Colson Whitehead: ¡°EEUU no ha asumido a¨²n el episodio de la esclavitud¡±
El escritor estadounidense recrea en la premiada ¡®El ferrocarril subterr¨¢neo¡¯ la huida hacia la libertad de una afroamericana en el siglo XIX a trav¨¦s de una inaudita red de solidaridad
La primera vez que lo oy¨®, el ni?o Colson Whitehead estaba en cuarto o quinto de Primaria. Fue ¡°apenas una breve menci¨®n porque en EE. UU. no se habla ni se estudia ni se tiene asumido el tema de la esclavitud de los negros¡±, dice. S¨ª, a mediados del XIX hubo una red de blancos que ayudaban a esclavos huidizos a pasar a tierras de estados libres del Norte. A la red se la conoc¨ªa como el ferrocarril subterr¨¢neo. ¡°De ni?o cre¨ª que esa met¨¢fora era real¡±. Pero es que de mayor, Whitehead (Nueva York, 1969), ya escritor, lo sigui¨® creyendo e imaginando, d¨¢ndole vueltas desde 2000: ¡°No ten¨ªa ni la historia ni los personajes, pero s¨ª la estructura: un tren subterr¨¢neo real que los transportara y donde cada estaci¨®n fuera en el fondo una parte de la historia americana¡±. Durante 15 a?os fue acumulando ideas e informaci¨®n, ¡°pero no cre¨ªa estar preparado t¨¦cnicamente como escritor para abordarlo¡±, reconoce. Cuando lo hizo, en seis meses naci¨® El ferrocarril subterr¨¢neo (Literatura Random House; Edicions del Periscopi, en catal¨¢n), que obtuvo seis premios literarios, entre ellos tres de los m¨¢s prestigiosos de EE. UU.: el Pulitzer, el National Book Award y el Indies Choice de las librer¨ªas independientes.
En una plantaci¨®n, al pasar de ni?a a mujer todo se complicaba a¨²n m¨¢s: te convert¨ªas en esclava sexual del amo y hab¨ªas de tener ya hijos porque eran m¨¢s brazos para recolectar y m¨¢s dinero para el terrateniente¡ El de las mujeres era un infierno peor al de los hombres.
El tren de Whitehead, autor de novelas como Zona uno, descendiente de esclavos y que el jueves da una conferencia en el Centre de Cultura Contempor¨¤nia de Barcelona (CCCB), va cargado: est¨¢n, con detalles documentales brutales, desde los precios que costaban los esclavos a sus rituales, creencias y bailes, y los sentimientos y la crueldad sin fin de los blancos, que cortaban genitales, los depositaban en la boca de la v¨ªctima y asaban a los fugitivos cazados; pero tambi¨¦n aflora la impiedad de los propios negros, con guetos y apestados entre ellos en las plantaciones o la participaci¨®n de libertos como cazadores de sus hermanos de raza que hu¨ªan de las plantaciones del Sur¡ Todo es visto a partir de Cora, que escapar¨¢ desde Georgia, mujer m¨¢s dura que cualquiera de los hombres que pasan por las casi 400 p¨¢ginas del libro. Incluso que Ridgeway, el implacable cazarecompensas que la persigue.
La idea inicial era que el protagonista fuera un hombre que buscara a su mujer a la que hab¨ªa vendido o un padre a su hijo, pero la lectura de Incidents in the Life of a Slave Girl, autobiograf¨ªa de Harriet Ann Jacobs, joven madre y esclava fugitiva, publicada en 1861, lo cambi¨® todo. ¡°Ah¨ª cuenta los detalles de c¨®mo en una plantaci¨®n al pasar de ni?a a mujer todo se complica a¨²n m¨¢s: te conviertes tambi¨¦n en esclava sexual del amo y has de tener ya hijos porque eso significa m¨¢s brazos para recolectar y m¨¢s dinero para el terrateniente¡ El de las mujeres era un infierno distinto al de los hombres, peor si cabe, y quer¨ªa explorarlo¡±.
Cora descubre en una de las estaciones, en Carolina del Sur, un programa de esterilizaci¨®n de negros, con los que se experimenta a partir de difundir la s¨ªfilis entre ellos y no tratarles. Hay hasta un particular Josef Mengele, con la aquiescencia de muchos blancos supuestamente abolicionistas. ¡°Cada parada me permite abordar historias de distintos periodos hist¨®ricos de EEUU y s¨ª, hubo un programa de esterilizaci¨®n, pero fue a finales del XIX y destinado a inmigrantes pobres y enfermos para que el Estado no cargara con m¨¢s gastos sociales; en 1940, tambi¨¦n se experiment¨® con negros enfermos de s¨ªfilis; en la novela, no me ci?o a los hechos sino a la verdad, que es distinto¡±, matiza Whitehead, que en el juego t¨¢cito de espejos que hace con el genocidio nazi recuerda que ¡°fueron cient¨ªficos norteamericanos los que inspiraron a los de la Alemania hitleriana¡±.
Mucha gente cree que el pecado capital de EEUU est¨¢ en la esclavitud, cuando lo est¨¢ en el genocidio indio y el robo de sus tierras
De tan inveros¨ªmil por las crueldades de la ¨¦poca, El ferrocarril subterr¨¢neo rezuma realismo m¨¢gico, si bien Whitehead prefiere hablar de Thomas Pynchon (¡°b¨¢sico por su cr¨ªtica social¡±), la Odisea (¡°me dio la estructura aleg¨®rica por episodios¡±), Toni Morrison (¡°la atm¨®sfera del factor humano del esclavismo¡±) o ¡°toda la cultura pop y, sobre todo, la ciencia-ficci¨®n, lecturas que comparto con gente de mi generaci¨®n como Junot D¨ªaz o Jonathan Lethem y que explican mi tendencia a abordar la ciudad, la raza, la cultura popular o el humor¡±.
Tambi¨¦n ayuda a la atm¨®sfera irreal la inclusi¨®n de peque?os textos que recuerdan a los avisos de ¡°Se busca¡± y que encabezan los cap¨ªtulos del libro. ¡°Son textos reales, anuncios o carteles de ocho l¨ªneas, pero que dicen mucho de la vida de los esclavos: ¡®Se busca a Lizzie, que ha huido sin motivo¡¯. Y t¨² te preguntas, ?seguro? O que al describirla afirman que llevaba ¡®una cicatriz en el brazo derecho¡¯ o ¡®en la cara¡¯ y t¨² te preguntas ?c¨®mo se la hizo?... Esos carteles muestran que hab¨ªa cazadores de esclavos, pero tambi¨¦n herreros, carpinteros o periodistas que sustentaban el sistema¡±.
Pero el aire m¨¢s tristemente fant¨¢stico del libro lo da la funci¨®n de Cora en un museo de historia de la joven naci¨®n donde trabaja de figurante, recordando a la televisiva Westworld: ¡°Quiz¨¢ porque en la serie esos robots son tambi¨¦n esclavos, realizan trabajos forzados y las chicas son juguetes sexuales¡±, concede. Ah¨ª, Cora, tras el escaparate, se decide a ir asustando a alg¨²n visitante, porque en toda cadena hay un eslab¨®n d¨¦bil: ¡°Intento enviar el mensaje de que puedes acabar convenciendo a la gente ni que sea de uno en uno, sumando para cambiar las cosas¡±.
La esclavitud casi ni se aborda en la escuela y acabamos de escoger a un presidente que a¨²n cree en la supremac¨ªa blanca
Tambi¨¦n tras ese escaparate, la protagonista reflexiona sobre su situaci¨®n, lanzando un ¡°cuerpos robados trabajando tierra robada¡±, que podr¨ªa funcionar como ¨¢cido resumen de la historia de EE. UU. ¡°Mucha gente cree que el pecado capital est¨¢ en la esclavitud, cuando est¨¢ en el genocidio indio y el robo de sus tierras; hay muchas historias de la Historia de EE. UU. que no se cuentan¡±. Por eso Whitehead cree que su pa¨ªs no tiene asimilado a¨²n su pasado de negritud. ¡°La esclavitud casi ni se aborda en la escuela Primaria o Secundaria; se dedican 10 minutos a la esclavitud o a los derechos civiles y 40 a Lincoln o a Luther King: el sistema se centra en qui¨¦n resolvi¨® el problema, el que san¨® la cosa, y no en analizar el problema en s¨ª y qu¨¦ queda de ¨¦l¡±. Porque la herida, sostiene, no est¨¢ cerrada del todo: ¡°Acabamos de escoger a un presidente que a¨²n cree en la supremac¨ªa blanca, fan¨¢ticos de ultraderecha, gente que maltrata mujeres¡ ¡°EE. UU. no ha asumido a¨²n el episodio de la esclavitud¡±.
Abordando detenciones arbitrarias, obligaciones o restricciones de derechos referidas al esclavismo, El ferrocarril subterr¨¢neo no deja de describir angustias del XIX que pueden aplicarse al incipiente siglo XXI. ¡°La verdad era un aparador cambiante en un tienda¡±, se reflexiona en un libro que, sin embargo, ha obtenido tres premios may¨²sculos. ¡°Son tiempos de posverdad, de ese aparador cambiante¡, pero es dif¨ªcil salir de esta espiral porque s¨ª, tengo tres galardones, pero la ficci¨®n tiene el recorrido que tiene en EE. UU. y no creo que mi libro vaya a hacer que los que ven las noticias de la Fox o muchos votantes de Trump hagan examen de conciencia y digan: ¡®S¨ª, qu¨¦ equivocado era mi punto de vista¡¡¯¡±. Pero siempre queda la teor¨ªa de Cora: toda cadena tiene un eslab¨®n d¨¦bil.
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