Metro Velintonia
El autor defiende que se adquiera la antigua casa Vicente Aleixandre como bien cultural antes de que se caiga y se quede el nombre de Metropolitano en la estaci¨®n
Hemos sabido gracias a la publicaci¨®n en estas p¨¢ginas de un art¨ªculo de Diego Cruz Torrijos, diputado socialista en la Asamblea de Madrid, que existe una iniciativa de la Comunidad madrile?a, siempre velando por nuestros intereses (sobre todo, los futbol¨ªsticos), para cambiar el nombre de la estaci¨®n de metro de la l¨ªnea Circular llamada Metropolitano, no vaya a ser confundida con la del estadio-madre del Atl¨¦tico de Madrid. No soy persona de mucho f¨²tbol, pero me atrevo a suponer que ning¨²n colchonero de pro cometer¨ªa el error de confundir la estaci¨®n del actual estadio de sus colores, sita en la otra punta de la ciudad, y¨¦ndose al Metropolitano subterr¨¢neo de la Ciudad Universitaria en vez de a la vistos¨ªsima y altiva Peineta.
La palabra ¡°metropolitano¡± es bella, y tiene en nuestra lengua raigambre desde que en 1957 Carlos Barral, gran editor y poeta, public¨® con ese t¨ªtulo a secas una de sus mejores obras, un extenso poema unitario. Barral, como tant¨ªsimos otros escritores j¨®venes, fue con sus versos ¡ªsuponemos que no en metro¡ª a la calle de Wellingtonia, 3, donde viv¨ªa Vicente Aleixandre, quien en sus remites pon¨ªa, en vez del nombre tan arb¨®reo como dif¨ªcil de deletrear (se trata de una secuoya californiana), la versi¨®n propia, Velintonia, anteponiendo al nombre de la ciudad, Madrid, el del barrio o distrito, Parque Metropolitano.
Esa casa de tres alturas lleva, como bien se?ala el diputado Cruz y ha glosado con detalle tambi¨¦n en esta secci¨®n el periodista de EL PA?S Sergio C. Fanjul, muchos a?os cerrada y abandonada a su suerte, que parece muy incierta hoy. El lector de este peri¨®dico sabe de los avatares del airoso aunque nada opulento chalet, con su hist¨®rico jard¨ªn, puesto en venta por los herederos del poeta desde que, tras muchos intentos, se frustr¨® lo que parec¨ªa l¨®gico y digno: preservar institucionalmente ese espacio lleno de resonancias, no como monumento sino como sitio de encuentro, evocaci¨®n y acomodo de una fundaci¨®n o casa de la poes¨ªa. Pero ya se sabe que en nuestro pa¨ªs la conmemoraci¨®n solemne de un d¨ªa gana a la memoria constante, y la gran mayor¨ªa de los pol¨ªticos electos prefieren mil veces m¨¢s desvelar una placa ante unos invitados, a los pocos minutos ya dispersos, que dar a conocer el significado y la obra de un poeta o una novelista que agrandaron con sus libros el esp¨ªritu del lugar.
El autor de Espadas como labios obtuvo el Nobel de Literatura en 1977, y un a?o despu¨¦s se produjo el homenaje del Ayuntamiento de Madrid que, sin gustarle, acept¨® por cortes¨ªa: la transformaci¨®n callejera de Wellingtonia en Vicente Aleixandre. La escena municipal tuvo cierto aire berlanguiano, que Aleixandre fomentaba al cont¨¢rsela a sus amistades, y estas a las suyas; lleg¨®, presidida por el alcalde Rodr¨ªguez Sahag¨²n, la comitiva ¡°bajo mazas¡± (seg¨²n la narraci¨®n m¨¢s audaz), llamaron a la puerta de Velintonia, 3, abri¨® su hermana y les dio las gracias, pidiendo disculpas por la s¨²bita indisposici¨®n que imped¨ªa al poeta subir los pocos metros que separaban la vivienda del panel de azulejos donde, con gusto cer¨¢mico dudoso, un paisaje marino serv¨ªa de marco al r¨®tulo: ¡°Calle de Vicente Aleixandre, premio Nobel de Literatura 1977¡±. Semioculto tras unos visillos, el homenajeado observ¨® con prudente guasa el ritual, pero sigui¨® poniendo, en las pocas cartas que escribi¨® en sus ¨²ltimos a?os de impedimentos oculares, ¡°Velintonia, 3¡±.
En Madrid hay grandes poetas en la nomenclatura del transporte, Antonio Machado, Miguel Hern¨¢ndez, Rub¨¦n Dar¨ªo, entre otros escritores de talla (Quevedo, Concha Espina) y pintores de primera magnitud. Sabiendo la poca inclinaci¨®n aleixandrina a las aglomeraciones, dudo sin embargo de que la bienintencionada propuesta del diputado Cruz, llamar a la citada estaci¨®n de metro ¡°Vicente Aleixandre-Velintonia¡±, le hubiese satisfecho, del mismo modo que pienso, a t¨ªtulo personal, lo incongruente que es que Mar¨ªa Zambrano, la fil¨®sofa de la hondura del ser, d¨¦ su nombre a la estaci¨®n del AVE malague?o adonde uno llega con su malet¨ªn rodante despu¨¦s de haber o¨ªdo un par de horas la coral estridente de los telefoninos. Por mi parte, una sugerencia de futbolero neutral, usuario asiduo del metro y amigo pr¨®ximo de Aleixandre durante casi 20 a?os: adquirir la casa como bien cultural antes de que se caiga o se venda al mejor postor, dejar Metropolitano a la estaci¨®n, Vicente Aleixandre a la calle, y retirar del final de Reina Victoria el busto en piedra de nuestro poeta, una obra que le sali¨® muy poco lograda al excelente escultor Julio L¨®pez. ?Y qu¨¦ se pone all¨ª si el busto va al museo? Ser¨ªa muy ocurrente, y sostenible, que las autoridades plantasen, en el sitio de la estatua, una wellingtonia, y pensarse bien, mientras crece el con¨ªfero, lo de llamar al metro Velintonia.
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