La Fuga, rock en¨¦rgico para abrir los bares
Los c¨¢ntabros se ponen las pilas desde primera hora para para espolear una vibrante entrega de Los Matinales de EL PA?S
Los roqueros de este pa¨ªs, que son gente sabia, han cerrado muchos bares y garitos con las canciones de La Fuga. Este s¨¢bado, por aquello de la ambivalencia, les toc¨® abrir la Galileo Galilei, incluso aunque a alguno no le hubiera dado tiempo a desenredarse la melena con el esmero habitual. El aguerrido cuarteto c¨¢ntabro era el protagonista de una nueva entrega de Los Matinales de EL PA?S y alborot¨® los biorritmos tirando de oficio, pundonor y, sobre todo, de ese repertorio emp¨¢tico y contagioso con el que se han desga?itado zagalas y zagales a cualquier hora y en cualquier rinc¨®n de este pa¨ªs.
Lo mejor de La Fuga es que, a estas alturas del partido, dispone de himnos para todas las circunstancias. Quien transite por una ¨¦poca dulce hizo suyas frases como ¡°Es mi ¨²nica obsesi¨®n saborear cada cent¨ªmetro de ti¡± (Mi perdici¨®n), mientras que los adscritos a las redenciones y segundas oportunidades ondeaban, nunca mejor dicho, el mensaje de Banderas: ¡°Quiz¨¢s el mejor de los errores es volver a desgastar la misma almohada (...) y contarnos los lunares otra vez¡±. Pero como la vida suele transitar entre resbalones, traspi¨¦s y dem¨¢s debacles, siempre podremos quedarnos En vela y canturrear: ¡°De recuerdo te dej¨® basura y una colilla dentro de tu coraz¨®n¡±. Los ac¨®litos dispusieron de 19 canciones para adscribirse a la que m¨¢s se les ajustara al ¨¢nimo; muchos optaron por marcar la equis en todas.
La cuesti¨®n horaria, divertida y at¨ªpica en estos territorios del rock callejero, fue objeto de rechifla generalizada durante la sesi¨®n. ¡°?Hoy nos hemos tenido que levantar a las diez de la madrugada!¡±, bromeaba el cantante, Pedro Fern¨¢ndez, que se dec¨ªa descontrolado y sin saberse el orden de las canciones. Todo pura guasa, desde luego. En realidad, la banda irrumpi¨® como un ca?¨®n: en formato ac¨²stico durante los siete primeros temas y a tumba abierta mientras se iban acentuando las regurgitaciones en los est¨®magos. Y las gargantas de la Galileo ?esta vez sin mesas para que todos se explayaran a placer? se inflamaban hasta el borde mismo de la afon¨ªa.
Los muchachos de Reinosa se han querido embarcar en la gira conmemorativa 20 a?os y un d¨ªa, que suena a condena pero nunca dej¨® de ser en¨¦rgica bendici¨®n. Dos d¨¦cadas no exentas de avatares, que para eso el rock siempre sirvi¨® como met¨¢fora de la vida misma. Como el m¨¢s decisorio a¨²n figura la marcha en 2009 de su anterior cantante y l¨ªder, Ra¨²l Guti¨¦rrez, pero el dolor a menudo sirve como espoleta para la belleza. Y de ah¨ª que ahora los aficionados disfruten por partida doble: del esqueje surgieron Rulo y la La Contrabanda, mientras que los fugados, vitam¨ªnicos y adscritos a la euforia, avalaron en la matin¨¦ un estado de forma plet¨®rico. Madrid, donde acaban de registrar un desmelenado DVD en vivo, volvi¨® a ejercer de talism¨¢n.
El ardor lleg¨® a ser literal. ¡°?Poned el aire!¡±, imploraba a partir de la media hora el cantante; y como la s¨²plica no obtuvo respuesta fue Nando, guitarra solista, quien opt¨® por descamisarse al rato. Pedro declin¨® la invitaci¨®n a hacer lo propio: ¡°Yo estoy en proceso de definici¨®n, mejor el a?o que viene...¡±. No hubo moratoria, en cambio, para los guitarrazos m¨¢s expeditivos: Por verte sonre¨ªr, Majareta, No solo respirar o Amor de contenedor (esta ¨²ltima, con mensaje contra esos mostrencos que no entienden las negativas en boca de una chavala) se sucedieron en el ¨²ltimo y asilvestrado tramo.
La hermandad fue tal que Fern¨¢ndez acept¨® el cerdito de pl¨¢stico que le tend¨ªa un espectador (¡°Le vamos a llamar Pedrito¡±) y devolvi¨® una cartera extraviada, mientras ?lex Sanz, bajista y responsable de las estupendas segundas voces, acababa anim¨¢ndose en los bises a lucir tambi¨¦n palmito. Y para rematar, justo al filo de las tres, un homenaje al reci¨¦n desaparecido Malcolm Young. Est¨¢ visto: el rock no tiene edad, pero tampoco horarios.
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