Las estaciones inversas
La Camerata Nuestro Tiempo inaugura la temporada de la Sociedad Filarm¨®nica Ferrolana
La camerata Nuestro Tiempo ha realizado una gira de conciertos con los que han llevado a Vigo, Ferrol, Burela y Ribadeo los dos ciclos m¨¢s famosos dedicados a las cuatro estaciones del a?o: Las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi (1678 ¨C 1741) y Las cuatro estaciones porte?as, de Astor Piazzolla (1921- 1992). Dos obras separadas en el tiempo por m¨¢s de dos siglos pero unidas por la intenci¨®n descriptiva de ambas y por el homenaje que el argentino quiso rendir con su composici¨®n al veneciano.
La Camerata Nuestro Tiempo hace una versi¨®n de la obra de Vivaldi algo alejada de los criterios interpretativos de las versiones ¡°hist¨®ricamente informadas¡±: sin los fuertes contrastes de tempi y articulaciones de estas y no excluyendo el vibrato e incluso alg¨²n glissando. Esta forma de interpretar la obra, que sin duda atraer¨ªa la furiosa cr¨ªtica de los fieles del movimiento historicista, fue sin embargo muy del agrado de los filarm¨®nicos ferrolanos congregados el en Teatro Jofre.
La seca ac¨²stica del recinto, por contra, fue una mala aliada del conjunto, haciendo que la m¨²sica sonara algo descarnada, un punto negativo dado el n¨²mero de efectivos del conjunto ¨Cun total de diez instrumentistas incluida la solista-. N¨²mero que contrasta con el de las orquestas originariamente destinatarias de la obra. No debemos olvidarel destino de la obra de Vivaldi a las orquestas de los hospicios del Ospedale della Piet¨¤ y que la de cada hospicio veneciano ten¨ªa entre 30 y 40 instrumentistas, llegando a disponer la principal, la de la Piet¨¤, hasta de 60.
Los solos de Fumika Yamamura, con su hermoso sonido y vivas agilidades, fueron bien secundados por las respuestas de Gabriel Bussi y el resto del conjunto. El clave de Fernando L¨®pez Pan ¨Cpor fin o¨ªdo en manos de su propietario- dio al Adagio molto de El oto?o el aire de serena satisfacci¨®n de la estaci¨®n de la vendimia. El continuo, a cargo de L¨®pez Pan y Luis Enrique Caballero al chelo, mantuvo en todo momento el adecuado clima sonoro.
Como si se tratase de una met¨¢fora de la inversi¨®n de las estaciones del a?o en los hemisferios terrestres, el clima ¨Cesta vez el sonoro- cambi¨® radicalmente tras el descanso. La m¨²sica de Las cuatro estaciones porte?as de Piazzolla y el sonido del bandone¨®n de Mat¨ªas Gonz¨¢lez sumaron un incentivo m¨¢s para el inter¨¦s del auditorio.
La Cuatro estaciones porte?as tuvieron de principio a fin mucho de esa sinceridad que supone la m¨²sica de Piazzolla desde que, a partir de 1954, sigui¨® el consejo de Nadia Boulanger. Cuando Gonz¨¢lez evidenci¨® el origen geogr¨¢fico en sus primeras notas al bandone¨®n, el conjunto hizo lo propio con el de la inspiraci¨®n vivaldiana de Piazzolla. Desde el ritmo del tango del instrumento de Gonz¨¢lez, el desgarro propio del g¨¦nero se precipit¨® por el tobog¨¢n de los glissandi que lo siguen hacia la personalidad mel¨®dica y arm¨®nica caracter¨ªstica de su autor.
Una personalidad, fruto de la depuraci¨®n acad¨¦mica, que le cost¨® la enemiga de los tangueros puristas y con la que el compositor lleg¨® a hacer lo que, en t¨¦rminos gastron¨®micos, se llamar¨ªa hoy la deconstrucci¨®n del tango. Lo que en la carta de un restaurante de cocina de autor describir¨ªa como ¡°Tango sellado en brasas a alta temperatura con estructura vivaldiana sobre ¡°venecitas¡± de Lan¨ªn y aromatizado al humo de La Boca¡±. Pura esencia porte?a, vamos.
A lo largo de su estructura en cuatro conciertos de tres movimientos se pudo degustar unos en¨¦rgicos d¨²os del viol¨ªn de Bussi con el bandone¨®n de Gonz¨¢lez, el mucho y buen sentir del chelo de Caballero o los d¨²os y tr¨ªos de violines de Bussi, Yamamura, Mihai Tanasescu, ?ngel Marote y Luc¨ªa Couto o el mullido tapiz de las violas de Raymond Arteaga y Raquel San Pedro.
Y sosteni¨¦ndolo todo, la firmeza del contrabajo de Risto Vuolanne: una columna de granito de las canteras de la C¨®rdoba austral, pulida a trav¨¦s del swuing de ese jazz que el solista finland¨¦s practica; el mismo a trav¨¦s del que el autor argentino lleg¨® desde el tango arrabalero a su nueva m¨²sica folcl¨®rica urbana de concierto.
La Camerata Nuestro Tiempo fue generosa en las propinas, tanto en el n¨²mero de estas como en el hecho de ofrecerlas, de forma muy r¨¢pida y espont¨¢nea, al final de cada parte. Tras la primera, Yamamura ofreci¨® la c¨¦lebre de St?ndchen (Serenata) de Schubert, acopma?ada por un arreglo para cuerdas de Bussi. Al finalizar el concierto, Gonz¨¢lez regal¨® un solo de bandone¨®n sobre un tema de Charlie Parker; luego con las cuerdas, un tema propio, Aires galegos. Como remate todo el conjunto, incluido L¨®pez Pan, toc¨® la famosa aria de la Suite en re, BWV 1068 de Bach, en versi¨®n original con improvisaciones de bandone¨®n.
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