granada de Lorca.

Entonces vuelvo a contar los d¨ªas hasta el 18. Y le digo a Lorca, en mi interior: No regreses a aquella ciudad de 1936. No lo hagas t¨² tampoco, Espa?a. Qued¨¦monos en este Madrid de julio de 2017. A partir de aqu¨ª podemos seguir construyendo un futuro que se nos parezca.