Juan Mayorga: ¡°Apartar la mirada del dolor ajeno es inmoral¡±
'Himmelweg', del dramaturgo madrile?o, repite por tercera vez en la sala Atrium de Barcelona
En realidad, Himmelweg (camino del cielo), la versi¨®n de Raimon Molins de la obra de Juan Mayorga que se representa en el Atrium de Barcelona, no es m¨¢s que eso, una m¨¢s de las 34 adaptaciones profesionales que se han hecho del texto del dramaturgo madrile?o. Pero si pensamos que es la tercera vez que este montaje se intstala en la sala de la propia compa?¨ªa, con el mismo ¨¦xito de cr¨ªtica y p¨²blico, es que tiene algo especial. "Adem¨¢s de hondamente moral, la versi¨®n de Molins es parad¨®jicamente hermosa", sostiene Mayorga, que se declara admirador del director catal¨¢n, con quien est¨¢ "en di¨¢logo permanente".
La obra se basa en la visita real un delegado de la Cruz Roja al campo de concentraci¨®n de Terez¨ªn en la recta final de la Guerra Mundial. Este inc¨®modo visitante, de la mano del "alcalde", un jud¨ªo cojo orgullos¨ªsimo de la vida que llevan en el campo, y del comandante, un nazi culto y exquisitamente respetuoso, descubre un pueblo entra?able, poblado por gente encantadora, casi feliz. Habitantes (?presos condenados, en realidad!) adoctrinados para mostrar un campo id¨ªlico.
?Una mascarada? ?Una obra de teatro? ?Una infamia? ?Es cre¨ªble que se lo crea el delegado internacional? ?Era neutral, ese enviado? ?Fue enga?ado o se dej¨® enga?ar? Las preguntas que plantea la obra invitan a un intenso debate que el propio Mayotga expone: "La capacidad que tiene el poder para invisibilizarse, enmascarando sus acciones o desviando de elllas nuestra atenci¨®n; la dificultad del hombre com¨²n para mirar de frente la realidad cuando esta exige de ¨¦l decisiones dolorosas; la confusi¨®n entre el teatro y la vida, en la que a menudo nos descubrimos interpretando a personajes sin estar seguros de si somos autores de esos personajes o si son otros los que nos han escrito c¨®mo vivir"
Para plasmar esa mascarada, Molins, que tambi¨¦n interpreta al comandante del campo, ha optado por marionetas. "Creamos personajes sin ninguna expressi¨®n pero que enamoran con una magia po¨¦tica", argumenta el director. Mayorga as¨ª lo entendi¨®: "Cuando Molins me habl¨® de utilizar mu?ecos tem¨ª que alg¨²n espectador lo pudiera entender como una simbolizaci¨®n ingenua", comenta el autor. "Por el contrario, los mu?ecos -que ha construido la propia compa?¨ªa- son actores fundamentales del montaje. Sus manipuladores -que, a su vez, interpretan a los tres protagonistas- consiguen humanizarlos y mantener con ellos una relaci¨®n ¨ªntima y conflictiva".
Raimon Molins ha querido huir del t¨®pico a la hora de reflejar la realidad de un campo de concentraci¨®n. "He hecho un patchwork de muchos referentes sin quedarme con ninguno: La lista de Schindler, El hundimiento, To be or not to be, El gran dictador... Pero si vemos v¨ªdeos de Goebbels, por ejemplo, descubrimos que lo que parece una exageraci¨®n no lo es en absoluto".? Su personaje, dice, "es un soic¨®pata, unas veces; un culto director de teatro, otras".
Patricia Mendoza (que da vida al visitante, convertido en mujer) y Guillem Geffaell (el alcalde jud¨ªo) coinciden con Molins al destacar que Mayorga "es un autor hipn¨®tico". "Crea una hipnosis del horror, pero a la vez, po¨¦tica y bella", dice el director, que destaca que el autor del texto sea, tambi¨¦n, matem¨¢tico: "Crea escenas que son artefactos mec¨¢nicos, piezas clave de un engranaje perfecto". Este engranaje coincide con el sello de la compa?¨ªa Atrium, que siempre ha apostado m¨¢s por sugerir sensaciones que por explicarlas: "Es nuestra paranoia art¨ªsitica interna", reconoce Molins. "Hacemos que el p¨²blico piense, que demuestre su inteligencia. Esto no es una telenovela".
Himmelweg tiene, por supuesto, una lectura actual. "Creo que es una obra sobre el exterminio de los jud¨ªos europeos, pero tambi¨¦n es una obra de nuestra ¨¦poca", dice Mayorga. Autor, director y actores coinciden en que "lo de mirar hacia otro lado est¨¢ muy de moda en la Europa actual". "Todos sabemos que apartar la mirada del dolor ajeno es inmoral, sobre todo si ese dolor es causado por una injusticia. Otra cosa es que solo los moralmente m¨¢s fuertes sean capaces de vivir conforme a esa verdad", sentencia Mayorga.
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