Wim Mertens, el color de las cuerdas
Intenso concierto en la sala Barts de un compositor belga ya menos sensiblero
<CS8.7>Ha pasado ya mucho tiempo desde que Maximizing the Audience o El vientre de un arquitecto encumbraran a un Wim Mertens balance¨¢ndose entre la seriedad del minimalismo m¨¢s intransigente y la tierra de nadie de aquella new age que nunca acab¨® de marcar sus l¨ªmites. Desaparecidas las etiquetas, Mertens sigue viviendo en un mundo tan personal como indefinido. Por el camino su m¨²sica ha evolucionado para bien, ha ganado en profundidad, pero tambi¨¦n ha ido perdiendo p¨²blico, como m¨ªnimo por aqu¨ª: en esta ¨²ltima visita a Barcelona no lleg¨® a llenarse una sala Barts a la que, adem¨¢s, se le hab¨ªan suprimido varias filas de asientos. Eso s¨ª, los asistentes, con un toque algo retro como-de-fans-de-toda-la-vida, compensaron con calidez y un entusiasmo desbordado las ausencias. Mertens se march¨® con un nuevo y rotundo ¨¦xito bajo el brazo.
En estos ¨²ltimos a?os, el compositor belga ha tenido tiempo de reinventarse en varias ocasiones y lo ha hecho de forma muy inteligente. Mertens ha abandonado, por un lado, la agresividad y, por el otro, el exceso de az¨²car con gotas de sensibler¨ªa (mezcla explosiva que le hab¨ªa llevado hasta lo m¨¢s alto), para sumergirse en una contemporaneidad de aristas suaves, nunca punzantes pero tampoco acariciantes y, en todo momento, de belleza seductora siempre que el compositor no haga amagos de cantar... Pero eso es inevitable en un concierto de Mertens.
Wim Mertens
FESTIVAL DE GUITARRA
Festival de Guitarra de Barcelona
Sala Barts
Barcelona, 14 de marzo
Mertens present¨® en formato tr¨ªo cl¨¢sico (viol¨ªn, violonchelo y piano) sus ¨²ltimos trabajos. En las notas al concierto se hablaba del antiguo Egipto, de Berenice II y de Cleopatra y Augusto, pero nada de todo eso se intuy¨® en la m¨²sica presentada que poco o nada ten¨ªa de egipcia, a no ser que las estrofas ininteligibles cantadas por el propio compositor tuvieran un mensaje oculto.
Despojada de un mensaje concreto, la propuesta de Mertens en la sala Barts son¨® fresca y cargada de colores. Fue un concierto intenso, cambiante, en especial en su segunda mitad, y largo, tanto que, al acabar la primera parte, todo el p¨²blico en peso reclam¨® insistentemente un bis, hasta que por megafon¨ªa se avis¨® de que la segunda parte comenzar¨ªa en quince minutos.
Gran parte del m¨¦rito de la velada recay¨® tambi¨¦n en la perfecta ejecuci¨®n de los dos acompa?antes de Mertens, convertidos por momentos en verdaderos protagonistas: la violinista Tatiana Samouil y el violonchelista Lode Vercampt. A pesar de tratarse de tres instrumentos ac¨²sticos, el concierto se sonoriz¨® y lo que a menudo es un lastre se convirti¨® en un acierto gracias al trabajo impecable del t¨¦cnico de sonido que supo mantener, incluso potenciar, el color de las cuerdas.
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