Viudas
Las viudas ya no son hoy negras ni alegres sino que disfrutan de la vida mientras los viudos se mueren de pena, eternamente a?orados de sus esposas
Las campanas repican en Prats cuando empieza febrero para recordar que la capital del Llu?an¨¨s fue quemada por las tropas borb¨®nicas el d¨ªa de Santa ?gata, virgen y m¨¢rtir, patrona de las mujeres, a quien cortaron los pechos por rechazar a un senador romano, comprometida como estaba con Jes¨²s. El eco del ta?ido del pueblo resuena en el Santuari de Lurdes mientras en Perafita se celebra el oficio de La Candelera, en TV-3 se exhiben las ¨²ltimas im¨¢genes de nieve tomadas por Josep Mart¨ªnez Castro desde el mirador de la Mare de D¨¦u dels Munts y Joan Vil¨¤ explica los secretos del monasterio rom¨¢nico de Santa Maria de Llu?¨¤.
Hay d¨ªas de invierno en los que el balc¨®n de la comarca es una explosi¨®n de feminidad en una tierra labrada por los hombres y defendida por las mujeres, a menudo ignoradas, por no decir invisibles, siempre admirables por su perseverancia y dureza, incombustibles al fuego y aparentemente insensibles al dolor, finalmente reconocidas tambi¨¦n en la profundidad de Catalu?a. Algunos somos hijos afortunados de madres esclavas de una tarea tit¨¢nica que empezaba por cuidar de la familia y acababa por atender a la cocina despu¨¦s de dar de comer al ganado y limpiar las cuadras, incluso el d¨ªa del patr¨®n Sant Pere.
No ten¨ªan m¨¢s ayuda que la de nuestras abuelas, a¨²n m¨¢s abnegadas, pocas como la m¨ªa, convencida de que su suerte consist¨ªa en poder disfrutar de un minuto de gloria al d¨ªa para combatir el dolor de las muchas horas de masculinidad que se contaban de sol a sol desde el campanario que se levantaba ante Cal Estamenya. All¨ª part¨ªa y llegaba cada d¨ªa el coche de l¨ªnea que de vez en cuando conduc¨ªa Paquita, la primera mujer que, al decir del pueblo, se sac¨® el carnet de conducir de primera especial en Espa?a. El mayor elogio que recib¨ªa era que m¨¢s bien parec¨ªa un hombre por c¨®mo conduc¨ªa el autob¨²s por La Trona camino de Vic.
La suya ha sido una obra ingente no reivindicada por miedo, o porque posiblemente la amargura les imped¨ªa hablar
La mayor¨ªa de oficios eran extra?os a las mujeres. A muchas se les ca¨ªa la casa encima, pendientes y serviciales con los hombres, hero¨ªnas por su capacidad de trabajo y resistencia, por no desfallecer jam¨¢s, hoy felizmente redimidas, algunas felices con sus maridos y otras dichosas por hacer al fin lo que les da la gana en casa, en la calle y en la plaza; an¨®nimas cuando asoman por Barcelona.
Las viudas ya no son hoy negras ni alegres sino que disfrutan de la vida mientras los viudos se mueren de pena, eternamente a?orados de sus esposas, incapaces ya de ser buenos o malos, entregados a su suerte y a su Dios.
Los lunes y mi¨¦rcoles toca gimnasia, mover el cuerpo un rato, y despu¨¦s ejercitar la memoria de forma entretenida; a veces alcanza con recordar t¨ªtulos de pel¨ªculas de cine o en ocasiones se imponen concursos como el de recordar nombres de pueblos que comiencen con la P de Perafita. Los martes hacen ganchillo o punto de cruz y a menudo cosen mantas para alguna ONG. Hay m¨¢s libertad para los jueves y viernes, destinados sobre todo a asuntos personales y de la casa, cuando no hay cita en la biblioteca para comentar el libro del mes, con su propio autor si es posible, o reuni¨®n o almuerzo en el Casal dels Avis.
No pierden ni matan el tiempo, sino que se entretienen tambi¨¦n con la radio y la televisi¨®n, con excursiones y fiestas, e incluso ri?en con el cura si no canta la misa como toca, amas del pueblo como se sienten, solo dependientes de una medalla blanca con un bot¨®n rojo conectada al tel¨¦fono para cuando se encuentran mal y necesitan asistencia m¨¦dica en el CAC o en el Hospital de Vic. Aumentan las atenciones para la gente mayor a partir de los servicios municipales o del Consorci del Llu?an¨¨s. Y las jubiladas, solas o todav¨ªa felizmente casadas, disfrutan mientras puedan escapar de las residencias de Prats o de Sant Boi.
Muchos admiramos a nuestras madres antes de quererlas mientras que nunca quisimos ser como nuestros padres
No es la venganza de las viudas, pues no maldicen a sus hombres sino que muchas les extra?an, les lloran y hasta las hay que les compadecen por m¨¢s que se sintieran negadas. Pero se recrean con su liberaci¨®n despu¨¦s de una vida de sacrificio y de tensi¨®n, no divulgada sino asumida con resignaci¨®n cristiana; son mujeres calladas como la tierra, sin c¨¢maras ni meg¨¢fono, alejadas de los escaparates, a veces distantes incluso con quienes las reivindican cada d¨ªa, temerosas de que a fin de cuentas las quieran convertir en hombres, como si su referente fuera solo Paquita la de Cal Estamenya.
La suya ha sido una obra ingente no reivindicada por miedo, o porque posiblemente la amargura les imped¨ªa hablar, pero tambi¨¦n porque cre¨ªan que no hac¨ªa falta, pues formaba parte de un destino aceptado con la misma naturalidad que ahora consienten que se las vea como unas grandes vividoras. Me gusta que sean descre¨ªdas y me encanta esa feminidad que tambi¨¦n se visualiza en silencio, tan bella que se impone sin necesidad de un altavoz. Hay que escuchar muy atentamente para reparar en los susurros y los gemidos porque el quejido y los gritos pertenecen a los hombres, en el campo, en el bar y en casa.
Muchos de nosotros admiramos a nuestras madres antes de quererlas mientras que nunca quisimos ser como nuestros padres a pesar de que siempre les amamos. A muchos de nosotros, irracionales a veces y en ocasiones muy cuerdos, siempre partidarios de combatir la violencia de g¨¦nero, nos gusta tanto el amarillo como el rojo, el azul como el grana o el blanco, el seny como la rauxa, el mar como la monta?a, la Candelera como Sant Antoni Abad; disfrutamos igualmente de la Virgen del Munts como de Sant Agust¨ª, somos felices en Prats y tambi¨¦n en Perafita, incapaces ahora al fin y al cabo de saber si el Llu?an¨¨s es hombre o mujer.
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