Catalu?a, una mirada desde Andaluc¨ªa
"En este cr¨ªtico momento, no s¨¦ qu¨¦ me puede m¨¢s, si el estupor o la sensaci¨®n de impotencia"
Quien esto escribe ha sentido siempre verdadera admiraci¨®n por Catalu?a y tiene con ella importantes deudas de gratitud. Obra temprana all¨ª editada, alg¨²n premio literario, numerosos cuentos traducidos a la lengua de Jacint Verdaguer, am¨¦n de un amplio contraste de la tradici¨®n oral andaluza con la abundante obra folcl¨®rica de Joan Amades o de Antoni Maria Alcover, incluidas versiones occitano-catalanas de algunos cuentos c¨¦lebres, como el mism¨ªsimo de la Bella Durmiente (Blandin de Cornualles,?Frayre de Joy), que tanto apreciaba Ana Mar¨ªa Matute, mi inolvidable amiga.
En este cr¨ªtico momento, mirando desde Andaluc¨ªa la situaci¨®n de Catalu?a, no s¨¦ qu¨¦ me puede m¨¢s, si el estupor o la sensaci¨®n de impotencia. Seguro es lo mismo que sienten otros muchos espa?oles ¨Cincluidos catalanes-, y desde luego muchos andaluces, que hemos percibido con harta claridad el desd¨¦n del catalanismo triunfante. No ser¨¢ preciso recordar cu¨¢ntas estupideces se han dicho de nosotros, dudando de nuestra laboriosidad, o haciendo burla hasta de nuestro peculiar castellano (¡°a los ni?os sevillanos no se les entiende cuando hablan¡±, sentenci¨® el caballero Artur Mas, que de esto debe saber un rato). La lista de agravios ser¨ªa interminable. Pero la cosa no es nueva.
Una amiga m¨ªa, nacida en un pueblo de Sevilla, emigr¨® a Catalu?a en 1969, con toda su familia (nueve hermanos). Muy pronto se coloc¨® en la cadena de montaje de una f¨¢brica de aparatos el¨¦ctricos, en Barcelona. Ten¨ªa quince a?os y echaba ocho horas diarias, ajustando piezas. Una compa?era de trabajo, nacida en Barcelona, y catalana por los cuatro costados, hac¨ªa lo mismo que ella, pero con dos a?os menos, trece. Incluso hac¨ªa horas extraordinarias. Un d¨ªa, sin dejar de apretar los tornillos que le correspond¨ªan, le dijo a mi amiga: ¡°?Y a ti, no te gustar¨ªa ser catalana?¡± Cuando la interpelada le dijo que no, que no ve¨ªa por qu¨¦, la otra se sinti¨® ofendida y apenas volvi¨® a dirigirle la palabra. Ah¨ª lo tienen. De c¨®mo un sentimiento identitario se superpone a cualquier otra cosa, incluida una situaci¨®n laboral de flagrante explotaci¨®n infantil.
S¨¦ bien que, entre los andaluces radicados en Catalu?a, del mill¨®n largo que all¨ª fueron, o entre sus descendientes, los hay que han abrazado la causa del secesionismo, seguramente a partir de un noble sentimiento de gratitud, o por deseos de integrarse. Nada tengo que decirles. Solo recordarles lo que salt¨® a la triste actualidad, cuando el actual consejero de interior se permiti¨® distinguir, entre las v¨ªctimas del atentado del 17 de agosto, catalanes de espa?oles. Entre estos ¨²ltimos estaba Francisco L¨®pez Rodr¨ªguez, un granadino de 57 a?os, emigrado a Catalu?a, con su familia, a principios de los sesenta. Es decir, para ciertos catalanistas, los andaluces, como los murcianos o los leoneses, siempre ser¨¢n ¡°charnegos¡±. No se enga?en.
Y por si les sirve de algo, deber¨¢n recordar -o saber-, que la econom¨ªa catalana, que debe mucho, sin duda, a la laboriosidad y a la inventiva de sus gentes, es tambi¨¦n deudora de un par de siglos de comercio protegido, que forz¨® a todos los espa?oles a comprar productos catalanes a precio dictado, sin alternativa posible. Singularmente, fue decisiva la protecci¨®n de la industria que llevaron a cabo los gobiernos centrales, continuadamente, desde 1832 (pr¨¦stamos de Hacienda, muy favorables, para levantar grandes f¨¢bricas en Barcelona, al tiempo que se promulgaban decretos prohibiendo la importaci¨®n de textiles); aranceles proteccionistas sobre otros muchos productos, con C¨¢novas (mira, ?un cacique andaluz protegiendo a la oligarqu¨ªa catalana!); la ¡°Tarifa Camb¨®¡±, de 1922, abiertamente ultraproteccionista (se podr¨ªa decir que fue un ¡°Trump¡± a la catalana). Las medidas de Primo de Rivera, en la misma senda, y las de Franco, que fortaleci¨® esa trayectoria, entre otras cosas, no autorizando la creaci¨®n de industrias fuera de Catalu?a o el Pa¨ªs Vasco, y consolidando el modelo de un norte industrial, y el resto mano de obra disponible y barata -sobre todo, si era andaluza-; es decir, desde comienzos del siglo XIX hasta el franquismo, inclusive.
A este respecto, no viene mal recordar lo que escribi¨® Stendhal en 1839, tras un viaje por Catalu?a: ¡°Los catalanes quieren leyes justas, a excepci¨®n de la ley de aduanas, que debe ser hecha a su medida. Quieren que cada espa?ol que necesite algod¨®n pague a cuatro francos la vara, por el hecho de que Catalu?a est¨¢ en el mundo. El espa?ol de Granada, de M¨¢laga o de La Coru?a, no puede comprar pa?os de algod¨®n ingleses, que son excelentes, y que cuestan un franco la vara¡±.
Y fuera de la historia, algo habr¨ªa que decir de las nefastas consecuencias que tendr¨ªa para todos romper la caja de la Hacienda P¨²blica y de la Seguridad Social, desde luego con vistas a pensiones futuras ¨Cpor ejemplo, de andaluces retornados-, con los datos de qui¨¦n y manejados por qui¨¦n; o los efectos financieros derivados del aislamiento internacional que tendr¨ªa una Catalu?a fuera de la Uni¨®n Europea, la fuga de empresas y capitales, adem¨¢s de problemas administrativos y jur¨ªdicos de extraordinaria envergadura. Cuando todo eso sucediera, ?qui¨¦nes ser¨ªan los primeros en salir de Catalu?a?
Antonio Rodr¨ªguez Almod¨®var es escritor especializado en la recuperaci¨®n de cuentos de tradici¨®n oral
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.