Rajoy en la estaci¨®n de Francia
No hay mejor descripci¨®n de la pol¨ªtica del PP en Catalu?a que el accidente del tren de Rodalies que choc¨® en la v¨ªa 11
Lo m¨¢s l¨®gico ser¨ªa que alguien pusiera sentido com¨²n y buscara salida a la situaci¨®n. Todas las apariencias apuntan a que el tren capitaneado por Junts pel S¨ª se estrellar¨¢ contra las defensas constitucionales del PP, tal como le sucedi¨® hace unos d¨ªas al convoy de Rodalies en la v¨ªa 11 de la estaci¨®n de Francia. Las im¨¢genes de v¨ªdeo son elocuentes: el tren se dirige irremisiblemente hacia los topes inamovibles, sacudiendo a todos los vagones y perforando la m¨¢quina.
No hay mejor descripci¨®n de la pol¨ªtica del PP en Catalu?a que el accidente de Rodalies. Nada nuevo para un partido capaz de prodigarse sin sonrojo en gestas de la mejor escuela populista. Como ese v¨ªdeo que compara los logros del Gobierno central en materia de empleo con la llegada del hombre a la Luna o la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn. Es cierto que el paro ha bajado de los cuatro millones de personas por primera vez desde comienzos del 2009.
Pero el mercado laboral es reh¨¦n de la estacionalidad y son temporales el 73% de los 349.000 nuevos contratos, con lo que finalizada la temporada tur¨ªstica la cifra de parados podr¨ªa recuperar viejas hechuras y superar los cuatro millones de personas.
Lo importante, sin embargo, era el impacto publicitario. Hab¨ªa que borrar la imagen oscilante, entre prepotente y fr¨¢gil, que el presidente dej¨® en la retina de muchos espa?oles 48 horas antes, al declarar como testigo ante la Audiencia Nacional. El guion del poder exig¨ªa que el Rajoy estadista tomara el relevo al Rajoy de la trama de corrupci¨®n en el partido que dirige y cuya gesti¨®n econ¨®mica asegur¨® desconocer. Tocaba salir, pecho henchido, y sustituir el dubitativo ¡°no s¨¦, no me acuerdo¡± de la vigilia por los logros en materia de empleo y por la raci¨®n habitual de aplomo constitucional. Y en este sentido, la ley como fin superior y ¨²ltimo arrebat¨® la bandera a la formulaci¨®n de cualquier propuesta, en un claro ejercicio de c¨®mo se articula m¨¢s que el conservadurismo el inmovilismo absoluto.
Conocedor de los mecanismos del poder, en su triunfal rueda de prensa, Rajoy asegur¨® que un Gobierno, en este caso el catal¨¢n, ¡°no puede estar anunciando a todo el mundo que quiere liquidar la ley¡±. Hay juegos que son para la intimidad y de ellos no se debe hacer ostentaci¨®n. Su declaraci¨®n como testigo en el caso G¨¹rtel fue una muestra de que hay cuestiones que deben llevarse con discreci¨®n. Como su elocuente silencio, disfrazado de desconocimiento, sobre c¨®mo se hab¨ªa financiado el partido que ahora preside, en el que durante 31 a?os ha calentado banquillo de ejecutiva y del que ha dirigido cuatro campa?as electorales.
Y para Catalu?a, seg¨²n Rajoy, solo cabe la ley. Mientras, en el otro lado de la estaci¨®n, el convoy de la auto-convicci¨®n independentista avanza declarativamente a toda m¨¢quina. Si para aprobar un nuevo Estatut se precisan 90 de los 135 diputados de la C¨¢mara catalana, para encarar la independencia, con 68 es suficiente. Signos de los tiempos. La reforma expr¨¦s del reglamento del Parlament busca su reflejo en la escasa calidad democr¨¢tica de la modificaci¨®n del art¨ªculo 135 de la Constituci¨®n, esa que inyect¨® por v¨ªa intravenosa la estabilidad presupuestaria a la Ley de Leyes espa?ola.
Las urgencias, en Catalu?a o en el conjunto de Espa?a, son malas consejeras. Pero el inmovilismo y la ausencia de pol¨ªtica no aportan soluciones. Y en ese sentido, la rueda de prensa de Rajoy no pod¨ªa ser m¨¢s desalentadora: ¡°No habr¨¢ ning¨²n refer¨¦ndum el 1-O; no lo habr¨¢ porque el Tribunal Constitucional ha dicho que es inconstitucional y por lo tanto ilegal¡±. Tampoco ninguna pista sobre qu¨¦ pasar¨¢ despu¨¦s del 1-O: ¡°Necesitamos mesura, moderaci¨®n y sentido com¨²n, y eso es lo que tiene que venir tras el 1 de octubre¡±. Ninguna propuesta m¨¢s all¨¢ de recetas alrededor del gen¨¦rico llamado ley que lo cura todo menos la corrupci¨®n.
La pol¨ªtica brilla por su ausencia y no asoma ni el m¨¢s sencillo esbozo de proyecto. El di¨¢logo al que dice estar dispuesto Rajoy se agota en su propia formulaci¨®n, pues carece de estrategia negociadora y no tiene otra hoja de ruta que el poder coercitivo del Estado. Con esos mimbres no se construye soluci¨®n alguna. Al contrario, se retroalimenta al independentismo en un di¨¢logo de sordos que hace inaudible la m¨¢quina acerc¨¢ndose a la estaci¨®n donde las imperturbables defensas constitucionales aguardan su turno.
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