El encanto de la estilogr¨¢fica
Hay un discreto retorno a este invento del siglo XIX
En 1938, el abuelo de Roberto Candales y unos socios abrieron en Barcelona La Casa de la Estilogr¨¢fica. Hab¨ªa visto una tienda as¨ª en La Habana y cuando regres¨® la imit¨®. Ahora est¨¢n en la calle Fontanella, pero estuvieron en una estaci¨®n de metro que ten¨ªa peque?as tiendas, muy cerca o en lo que ser¨ªa la Avenida de la Luz, unas galer¨ªas subterr¨¢neas de la calle Pelai cuyo encanto fue apag¨¢ndose con los a?os. Aquellas galer¨ªas fueron el sue?o futurista de un empresario, Jaume Sabat¨¦, que quer¨ªa construir una ciudad subterr¨¢nea y que al final qued¨® en un pasillo.
Los primeros suministros, en plena posguerra y sin permisos de importaci¨®n, se consegu¨ªan de viajeros de mercantes que ten¨ªan contactos con comerciantes barceloneses. Poco a poco, sin embargo, la pluma estilogr¨¢fica se puso de moda. El propio Candales y sus socios fabricaron en los a?os 40 la Teflocan. ¡°Hab¨ªa fabricantes locales, como la Super T, que se hac¨ªa en Torell¨®, la Regia, la Ciros¡ La Montblanc fabric¨® en Barcelona durante una ¨¦poca¡±.
¡°Era un objeto elegante. Los a?os cincuenta es la ¨¦poca de su m¨¢ximo apogeo¡±, comenta Roberto Candales. La llegada del bol¨ªgrafo, con un dep¨®sito de tinta que duraba m¨¢s y era m¨¢s seguro, no manchaba, empez¨® a minar el mercado de las estilogr¨¢ficas. Solo le falt¨® en los setenta que lo usaran los astronautas, porque escrib¨ªan en entornos extremos, para consagrar su modernidad. La pluma era de finales del XIX y la patente del bol¨ªgrafo data de finales de los a?os treinta del siglo pasado. En los a?os cincuenta, sin embargo, todav¨ªa hab¨ªa mundos que ignoraban estas maravillas. En mi colegio, se escrib¨ªa con plumilla y uno de los encargos m¨¢s divertidos que pod¨ªa recibir un alumno era el de mantener los tinteros de los pupitres llenos de una tinta siempre aguada.
La pluma estilogr¨¢fica pas¨® a ser una herramienta distinguida. Sin embargo, Candales observa un prudente regreso de la estilogr¨¢fica. Y hay muchas razones que lo explican. De entrada, la mejora de los materiales ¨C de la ebonita o el celuloide a nuevos metales. ¡°Adem¨¢s ahora hay tintas con nuevas texturas, un enorme cat¨¢logo de colores. Hay tintas con olor y los japoneses est¨¢n fabricando tintas permanentes. El sistema de carga tambi¨¦n ha mejorado. Novedades que tambi¨¦n han llegado al plum¨ªn, que no hab¨ªa evolucionado, siempre se fabricaba con acero u oro. Ahora se puede encontrar ejemplares hechos con titanio. Lo que no ha cambiado son los puntos de iridio que lleva¡±. Hay, comenta, las plumas escolares para que los alumnos mejoren la letra y las plumas de caligraf¨ªa. La pluma exige menos presi¨®n manual para escribir, fatiga mucho menos. ¡°La pluma te obliga a estar confortable, tranquilo. Se hace mejor letra¡±. En este argumentario no falta el hecho ins¨®lito de que es una herramienta absolutamente personal. La pluma se adapta a la manera de escribir de su propietario y no es aconsejable prestarla a un tercero.
Hay nuevos materiales y mejores tintas
Tampoco es descartable el encanto de cierto aroma vintage. Pero hay otro argumento, ahora que se han impuesto los ordenadores y los m¨®viles, que Candales expone con absoluta convicci¨®n: la mano como terminal del cerebro. ¡°No es lo mismo que escribir en un teclado. Se plasman mejor las ideas, la escritura no es virtual y retienes mejor lo que has escrito¡±. De hecho, en su establecimiento ha atendido a algunos escritores que primero escriben con la pluma y luego lo pasan al ordenador.
La documentaci¨®n sobre la estilogr¨¢fica es dens¨ªsima. Sobre su empleo por parte de escritores, en susurrosdeotromundo.com hay casi un censo sobre la cuesti¨®n. Ah¨ª te enteras de que Simone de Beauvoir ten¨ªa una colecci¨®n de Sheaffer -la pluma preferida de Sylvia Plath- aunque la escritora francesa tambi¨¦n utilizaba Triumph, Snorkel o Esterbook, una de las favoritas de Ernest Hemingway, de quien se conocen ¡°varias Montegrappa de su propiedad y una Parker 51¡±. La Parker 51 estuvo entre las manos de Antoine de Saint-Exupery, Philip Roth o Jack Kerouac, aunque ¨¦ste termin¨® sus d¨ªas con un bol¨ªgrafo Bic. Otra Parker era la pluma preferida de Arthur Conan Doyle y Hermann Hesse usaba la alemana Osmia Supra. Y leo en Yorokobu.es el caso de Mark Twain, pionero en la adopci¨®n de la m¨¢quina de escribir, pero eran m¨¢quinas demasiado rudimentarias por aquel entonces y en 1875 la vendi¨®. Regres¨® a la estilogr¨¢fica de la que promocion¨® dos marcas.
La publicidad de las estilogr¨¢ficas, como es l¨®gico, se ha acomodado a los tiempos. Durante la Primera Guerra Mundial, Waterman se anunciava en Italia con la imagen de un soldado con la pluma, del tama?o de un fusil, al hombro. Y ONoto, ese mismo a?o, vend¨ªa una pluma de ¡°tama?o militar¡±, ajustado al bolsillo del combatiente. En 1942, otra vez Waterman, sac¨® la pluma Commando. En tiempos m¨¢s serenos, se han hecho anuncios con una mujer fumando una estilogr¨¢fica o un arquero medieval cuya lanza es una pluma. En los a?os veinte, un anuncio dirigido a los reporteros aseguraba que la estilogr¨¢fica permit¨ªa al periodista seguir al orador m¨¢s veloz. Tambi¨¦n en eso ha cambiado mi gremio.
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