Olvidar
Jugador de equipo y t¨¦cnico de club, Quique Costas siempre se entreg¨® al Barcelona desde que en 1971 parti¨® de Galicia
Andr¨¦s Iniesta es un ni?o con zapatos nuevos que camina contento hacia Jap¨®n. A sus 34 a?os, se mueve con la misma determinaci¨®n que cuando con 12 lleg¨® a la Masia. No mira atr¨¢s sino que saluda educadamente a los admiradores con los que se cruza y de vez en cuando se detiene para una fotograf¨ªa, firmar alg¨²n aut¨®grafo o dedicar una camiseta que lleva impresa el 8 del Barcelona. Aunque ya lleva un largo tiempo de despedida, solamente se da la vuelta en situaciones excepcionales, como aquel mediod¨ªa, cuando ya hab¨ªa visualizado que necesitaba saltar el muro de la Masia, ahora para salir despu¨¦s de entrar en 1996, en que advirti¨® la presencia de Enrique ?lvarez Costas en el acto al que hab¨ªa sido invitado por el presidente Josep Maria Bartomeu para poner la primera piedra del Estadio Johan Cruyff. Iniesta se gir¨®, abandon¨® el protocolo y se fue al encuentro del que fue uno de sus entrenadores en los equipos inferiores del Bar?a.
A Quique Costas no se le olvidar¨¢ en la vida el abrazo, ¡°fuerte y sentido, que me dio el Blanquillo¡±, como le llama a Iniesta. Hay momentos en que se agradecen especialmente gestos como el del ex capit¨¢n del Barcelona. A Quique no le falta estima ni precisa de ternura y, mucho menos, quiere muestras de comprensi¨®n por no decir de compasi¨®n ahora que se apoya todav¨ªa en una muleta, dormido como tiene a¨²n parte del costado izquierdo, abatido por un ictus en marzo de 2015, meses despu¨¦s que ser despedido fulminantemente del Bar?a. La rapidez de aquellos momentos tan inesperados contrasta con la lentitud de ahora, tiempos de recuperaci¨®n, de paciencia, de pausa, d¨ªas en que ¡°todo va muy poco a poco¡± y con cuidado, como los besos que recibe de quienes se acercan para testimoniarle su afecto, el reconocimiento que tiene del f¨²tbol, se?al de que dej¨® huella a su paso por la Masia, el Miniestadi y el Camp Nou y ahora en la Agrupaci¨® Bar?a Jugadors.
Ha progresado notablemente y hasta conduce ya con normalidad, m¨¢s ¨¢gil desde que le cuida el recuperador Xavier Priego: ¡°Las vueltas que da la vida: yo le tuve de futbolista y ahora ¨¦l me tiene a m¨ª para ponerme en forma¡±, confiesa Costas, siempre tan peculiar que a los jugadores que tuvo mientras estuvo en el Bar?a les llama nanos, una de sus palabras preferidas de su peculiar cata?ol, mitad gallego, mitad catal¨¢n, padre y maestro por igual con sus hijos, los hoy t¨¦cnicos ?scar (Llagostera) y Quique (Villarreal), que con sus exjugadores de la Masia. Tan amable como firme, Quique fue un t¨¦cnico at¨ªpico que pas¨® por las diferentes categor¨ªas del f¨²tbol base del Bar?a. ¡°No es lo mismo entrenar a un profesional que a un ni?o¡±, precisa. ¡°Hay edades especialmente dif¨ªciles; siempre debes ser consciente de que a un joven le puedes torcer, estropear, da?ar, de manera que hay que ser justo y honesto con las decisiones que tomes¡±, concluye quien fue tutor de Iniesta, Guardiola o Iv¨¢n de la Pe?a.
Y para que no se dude sobre su memoria ni lucidez recita la alineaci¨®n de la Quinta de Lo Pelat que hered¨® del Chepas Asensi y traspas¨® despu¨¦s a Johan Cruyff antes de que el Flaco fuera despedido del Camp Nou despu¨¦s de claudicar con el Atl¨¦tico y de una eliminatoria soberbia contra el Bayern M¨²nich. ¡°De la Pe?a era un jugador especial, muy pendiente de su juego, diferente a Guardiola, que no paraba de hablar, de comentar el f¨²tbol. Recuerdo que era como una cerilla por delgado y fino; no era r¨¢pido, ni chutaba, ni regateaba y, sin embargo, pensaba mucho y bien; sab¨ªas que val¨ªa¡±, relata. ¡°Iniesta era una delicia de ni?o. Me queda sobre todo el recuerdo de un partido de Segunda B contra el filial del Zaragoza. Jug¨® de medio centro y dio un recital que no se olvidar¨¢ en La Romareda. Andr¨¦s se hace querer por su calidad tanto futbol¨ªstica como humana: es pr¨®ximo, humilde, entra?able¡±, apostilla. ¡°Hay jugadores a los que solo se debe compa?ar como es el caso de Iniesta¡±.
No se trata solo de formar sino tambi¨¦n de observar, tareas en las que Quique se distingui¨® aunque nunca dir¨¢ que descubri¨® a un futbolista que se convirti¨® en celebridad: ¡°Tuve la suerte de estar en un momento determinado y ver a un jugador concreto en diferentes ocasiones como les ha pasado a muchos entrenadores. No se trata de colgarse medallas. Hay que trabajar en equipo, respetar al colectivo, aplicar los valores de la casa, aprender y ser merecedor y divulgador de la causa que defiende el Bar?a¡±. Adem¨¢s de buen pedagogo, Costas aprendi¨® a mirar el f¨²tbol con los ojos de Cruyff, amigo y compa?ero, los dos titulares en el equipo que en 1974 conquist¨® el Bernab¨¦u con aquel famoso 0-5. ¡°Johan inventaba, es irrepetible por su inteligencia, velocidad, t¨¦cnica y cambio de ritmo: paraba, arrancaba y exig¨ªa; nos hac¨ªa correr como a los galgos¡±. Costas jug¨® con Cruyff, estuvo tambi¨¦n en Basilea-1979 y hasta disput¨® la Copa-1971 que se resolvi¨® con el recordado gol de Alfonseda.
Jugador de equipo y t¨¦cnico de club, Quique ?lvarez Costas, Quique Costas desde que los jesuitas de Vigo decidieron distinguir a tantos ?lvarez como hab¨ªa en clase por su segundo apellido, siempre se entreg¨® al Bar?a desde que en 1971 parti¨® de Galicia. Nunca quiso llamar la atenci¨®n, siempre dispuesto a servir a la entidad, cumplidor con el contrato que ¨²ltimamente se renovaba a final de cada temporada despu¨¦s del visto bueno de los jefes del Bar?a. Ten¨ªa la palabra de que iba a continuar un a?o m¨¢s cuando a su regreso de vacaciones se encontr¨® con una sorprendente n¨®mina, el ¨²nico v¨ªnculo que a fin de cuentas le queda a uno con la empresa para saber que no le han echado, ni que sea para seguir tejiendo complicidades y pasar por la Ciudad Deportiva. Nadie tuvo el valor de decirle que hab¨ªan prescindido de sus servicios ni siquiera de que para su propio bien y el de la entidad se impon¨ªa ya la jubilaci¨®n a los 67 a?os.
El impacto fue tremendo por inesperado, tan seco como el derrame cerebral que le vino despu¨¦s, cuando se tomaba el caf¨¦ matinal, sin que se pueda probar que lo uno fuera consecuencia de lo otro, simplemente se dio ¡°el apag¨®n¡± como dice Quique. No se trata de se?alar ni de rebuscar ahora que ya pas¨® el tiempo sino de constatar que para su suerte las cosas han vuelto a su sitio y el maestro de los nanos ha recuperado el cord¨®n umbilical con el club, regres¨® a la Ciudad Deportiva, se anima con el filial de Pimi, se emociona cuando Messi le saluda, se entrega a las manos de Priego y revive desde que Iniesta le abraz¨®, s¨ªntoma de admiraci¨®n y gratitud, ejemplo de que la voluntad de ser an¨®nimo no debe comportar nunca el olvido de cuantos han hecho historia en el Bar?a, pocos como Quique Costas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.