Emilio Lled¨®, leyenda de los libros
Los libreros de Madrid premian al ensayista por poner toda su vida la literatura en la conversaci¨®n
Emilio Lled¨® naci¨® en Sevilla, se hizo lector de muy chico en Vic¨¢lvaro, Madrid, y el pr¨®ximo 5 de noviembre cumplir¨¢ noventa a?os; la mayor parte de su vida, desde chico, se la ha pasado leyendo. Lo suyo ha sido hambre de libros, y justamente empez¨® leyendo en la ¨¦poca de fr¨ªo y hambre que fueron los a?os de la guerra y de la triste posguerra. Pero los libros y sus maestros (el primero, don Francisco) le dieron el hambre de aprender, la ambici¨®n de ser otro gracias a los libros. Dijo ayer, comentando una conversaci¨®n que hab¨ªa tenido: ¡°No tuve nunca ambici¨®n, lo que tuve es hambre¡±. Hambre de leer.
Por eso le tiene tanta gratitud a estos artefactos preciosos, inventos geniales para transmitir el saber y la aventura. A ese oficio venturoso de leer le ha dedicado varios libros, y en todas partes hay huella (en el Instituto donde ense?¨® en Valladolid, en las universidades de La Laguna, Barcelona y la Universidad a Distancia) de su pasi¨®n por hacer leer a los otros. Por estas razones los libreros de Madrid le otorgaron el pasado jueves el premio Leyenda que cada a?o va para alguien que se haya distinguido durante su vida por poner el libro en la conversaci¨®n, y en el entusiasmo, de la gente.
Lo que dice el gremio de libreros en su comunicaci¨®n es un buen retrato de uno de los grandes fil¨®sofos espa?oles de esta ¨¦poca: ¡°Su amor por la escuela p¨²blica y sus maestros, por los libros, por la lectura, las librer¨ªas y los libreros, hace que sea considerado memoria y palabra al mismo tiempo. Su pasi¨®n por el conocimiento, la curiosidad por entender y comprender para ser libres, todo ello lo convierten en un referente moral de una sociedad que vive momentos de desconcierto e incertidumbre¡±.
Don Emilio, como lo llaman sus antiguos alumnos de Tenerife, tiene una casa que ocupa desde hace m¨¢s de medio siglo, cerca del Retiro. Su pasi¨®n por los libros se alterna, casi a partes iguales, con la visita a las plantas que crecen en ese parque. No tiene televisor sino libros; su biblioteca llena todas las paredes de su piso; y muchos de esos libros, a los que vuelve como si fueran amigos que no se quiere perder, desde Arist¨®teles a Plat¨®n, y desde Fichte a Antonio Machado, son parte de su di¨¢logo permanente con el pa¨ªs del conocimiento por el que sigue transitando. Su patria, por decirlo as¨ª, son los libros, y a ellos conf¨ªa toda la esperanza de vivir una vida plena. ¡°Dice Lled¨®¡±, comunican los libreros en el comunicado que sigui¨® a la decisi¨®n de premiarlo, ¡°que leemos los libros tanto como los libros nos leen y descubren cosas de nosotros mismos¡±.
La lista de premiados de este a?o por parte del Gremio de Libreros de Madrid refleja un respeto y una apuesta por la diversidad de las estanter¨ªas. Adem¨¢s del premio a Lled¨® como ¡°Leyenda¡±, los libreros eligieron como Libro del A?o Apegos feroces, de Vivian Gornick, editado por Sexto Piso. Aborda Apegos feroces, dicen los libreros, ¡°las relaciones familiares y el desencuentro generacional¡±. Es ¡°un libro memorialista en el que la autora desgrana el camino, accidentado y convulso que le lleva a encontrar su sitio, a descubrir la mujer que quiere ser¡±.
El Mejor Libro Ilustrado es, a juicio del gremio, ?Maui z io?, de Carson Elis, editado por B¨¢rbara Fiore. El mejor libro de ensayo fue para Los hombres me explican cosas, de Rebecca Solnit, editado por Capit¨¢n Swing. El mejor c¨®mic, Black Hommer, de Dean Ormston y Dave Stewart, editada por Astiberri. En poes¨ªa el reconocimiento fue para O futuro, de Abraham Gragera, editada por Pre-Textos.
Lled¨®, el premio Leyenda, es autor, entre otros, de Memoria de la ?tica, El silencio de la escritura, Elogio de la infelicidad, La memoria del logos... Ha obtenido m¨¢s premios de los que se pueden deletrear ahora, entre ellos el Pr¨ªncipe de Asturias. Da nombre a varias bibliotecas p¨²blicas y es un defensor a ultranza del papel como el sitio en el que deben alojarse los libros. Ante su inmensa biblioteca literaria o filos¨®fica, el maestro dice que si un d¨ªa alguien le dijera que esas estanter¨ªas tendr¨ªan que alojar un sistema de lectura digital entonces dejar¨ªa la casa y se refugiar¨ªa en la Biblioteca Nacional. Ahora est¨¢ terminando un libro sobre la amistad y una de sus palabras favoritas es filantrop¨ªa.
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